Breve historia de Los Pinos Nuevos
24/2/2020
Hace veintiséis años ocurrió un suceso que en términos culturales no podrá ser olvidado. Los Pinos Nuevos, proyecto nombrado en honor a José Martí, fue protagonizado fundamentalmente gracias a lo que se ha dado a conocer por “un grupo de argentinos memoriosos y agradecidos.” La ensayista Zaida Capote tuvo a su cargo el acto de recordación que el 13 de febrero de 2020 se llevó a cabo en el Centro Dulce María Loynaz, donde estuvimos presentes algunos de los involucrados en aquel proyecto, cuyo basamento fue la solidaridad.
Corría el peor año de la crisis económica de los años noventa, y nuestras editoriales se encontraban tan deprimidas que prácticamente no funcionaban como tales, por lo cual la amenaza de que toda una generación de nuevos escritores/as quedara al pairo, era un hecho tangible. Fue entonces cuando desde Buenos Aires, se lanzó una convocatoria para apoyar la cultura cubana, cuyo título era más que elocuente: “Pinos Nuevos. 100 autores cubanos inéditos romperán el bloqueo con nuestra ayuda”. El documento original, conservado hasta hoy, además de explicar el peligro de que se viera interrumpida la tradición literaria cubana ante la imposibilidad de asumir publicaciones, (“Si vence el bloqueo el daño a la cultura y a la literatura de nuestro continente será irreparable”), detalla la composición de la colección que se pretendía llevar a vías de efecto (“Nos hemos propuesto recaudar fondos para la impresión en la Argentina de 100 títulos de autores cubanos inéditos: 25 de poesía, 25 de narrativa, 5 de teatro, 30 de ensayo, 10 de literatura para niños y jóvenes y 5 de divulgación científico técnica”).
Para la selección de los nuevos autores, cuyos textos debían ser rigurosamente inéditos, el Instituto Cubano del Libro nombró jurados de altísimo nivel, que no recibieron remuneración alguna por su trabajo, así como editores e ilustradores para cada caso. De este modo, para la poesía fueron responsables del veredicto los consagrados Eliseo Diego, Fina García Marruz y Roberto Fernández Retamar; para narrativa: Ambrosio Fornet, Gustavo Eguren y Senel Paz; para ensayo: Cintio Vitier, Fernando Martínez Heredia y Max Figueroa; para teatro: Raquel Carrió y Vivian Martínez Tabares; para literatura de niños y jóvenes: Julia Calzadilla, Emilia Gallego y Enrique Pérez Díaz; mientras que para las propuestas de literatura científica, los jurados fueron José Altshuler, Manuel Rivero de la Calle y Luis Rodríguez Rivera. Con gran celeridad (la recaudación de fondos comenzó en noviembre de 1993, con el apremio de que los libros ganadores fueran editados en Cuba, enviados a Buenos Aires para la impresión y recibidos de regreso antes de la Feria del Libro de La Habana, en febrero de 1994) se utilizaron vías poco ortodoxas que garantizaran el trasiego de los materiales entre ambos países. El gran pintor Raúl Martínez asumió el reto de diseñar la colección Pinos Nuevos, también sin cobro alguno. Fue una cadena de generosidad que nunca antes se había llevado a cabo.
Por la parte argentina, se nombró una comisión recaudadora, cuyos integrantes ya eran amigos de nuestro país, y entre los que figuran nombres entrañables, incluido Aurelio Narvaja, dueño de la editorial Colihue, en cuyos talleres se imprimieron 500 ejemplares de cada título. Otros nombres que aparecen en la convocatoria son Cipe Fridman, Juan Carlos Volnovich, Beatriz Castiel, Lino Frasón y Susana Adonaylo, quien nos acompañó en el ya citado homenaje organizado por Zaida Capote hace apenas pocas semanas.
Todo funcionó a la perfección. En febrero de 1994, en el recinto ferial PABEXPO, donde entonces se celebraba la Feria del Libro, los autores beneficiados recibimos los primeros ejemplares de nuestro primer libro publicado. La emoción de esa jornada fundacional, nos acompaña desde entonces. Cada año intentamos rendir tributo a todos los integrantes de esa cadena mágica que logró el milagro de sacarnos del ostracismo, y algo similar sucede en Buenos Aires. Cuando los Pinos (como proyecto y luego como realidad que se mantiene viva, aunque obviamente ya sin el apoyo económico porteño) arribaron a sus primeros veinte años, por la parte argentina le correspondió al Doctor Juan Carlos Volnovich presidir el homenaje. Extraigo un fragmento de sus palabras, con lo cual cierro mi comentario. No hay nada que agregar, salvo la reiteración de nuestra más profunda gratitud.
“…Quienes integramos aquella aventura, volvemos a encontrarnos para felicitarnos, no por la hazaña realizada, sino por haber puesto a prueba, una vez más, la eficacia de la autogestión.
Volvemos a encontrarnos para hacerles saber que la autogestión tiene poco o nada que ver con saldar la deuda moral contraída con la revolución cubana; tiene poco o nada que ver con nuestra condición de memoriosos, ex combatientes nostálgicos que añoraban antes o que recuerdan ahora las pasadas épocas de gloria; este encuentro, este reencuentro lleva la ilusión de futuro, tiene la intención de actualizar nuestra disposición para analizar cuáles son, hoy en día, los obstáculos fundamentales que nos desafían y cuáles los recursos con que contamos para superarlos. Para eso estamos…”