Otto, el pintor de la selva

Estrella Díaz
6/11/2019

Las lágrimas del fuego es el título escogido por el pintor checo Otto Placht para denominar su más reciente proyecto expositivo, que puede disfrutase en la Casa Carmen Montilla, perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, hasta el próximo 15 de noviembre y que forma parte de “Entre los mundos”, una intención creativa sui géneris, entre otras razones, porque es la mirada de un europeo a la realidad de la Amazonía.

Artista visual checo Otto Placht. Fotos: Alexis Rodríguez
 

Con Placht —quien habla un casi perfecto idioma castellano— conversamos en exclusiva para La Jiribilla, diálogo que estuvo matizado y aderezado por su particular cosmogonía.

“No me siento un artista puramente checo, pero tampoco un artista peruano: me quedé entre las culturas, por lo tanto, me es difícil autocalificarme. Lo que sí está claro es que he decidido alejarme del arte contemporáneo y buscar mi propio camino. Ha sido una decisión intencional porque el arte contemporáneo proclama que mientras ‘más vacío más contenido tiene’ y esa contradicción no se ajusta a mi manera de interpretar el mundo.

“Intelectualmente he entendido lo que quiere el mundo: el arte contemporáneo habla de la pérdida de valores y cómo los artistas tenemos que reflejar que no tenemos ninguna raíz. No estoy de acuerdo: yo estoy buscando las raíces porque he sentido las fuentes y tienen que existir: la fuente no es solo intelectual sino trascendental: no se trata del yo individualista. Esa fuente la he hallado en la cultura amazónica, en la que la madre selva representa un inmenso cosmos”.

 

¿De qué manera surge la idea de exponer en Cuba?

Hace dos años estuve de visita en La Habana y el señor embajador de la República Checa en Cuba, Vladimir Eisenbruk, me habló de la posibilidad de exponer aquí. Estoy encantado de dejar mi huella en esta galería tan hermosa que está en el mismo centro de La Habana colonial. Para mí es un gran honor estar en estos momentos en la capital cubana, que por estos días cumple sus primeros 500 años.

¿Cómo ha sido el proceso de trabajo para esta muestra?

Para mí es importante destacar que en esta exposición hay cuadros realizados en Praga y otros en la selva peruana, por lo tanto, es una obra cambiante. Cuando estoy en mi país natal uso determinadas tonalidades y cuando me encuentro en la selva peruana pinto con tintes naturales. Por ejemplo, hay una pieza que se titula “Iluminación” y tiene que ver con la luz que está inmersa en las creencias amazónicas y dentro de ese mundo espiritual que ha transformado mi percepción de la realidad. Al imbuirme de la tradición amazónica he comprobado, de alguna manera, que no estoy solo y que la cultura milenaria es transformativa en todos los sentidos.

Desde que era un niño comencé a pintar y empecé a interesarme por los mundos internos. Fui un niño un poco extraño, raro, que se ocupaba más de sus visiones que de la realidad y, como es lógico, mis padres tenían una gran preocupación. Cuando entré en la Academia de Bellas Artes de Praga, quedé deslumbrado y a partir de ahí comencé a desarrollar mi propia mirada hacia el universo, pero desde lo interno.

 

Su país tiene una gran tradición en las artes visuales, ¿cómo se forman en la Academia de Praga?

En Praga hay dos academias: una de Bellas Artes y otra de Artes Aplicadas, y siempre los profesores se alternaban de una a otra. Comencé la Academia a inicios de los años ochenta y en ese momento era muy conservadora, pero con profesores de gran fama y reconocimiento que sabían cómo dotar a los alumnos de importantes herramientas para la posterior creación artística. Me especialicé en arte monumental figurativo y el objetivo era enseñar a los estudiantes a aplicar su arte a la arquitectura: arte monumental, murales. He crecido con esa visión monumental y por eso siempre me gustó hacer cosas de gran formato. Estuve en la Academia durante seis años y al sobrevenir los cambios políticos en mi país, decidí viajar.

 

Tengo entendido que esos cambios en la República Checa implicaron un cambio a lo interno de la Academia…

Efectivamente, por suerte la Academia ha dejado de ser menos conservadora, se ha permitido el desarrollo de muchos estilos contemporáneos y se ha posesionado el llamado arte conceptual. El taller que impartía como pedagogo ha mantenido la rigurosidad que implica el arte figurativo. Sobre esa base realicé una exposición que titulé Caos y fue un análisis biomecánico del cuerpo humano a partir de dibujos. Un galerista norteamericano se interesó en organizar en la ciudad de Miami una muestra porque aseguraba que era un artista típicamente praguense; esa exposición se tituló Europa en transición y la galería donde se expuso se especializa en arte étnico. Conocí el trabajo de don Pablo Amaringo, que es un chamán de la Amazonía peruana: ahí encontré la conexión porque Amaringo admiraba mi arte figurativo y yo su visión astral del mundo espiritual amazónico. De eso, precisamente, trata mi obra.

 

Ha sido, también, profesor. ¿El ser pedagogo le ha sido de utilidad?

Sí, porque los jóvenes tienen una energía especial y uno como maestro tiene que entender qué es lo que cada alumno individualmente está buscando: es un intercambio de experiencias que hay que enfocarlo a partir de lo que es la raíz viva, y descubrir la fuente de inspiración que nace del mundo interno propio en relación con la tradición en la que ha crecido y se ha formado. Nací en el centro de Praga, la capital; mi padre fue médico y mi madre cirujana plástica quien, por cierto, en los años ochenta estuvo en La Habana impartiendo un curso de su especialidad. Ellos siempre esperaron que siguiera el camino de la ciencia, pero mi interés siempre fue otro: expresarme a través de la pintura.