Yo no fui amigo de Roberto Fernández Retamar

Fernando Rasvberg
5/6/2020

Tal vez por eso me agarró por sorpresa su apoyo cuando la jauría me mordía los talones. Su solidaridad se expresaba a veces con la sutileza de un poema, y en otras ocasiones con la fuerza de un manifiesto político, pero siempre fue inequívocamente solidario.

Las veces que vi al poeta Retamar a contracorriente, no actuaba por simpatías, y mucho menos por conveniencia. Lo movía la idea de Martin Luther King, de que “llega una hora en la que uno debe tomar una posición que no es segura, ni políticamente aceptable, ni popular, sino que uno debe adoptarla porque la consciencia le dice lo que es correcto”.

Retamar. Foto: Internet
 

Cuando pude tener conversaciones más largas con él comprendí que seguía locamente enamorado de la vida, aun cuando sabía que se le iba como agua entre los dedos. Miraba con orgullo grande a su familia, y seguía fiel a la revolución que soñó. Era abierto al diálogo, sin miedo a las ideas diferentes, yo diría incluso que le atraía y le divertía escuchar otros puntos de vista. En el momento en que sus cenizas volaban en el viento del malecón, y se fundían con el mar Caribe, sentí que devolvíamos al universo a un hombre honrado, un ser bueno, una persona valiente, que los dioses nos prestaron por un tiempo, para mostrarnos el camino hacia el mejoramiento humano.