Yuliet Cruz: “Luz Marina es una heroína de nuestro teatro”
1/9/2020
Desde sus tiempos de estudiante en el ISA —recuerda con cierta añoranza la actriz Yuliet Cruz— le gustan mucho los clásicos. “Las heroínas del teatro griego son personajes exquisitos, con unos registros y unas historias tremendas”, dice a la vez que me confiesa que siempre ha deseado interpretar a Antígona y a Fedra, esta última del mejor teatro clásico francés. Pero también anhela los grandes clásicos del teatro norteamericano y, aunque, no solo tiene deudas con el arte dramático, sino también con el cine, lo cierto es que para ella: “el teatro da la posibilidad de hacer grandes personajes, pues en otros medios hay más limitaciones; porque las historias no son tan ricas como muchos textos clásicos que ya están y han sido interpretados por grandes actrices: convirtiéndose en los eslabones fundamentales para crear una gran carrera”.
En Cuba tenemos a una contundente Luz Marina, heroína de la familia cubana que nos dejó el ilimitado ingenio de Virgilio Piñera (1912-1979). Algunas de nuestras más prominentes actrices han encarnado este personaje desde el estreno de Aire frío en 1962; la más reciente de sus interpretaciones y, sin dudas, una de más memorables es la de Yuliet Cruz en el montaje dirigido por Carlos Celdrán, con su grupo Argos Teatro. A propósito de su visión contemporánea de Luz Marina, y como una especie de reminiscencia en el aniversario ciento ocho de su creador, es que conversamos.
En la Historia del Teatro se reconocen grandes heroínas —pienso en Ifigenia, Hécuba y Madre Coraje— que serían verdaderos desafíos para cualquier actriz. ¿Se puede decir que Luz Marina es una heroína insular?
Luz Marina es una heroína de nuestro teatro. Desde el momento en que un personaje se convierte en una parte de los espectadores que asisten a la convención del teatro y se reconocen en ella —sea en una madre o en la similitud que pueda hallar con su hermana—, definitivamente, se convierte Luz Marina en un personaje cercano, conocido, entrañable. Ahí uno se da cuenta, como espectador, de que el personaje se llega a convertir en un ícono en el que se puede reconocer la lucha, el sacrificio, la tristeza, las frustraciones, y donde se registra también la sociedad. Porque ella es el resultado de todo un proceso de carencias por las que muchas gentes han pasado, infortunadamente, en este país: penurias que han convertido a esas mujeres que llevan sus casas sobre los hombros en verdaderas heroínas. Este personaje es como un tren cada día, porque tiene que llevar a una familia, luchar por ella y salir adelante. Esa es una de las cosas más admirables que tiene Luz Marina y que logra Virgilio con este personaje: el captar la esencia de estas mujeres que son el pilar fundamental de la familia y convertirlas en superheroínas.
¿Cómo te llega la propuesta para interpretar a Luz Marina?
Cuando Carlos me propone hacer Luz Marina, recuerdo que él estaba de viaje, y que la propuesta me llegó por un correo electrónico que me envió. Él me escribió y me dijo: “Me gustaría mucho que hicieras Luz Marina, creo que tiene mucho que ver con tu sentido del humor y con tu temperamento”. Te podrás imaginar que la primera reacción que me dio fue de un miedo tan grande, tan grande, tan grande… que yo lo primero que pensé fue: “Carlos, definitivamente, tiene que estar loco. No sé dónde Carlos vio que yo podía hacer Luz Marina”. Luz Marina siempre ha sido el personaje titánico, para el que hay que estar muy preparada. No solo con las habilidades y las condiciones como actriz, sino también desde el punto de vista psicológico; porque es un personaje tan hondo que, a medida en que se va investigando y entrando en él, uno se percata de que es todo un mundo tan complejo y, a la vez, tan extraordinario que como persona es necesario haber tenido ciertas vivencias para poderlo sentir e interpretarlo como se merece. Hay muchas grandes actrices que lo han interpretado, que para mí son íconos también en mi vida personal, y sé que son de una talla gigante, grandísimas. Por ahí ya se podrían imaginar que yo estaba con unos nervios enormes y en un primer momento me dije: “Dios mío, si me sale bien, ¡qué bueno!, pero si me sale mal… ¡Ay, mi madre, de esta sí que no se salva nadie!”.
