La pintura de Sosabravo. Carnaval de objetos mecánicos
24/11/2020
Desde que una amiga cubana me obsequiara una de las criaturas de Alfredo Sosabravo a fines de los años ochenta, admiré su mundo de transmigraciones y Metamorfosis, como tituló una de sus primeras exposiciones. Un trabajo artístico que sentí muy cerca de la poesía, que se mueve en continua mudanza y transfiguración. En 2007, pusimos en la portada de la revista Nómada, en Buenos Aires, una ilustración de Sosabravo, y estampamos con un trabajo suyo los carteles callejeros de propaganda de la publicación.
Fotos: Internet
Había indagado algunos datos de este artista nacido en Santa Clara que llegó de niño a La Habana, desempeñó trabajos varios, estudió Artes Plásticas y realizó su primera exposición de óleos y dibujos en 1958. A partir de allí, su arduo trabajo comprenderá dibujos, grabados en madera, xilografías, litografías, textiles, estampados, murales cerámicos en relieve, esculturas de vidrio, etc.
Visité a Sosabravo en su casa de La Habana en 2008. Recibí, además de algunos de sus libros, su trato afable, sus palabras sabias. Luego, sin pretensiones de crítico de arte, escribí el texto Sosabravo: carnaval de objetos mecánicos, que envío a manera de saludo desde Argentina en el cumpleaños de un artista, cuya diversidad expresiva e inventiva redundan en una gran originalidad. Y lo imagino en su casa, en plena labor, rodeado de sus criaturas: peces, flores, ruedas, seres alados, panales de gavetas, estrellas, letras flotantes, mariposas, babeles en movimiento, carruseles errantes.
Carnaval de Objetos mecánicos
Un parque de atracciones con juguetes mecánicos y cajas mágicas presenta la pintura de Sosabravo, en un tránsito que es trastocamiento. La Naturaleza caótica ―así tituló uno de sus óleos― está formada por objetos ensamblados: artículos articulados, cajas encajadas, crustáceos incrustados, lazos enlazados y palmas empalmadas. El imán enloquecido ―el humor es un eje de esta pintura― convoca torres de Babel e individuos de una especie que hacen nido en seres de otra; como la gallina que guarda en su interior un contrabando de barcos y peces. El artista engarza sus personajes con hilos de colores, broches, argollas, tornillos y remaches, engranajes de un juego sin fin donde todo comulga con todo. Seres que se invaden, dialogan y sueltan chorros de letras como si fueran globos de historietas.
Hay un carnaval iluminado por la intensidad cromática, donde cada pieza cuenta su historia. Y entre los protagonistas del relato visual cruzan un león ciempiés con cara de cubo, un pez de goma, un rinoceronte blindado con ruedas de madera, una cabeza cortada que luce anteojos de colores.
Según el crítico cubano de arte Roberto Cobas Amate: A lo largo de los noventa la obra de Sosabravo se sumerge en una atmósfera inquietante, poblada por personajes misteriosos con espejuelos oscuros, cuyos designios se mantienen en secreto dentro de un ambiente de sugerente ambigüedad… detrás de estas (obras) se perciben conexiones con disímiles expresiones de la imagen contemporánea, desde la pintura de Antonio Seguí, las tiras cómicas, los anuncios comerciales de la televisión, hasta cierto cine de anticipación al estilo de Blade Runner.
La herramienta principal de Sosabravo es la libertad, el movimiento. De allí que más que atrapar formas y tonalidades, las libere en un aire urdido por continuas mudanzas. En ese tránsito inusual se entrecruzan pájaros terrestres, peces acróbatas, gatos con ruedas y trenes que avanzan a zancadas.
El camino por el que se deslizan los personajes es un extenso tapiz hecho con remiendos del sueño. Un bestiario amable y lúdico cruza un cielo de acrílico; avioncitos de rumbo extraviado surcan una textura surrealista.
Pero también hay hombrecitos viviendo dentro de las gavetas, como expresión de un mundo encajonado, pasivo, estático.
Y las herramientas ocupan un lugar central en estos cuadros, ¿cómo elementos de trabajo o representación de aquello que amputa y que divide? El desfile de formas incluye un universo de púas y afilados rayos, plantas dentadas y tijeras, serruchos y flores espinudas, puñales y estrellas metálicas.
Quizá su originalidad sea pintar preguntas con formas de animales, de cubos, de estrellas, de clavos. Son preguntas difíciles de atrapar, libres, que inquieren e interpelan desde un aire infantil. Desde esa desgarradora inocencia Sosabravo reúne lo inusual en un espacio abigarrado. Y cada una de sus obras es el naufragio de un bazar.