A propósito de una exageración del derecho a hablar o pedir la palabra
28/1/2021
He visto en el informativo de las 8 de la noche en la televisión el pronunciamiento de la Uneac y de la Asociación Hermanos Saiz de escritores y artistas jóvenes en apoyo a las posiciones del Ministerio de Cultura respecto a la tentativa de plantón de un grupo de personas que abortaron un encuentro previsto entre autoridades culturales y tres voceros de los jóvenes artistas, para darle continuidad a la agenda conjunta que, desde hace dos meses, han establecido para el trabajo creador de los jóvenes, a partir de un grupo de asuntos de interés común para ambas partes.
Evidentemente, hay personas que más que conversar sobre los temas acordados, están buscando no solo beligerancia sino confrontación. Cuestionar el orden en que se hacen las cosas. Poner en jake y provocar a la otra parte en un acto de deslealtad indigno de los que van a trabajar juntos. Como dice mi vecina: “Así no se vale”. Pongamos las cartas sobre la mesa. ¿Hablar de creación artística en el socialismo? ¿Hablar de política en el socialismo? ¿Conversar? ¿Discutir? ¿Enfrentarnos en el ámbito de las ideas políticas o estéticas? Seamos claros. Seamos serios. No es lo mismo ni se establecen o se cumplen las mismas reglas en una conversación que en una discusión, que en un enfrentamiento. Sería pertinente y sano observar las no tan sutiles diferencias.
El arte y la literatura se hacen con materiales muy distintos a la notoriedad, la exigencia de atención pública o institucional, o escaramuzas políticas.
El arte se hace con un poco más de humildad y hasta de silencio. En verdad no sé mucho de los demandantes ni de las demandas. En mi generación poníamos más el acento en el arte mismo. Teníamos muy pocas condiciones para trabajar. Ahora todo es más favorable y hasta ministros y presidentes se ocupan de los problemas de los artistas, aunque la obra de arte aún este en ciernes o sea un proyecto aún no cuajado, o aún su proyección social o hacia el interior del propio campo del arte no haya logrado una concreción visible.
Prefiero el arte que beligera por su propia existencia en los circuitos del campo del arte.
Y no creo —por otra parte— en el arte o en el artista que no es capaz de poner su pellejo por lo que dice o hace.
No creo en el arte o en el trabajo artístico que se legitime o busque o necesite su legitimidad en la política, la sociología o cualquier otro ámbito social o científico que no sea determinado por las coordenadas del propio trabajo artístico o cultural.
Creo que es de un oportunismo esterilizador plantarle cara al Estado o al gobierno de cualquier país, con demandas que solo en el terreno del arte o del trabajo artístico tienen un sentido. Al César lo que es del César. Al arte lo que es del arte. Y a la política lo que es de la política. La cultura debe ser también el ejercicio de discernimiento de cuáles vías debe dársele a las legítimas aspiraciones de realización personal. El arte. La política. La academia. Las profesiones. Hay que hacer la elección. Pero hay que dejar claras las aguas del río, ahora revuelto.
Un amigo de los días juveniles escribía: “Menos rutina y mucha más poesía, que del aire no viven los poetas. Yo diría ahora: Menos rutina y mucho más arte que aire no viven los artistas”.
Y digo aire para ser fiel a la paráfrasis. Pero pudiera poner en vez de la palabra aire, las palabras demandas, diálogo, escandalito, arrogancia, falta de humildad o medida de las cosas, exageración en la medición o apreciación de las fuerzas propias y el talento.
En verdad, el socialismo nos hace más libres y más dueños de nuestro destino personal. Pero no nos llamemos a engaño. Nuestro destino personal ni el culto de nuestra dignidad pueden ser puestos por encima del destino y la dignidad de los otros.
Dejemos trabajar a los que desde las instituciones culturales trabajan para la cultura.
Ninguna persona sensata aspiraría a merecer respeto si no respeta. ¿Estamos en una sociedad medianamente civilizada? ¿Estamos acaso derivando hacia la barbarie? ¿Hacia un diálogo de sordos? ¿A quién le conviene un diálogo sin interlocutores serios?
Escribo esta nota para presentar a mis amigos de FC las palabras de mi colega el historiador Ernesto Limia. Estoy de acuerdo con lo que dice. Un poco de respeto. Respeto para los que trabajan y hacen arte. Un poco de respeto entre nosotros no nos vendría mal.