Después, cuando empecé a leer, fue bonito porque comencé a conectar con Luz Marina de forma directa. Me di cuenta que teníamos muchos puntos en común, sobre todo, porque Luz Marina era mi mamá. Entonces ya fue de alguna manera un personaje que yo podía atrapar porque lo había visto, lo había sentido y sufrido de cerca, viendo a mi madre y teniendo también de ella rasgos que comparto de alguna forma con el personaje. Recuerdo que Carlos me decía que mucha gente estaba como escéptica, que no era una buena elección que me hubiera ofrecido Luz Marina. Pero creo que él estaba muy seguro de que podía funcionar conmigo, y que podía hacer, por supuesto, una Luz Marina contemporánea. Porque eso fue lo otro, se hizo una adaptación a estos tiempos, aunque, en esencia se llevó a los noventa, que fue una época bastante precaria, bastante crítica en lo económico para una gran parte de la población del país. De hecho, muchas personas no se salvaron de esa crisis del período especial y yo creo que fue muy acertado por parte de Carlos traer la obra a estos tiempos, contemporaneizarla, y sacarle esa vigencia y ese espíritu amargo que todavía compartimos hoy con Luz Marina. Yo creo que ese fue un punto fundamental a la hora de la creación y de la construcción de Luz Marina y de su familia, asimismo del contexto en que se desarrolló la trama.
Luz Marina posee un carácter imponente, seguro, incluso rebelde, y por otro lado sensible a la hora de desnudar su biografía, pues deja entrever sus angustias y lesiones emocionales, sus costados más vulnerables. ¿Cómo caracterizas a tu Luz Marina? ¿Cómo logras que sea actual, milimétricamente habitada de veras?
Luz Marina es un personaje que demanda entrega y verdad. Un personaje con el que no se pueden hacer trucos. Luz Marina desgarra y conecta con la parte más esencial de uno. Es una mujer extraordinariamente sincera y el personaje está concebido de forma tan excepcional que no se puede llenar uno de artificios para poder interpretarlo. Obvio, es un personaje cuya grandeza radica en descansar en la absoluta sinceridad y en la desnudez de los sentimientos, de los instintos, tanto los que se generan en escena como los que tiene el propio personaje. Es tan fuerte que no renuncia a ellos nunca, aunque haya una versión hecha por un director o un dramaturgo para la puesta en escena. Es un personaje que no se puede tocar, es tan fuerte, tiene una esencia tan enérgica, que siempre hay que ir a esa primera propuesta, a ese nacimiento, a esa psicología inicial con la que fue creado: las acciones físicas, la hondura, la transparencia, la manera de ser directa y ese sarcasmo delicioso que solo tienen las personas inteligentes. Porque es increíble que se habla de que Luz Marina da clases a niños, etc., pero la inteligencia de ella y su decencia está en su brillantez como mujer, una sagacidad intuitiva que la hace ser deliciosamente irónica, mordaz. Esa es una de las aristas que convierten a Luz Marina en un personaje placentero, enorme. Pienso que son características que forman parte de personas realmente agudas.
El empuje, la fuerza, esa dualidad entre ser en extremo fuerte y al mismo tiempo sensible: ella es muy frágil ante el dolor de sus seres queridos, en este caso de su madre y de su hermano Oscar, y descubrirlo fue lo maravilloso. Siempre manejamos que de alguna manera ella con Oscar lo que tiene es un sentimiento de maternidad muy grande, de protección, y eso la convierte en un personaje asombroso. El hacerlo cada noche, construirlo junto a Carlos en cada función fue increíble, los momentos más grandes que he tenido dentro del teatro, estoy segura, han sido junto a Luz Marina. Tengo experiencias vividas y en escena con este personaje que de verdad no las cambio por nada. Además, me han ayudado como persona a hacer un viaje interior tan sensible y tan hondo que puedo decir que hay un antes y un después de que yo interpreté a Luz Marina en el teatro.
El ansiado ventilador es la posible solución al terrible calor que aqueja a Luz Marina. Pero entiendo que estos códigos, e incluyo la importante máquina de coser, operan de manera subyacente en la puesta en escena, y cobran significados que van más allá de un simple ventilador y el calor alcanza otros significados. ¿Cómo manejaron estos códigos desde el montaje?
El teatro tiene la magia de la poesía de ahondar en la psicología de los personajes y la sociedad. El teatro tiene mucho que ver con el contexto histórico, no solo de la obra sino en el contexto en que vive, también con el elenco —en este caso también el director—, entonces, todos estos temas son como hilos que van llevando desde lo emocional y lo psicológico hacia un punto de vista, hacia la concreción de un criterio. El ventilador es un símbolo extraordinario, como también lo es la máquina de coser de Luz Marina. Siempre que se habla de Luz Marina se habla del ventilador y de la máquina de coser porque son dos elementos que están muy ligados al personaje. Estos códigos nosotros los manejamos respetando siempre el camino que el autor desde un primer momento planteó. Muchas veces durante el montaje nos preguntamos “bueno, ¿dónde va a ir la máquina de coser?”. Era un punto fundamental, porque esta máquina siempre ha sido el lugar de sacrificio de Luz Marina, el día a día, por el que le duele la espalda, en el que maldice, en el que tiene momentos donde habla con su hermano, y donde va hondo y hace reflexiones de familia a su alrededor. Entonces, para nosotros era importante saber en qué lugar se situaba la máquina, no solo en el espacio, sino a la hora de determinar qué era esa máquina.
