La saga de Basilio Cueria (I)
27/7/2020
“¿Recordáis a Basilio Cueria, aquel gigantesco mulato que jugaba como cátcher del Marianao? Ha cambiado el diamante por la trinchera. […] Vive la gloria altísima de combatir al fascismo en España”.[1] Así evoca Nicolás Guillén en una conocida crónica al legendario pelotero internacionalista, texto que ya comenté en estas páginas[2] y que me motivó a seguir el hilo de la historia de un hombre sobre el que escribieron en su momento autores consagrados como el propio Guillén, el narrador Lino Novás Calvo y el poeta norteamericano Langston Hughes, a los que sumaría el recuerdo de su compatriota, la activista Louise Thompson; todos en su condición de corresponsales de guerra durante la contienda civil española.
Hay un artículo en la publicación norteamericana radicada en Baltimore, The Afro-American —de la que Langston era colaborador—, fechado el 6 de noviembre de 1937, donde aparece una foto que reúne a varios de los protagonistas de nuestro relato. Allí vemos al capitán Basilio Cueria (alguien lo definiría como un “cubano americano de Nueva York”), Langston Hughes (representante de The Afro-American), El Campesino (general del ejército republicano) y Louise Thompson (reportera procedente de Nueva York). Hughes escribió más de una vez sobre el criollo, y El Campesino, figura legendaria y polémica, fue su jefe durante sus días de combatiente internacionalista.
Foto: Cortesía del autor
El gran escritor y corresponsal de guerra que fue Lino Novás Calvo retrata a Cueria: “El bigboy, el mulato grande de las páginas deportivas americanas, vino a ser un gran combatiente del ejército español. Sus soldados, todos los demás batallones de su división, le han enviado cartas emocionantes de despedida. Le querían mucho. Pocos camaradas habrán sabido tratar tan humanamente a sus soldados, sin menoscabo de la disciplina”.[3] Según señala el investigador Carlos Espinosa Domínguez, a propósito de la representativa participación cubana en la contienda, “otros compatriotas suyos quedaron con vida y pudieron salir de la península, como Basilio Cueria. Había llegado desde Nueva York, donde era un destacado jugador de beisbol. Incluso el poeta Langston Hughes habla de él en su autobiografía”.[4] Por lo que pudimos rastrear, las referencias principales sobre el criollo aparecen en sus trabajos periodísticos, y son mínimas en los textos de carácter autobiográfico.
Como parte de una serie de artículos semanales, “escritos especialmente para The Afro-American sobre España y personas de color que fueron entrevistadas en el frente español”,[5] Langston Hughes publicó una semblanza sobre el cubano titulada “De pelotero en Harlem a capitán en España”, y que se asocia a la noticia autobiográfica del escritor que menciona Espinosa Domínguez.[6] Debo a los buenos oficios del fraterno Enrique Sacerio-Garí —fiel seguidor de la pelota que aún conserva el carnet de su primera infancia firmado por Conrado Marrero, como fanático del Club Almendares— la localización y traducción de este y otros textos sobre el tema que nos ocupa.
Hughes rebela su admiración por el atleta criollo: “Conocido jugador de pelota cubano de color y residente de Harlem, es ahora capitán de una compañía de ametralladoras. (…) Hace más de un año, Cueria partió para España para alistarse en las Brigadas Internacionales”.[7] El escritor norteamericano es coincidente en varias de las apreciaciones de Guillén y Novás sobre el compatriota de estos, como por ejemplo, que era “inmensamente popular con los oficiales y los hombres bajo su mando”; su desprendimiento al renunciar a su carrera deportiva en aras del internacionalismo; y la memoria de los suyos y sus hazañas como pelotero. “De vuelta en Estados Unidos, viejos fanáticos (…) hablan frecuentemente de Cueria, (…) siempre se le asocia con la pelota. Fue cátcher con los Cuban Stars. Luego en 1929 fue manager de los Miami Red Sox. Y más tarde jugó con los Cuban Giants”, de las llamadas Ligas Negras.
Recuerda Langston cómo también jugó en otros equipos y que en la ciudad neoyorquina, ya retirado del beisbol profesional, organizó un equipo de aficionados que llamaron nada más y nada menos que Julio Antonio Mella, en honor al luchador comunista, club que se creó en el área latinoamericana de Harlem. Y al entrevistarlo, retoma esa vocación de promotor del juego de las bolas y los strikes: “Ahora a Cueria le interesa desarrollar la pelota como deporte recreativo para los soldados españoles”. Concluye el diálogo entre el periodista y el soldado en el espíritu final de aquella evocación que Nicolás le dedicara en su ya mencionada crónica: “¿Algo más que decir a los amigos que quedaron en casa?, le pregunté mientras me despedía poco antes de la ofensiva de Teruel. ‘Bueno, saluda a los peloteros de mi parte’, me dijo Cueria. ‘Y dile al Club Mella que sigan con el equipo de Harlem, para que pueda jugar con ellos cuando regrese. Saluda a todos los peloteros de Harlem’”.[8] Recordemos que el poeta a su vez estaba vinculado al movimiento literario conocido como Renacimiento de Harlem, del que era uno de sus propulsores. Ese barrio imprescindible en la cultura afroamericana, y con fuerte incidencia en la emigración latinoamericana, se convertiría en la “patria chica” de Basilio, y era el ámbito natural de la proyección civil e intelectual de Hughes.
Lo único que aparece sobre el cubano en lo que se considera el principal título autobiográfico de Langston, I wonder as I wander (Me pregunto mientras deambulo),[9] es cuando lo conoce en compañía de su buen amigo: “Nicolás Guillén y yo por fin llegamos al campamento de El Campesino. Mientras hablábamos frente a su cuartel general, un oficial tiró una granada al aire como diversión y cayó cerca de nosotros con fuerte explosión. El Campesino se reía a carcajadas al vernos brincar. Le gustaban estas bromas, conocido por toda España como el temerario general. El Campesino quería que conociéramos a su oficial favorito cubano, el capitán Cueria”.[10]
Las otras memorias personales que conozco de Hughes —autor de más de medio centenar de volúmenes como poeta, narrador, dramaturgo, escritor para niños y periodista— son las que publica en Nueva York en 1940, The big sea: an autobiography (La gran mar: una autobiografía), y se refiere a su niñez y juventud, el odio de su padre, y su vida de poeta. Es un texto que originalmente le solicitaron a mediados de los años 20. En ese libro, por lo que pude averiguar, no se menciona a Basilio, ni tendría por qué. Sus otros títulos de no ficción versan sobre referentes importantes de figuras y movimientos de la cultura, la historia y la sociedad afroamericanas, a las que consagró su vida y obra.
A su vez, a tenor de la foto antes mencionada, en la biografía de la activista y periodista Louise Thompson, Louise Thompson Patterson: A life for justice (Louise Thompson Patterson: Una vida para la justicia), se cuenta: “El 26 de agosto de 1937 cayó la ciudad de Santander en manos fascistas, y los soldados desfilaron llevando enormes carteles de Mussolini por las calles. La próxima noche, Louise y Haywood se reunieron con Garland, Hughes y con otros, y probablemente el capitán Cueria y el teniente Valentín González (conocido como El Campesino), para transmitir llamamientos de tres minutos por onda corta hacia Estados Unidos, alentando apoyo para la causa republicana y el levantamiento del embargo”.[11]