Entendimos que era el modo de vida, el lugar donde ella logra sacar adelante a su familia y, al mismo tiempo, el ventilador se convierte en ese objeto anhelado, en ese objeto ansiado que no llega, que no hay cómo llegar a él. Quizás para otras personas que lo tienen no signifique nada en lo absoluto, pero para ella se ha convertido en una obsesión. Es la manzana de la discordia. Cuando al fin aparece, es el momento en que se exacerban todos los ánimos, donde se saca todo el dolor contenido. El ventilador llega cuando Luz Marina y la familia están tan desgastados y tan destruidos que ya no les hace falta. Una de las cosas más interesantes del montaje y del trabajo de mesa que se hizo con Luz Marina fueron los anhelos y reclamos sociales que tenemos todos: necesitar que algo venga, algo que nos revolucione y mejore la vida. Y tal vez ese algo jamás lo vamos a llegar a ver o, quizás cuando venga ya estamos tan deshechos que ni siquiera lo vamos a poder disfrutar.
Pienso que como seres cívicos debemos reconocernos más en Virgilio Piñera, en su literatura, su poesía, pero sobre todo en su dramaturgia. ¿Crees posible que durante cada temporada se sienten en la butaca de la salita de Ayestarán y 20 de Mayo cientos de Luz Marinas y que salgan sintiéndose reconocidas, afectadas e identificadas con tu personaje, con la obra?
Sin dudas. Virgilio Piñera fue un dramaturgo extraordinario, con una visión impresionante. La suya es una de las biografías de autores que más me duele. Creo que hay una deuda enorme con Virgilio, por todos los dolores y angustias que debió pasar en vida, y que considero que pudieron evitarse. No solo a él, sino a todos a los que les tocó padecerlo en ese momento histórico. Eso es algo que se siente en el personaje de Luz Marina: el dolor y la angustia, pero se siente también el hambre, la grisura. Es algo que convierte a Aire frío en un puñal y nos recuerda que nunca se ha podido quitarlo del pecho, que nunca se ha salido de esa situación. Por eso a cada espectador que se sienta a ver Aire frío después de tantos años de haber sido escrita, después de tantas versiones y tanto tiempo vivido, aún a estas alturas, ese puñal le sigue doliendo, porque sigue clavado. La razón nos dice que seguimos siendo y comportándonos de alguna manera como esos personajes y, como ellos, tampoco nosotros hemos evolucionado a otro lugar. No es historia, por desgracia sigue siendo un presente. Virgilio dijo que Luz Marina era su hermana. Creo que más allá de que fuera su hermana, en ella está latente todo ese dolor que vivió plasmado de una manera profunda; y tampoco era solo su dolor, sino el de todo un país. El día que Aire frío deje de ser una obra contemporánea, habremos saltado a otro nivel como sociedad.
Por último, ¿qué significan en la carrera de Yuliet Cruz los nombres de Carlos Celdrán y Argos Teatro?
Carlos Celdrán es, sencillamente, la persona a la que llegué cuando más yo necesitaba encontrarme y encontrar un espacio creativo; en el momento en que necesitaba hacer estos personajes que tanto había deseado hacer cuando apenas era una adolescente. Argos Teatro se convirtió para mí en el espacio donde yo huía de alguna manera de los arquetipos, el encasillamiento que pude encontrar en otros lugares como actriz. Encontré un espacio de creación y de diálogo con un director que creía y que quería lo mismo que yo. Mis momentos más grandes en el teatro los he pasado ahí.
Hoy por hoy, después de tantos años, no he hecho teatro con otra persona que no sea él, no he estado en otros escenarios con otros actores y autores de teatro que no sea con mis compañeros de Argos Teatro y con Carlos. Porque ahí tengo mi casa, tengo un lugar. Aunque esté haciendo otros proyectos, sé que todo lo que yo transité y aprendí y viví está allí. Es solo entrar por la puerta y volver a sentirlo todo, como si estuviera detenido en el tiempo, esperando a que yo esté. Es mi casa, en definitiva, un lugar especial. Y Carlos es mi amigo, mi maestro, una persona con la que he tenido momentos maravillosos dentro de mi vida como actriz. Le voy a estar siempre agradecida por haberme abierto las puertas, no solo las del teatro —desde el conocimiento vastísimo y amplio que tiene— por haber depositado en mí personajes tan importantes, sino por haberme abierto las puertas de él como ser humano y de su confianza. Estoy sumamente agradecida.