Tras la huella de un gigante

Guille Vilar
28/5/2019

Celebrar el octogenario natalicio de una insigne personalidad de nuestra cultura, es un hecho que no se puede limitar a la presentación ocasional de tres o cuatro crónicas en nuestros medios de prensa, sino que debemos de honrarlo permanentemente en cada oportunidad que se nos presente. En tal sentido, hablar de la obra y del propio Leo Brouwer en el marco del Simposio de Cubadisco 2019 con motivo de sus recién cumplidos 80 años, no solo representa el saldo de una deuda del respeto y de la admiración del universo discográfico cubano para con el maestro, sino un modesto intento de acercarnos a la abarcadora dimensión de su obra. Por lo tanto, esta crónica va dirigida fundamentalmente al ciudadano común, a aquel que ha oído hablar mucho acerca de Leo y por lo tanto se imagina que debe de ser un músico importante, pero lamentablemente, no ha podido nutrirse de toda la información adecuada para llegar a coincidir con nosotros en que realmente estamos hablando de un gigante de la cultura universal.[1]

Leo Brouwer. Foto: La Jiribilla
 

Cuando el guitarrista y amigo personal del maestro, Jesús Ortega expresa que: “Leo con su naturalidad en el trato hacia todos, la escasa, por no decir inexistente preocupación por mostrar el éxito universal de su obra, sus grabaciones discográficas y actuaciones como guitarrista y director, los reconocimientos que en todas las partes le otorgan, parece esconder deliberadamente su excepcionalidad al ocultarse entre amigos y fundirse en el pueblo del que surgió” [2], está diciendo sencillamente, la verdad.

Aunque Leo pretenda esquivar con mil excusas una petición para que nos hable acerca de él, de todos modos, estamos en presencia de uno de los músicos más respetados, reconocidos y admirados en la sociedad cubana de nuestro tiempo. Bien como guitarrista brillante y virtuoso, como compositor prolífico y renovador, carismático director de orquesta o, incansable promotor cultural, cualquiera de estas facetas por si misma acerca de su desempeño profesional, hubiera sido suficiente para que su nombre pasara a la posteridad con los merecidos reconocimientos. Pero el caso es que el maestro, ha sido brillante en todas y cada una de tales aristas. Muchos de nosotros compartimos la certeza que se trata del Midas de los músicos cubanos.

Desde épocas tan tempranas de su trayectoria como guitarrista, en 1966, ya el prestigioso critico cubano Edgardo Martin consideraba a Leo como uno de esos auténticos músicos, netos y natos en quienes la mayor excelencia artística parece brotarle con una aparente facilidad, naturalidad que obviamente oculta la exigencia y el rigor profesional del intérprete. Solo alguien convencido como el propio Leo de la necesidad de comunicarse con el público dentro de la mayor eficacia posible, fue capaz de realizar en aquellos años de los 60 y 70, —específicamente hasta 1983—, una cantidad de 150 giras y más de 400 presentaciones como concertista. Quien tuvo el privilegio de estar presente en cualquiera de sus actuaciones, sencillamente quedaba impactado por la intensidad de la energía que trasmite el ejecutante, donde el predominio de la sobriedad nos convence de ser testigos de un espectáculo unipersonal, verdaderamente inolvidable [3]. Su arte interpretativo-compositivo, define una renovación de la técnica en la guitarra a partir de la forma de tocar obras de su propia inspiración.

Su arte interpretativo-compositivo, define una renovación de la técnica en la guitarra.
Foto: elretratodehoy.com.ar

 

Por su parte, la crítica especializada lo considera como el mayor innovador en la creación guitarrística del siglo XX y lo ubican entre los cuatro guitarristas vivos más sobresalientes de los dos últimos siglos. No por gusto, en conservatorios del mundo entero se tienen composiciones de Leo como obras de estudio obligatorio para los estudiantes. Tal ha sido su relevancia en la música, que un festival de guitarra en Japón llevó su nombre. Quizás esta breve reflexión de Cuqui Nicola, hermana del gran Isaac Nicola, pueda sintetizar la repercusión universal del maestro como interprete: “Él se fue por encima de escuelas, de maestros y de todo” [4]. A su vez, filmes de la cinematografía de Francia, México y Perú —entre otros tantos—, contienen huellas de la obra autoral de Leo Brouwer. Del mismo modo ocurre en películas emblemáticas de nuestro país como: Historias de la Revolución, El joven rebelde, El hombre de Maisinicú ó Lucia, donde su música comparte el papel protagónico de la trama en las mismas.

Para continuar haciendo crecer la emoción que nos embarga a todos como cubanos por los 400 años de la fundación de Toronto, la Sinfónica de dicha ciudad canadiense le pidió el estreno de una obra suya, mientras que la Orquesta Sinfónica de Viento de Pittsburg, tocó en una temporada de conciertos más de 40 veces su obra “Canción de Gesta”.

Como director de orquesta, dueño de un espectacular modo de dirigir, fundó y dirigió por una década la Orquesta Sinfónica de Córdoba, además de haber trabajado con la Sinfónica de la BBC de Londres o con la exclusiva Filarmónica de Berlín. Asimismo, ocupa por primera vez el podio ante la Orquesta Sinfónica Nacional en el Gran Teatro, durante la conmemoración del Tricentenario de J. S. Bach, en 1985.

Como director de relevantes grabaciones discográficas en el mundo, no contamos con el espacio ni con el tiempo suficiente para reseñar la mayoría de las mismas, a no ser el memorable disco que contiene el concierto compartido con Irakere en el capitalino teatro Karl Marx, en 1978. En este mismo año dirige una orquesta sinfónica para la grabación de su Concierto de Lieja, a cargo del guitarrista griego Costas Cotsioli, o la imprescindible suite de su autoría From Yesterday to Penny Lane, inspirada en la obra de Lennon y McCartney, con la participación del virtuoso guitarrista Ichiro Susuki y la Sinfónica de la televisión francesa. Sin embargo, de 1989 es 17 Songs de Maria Farantouri. Este fue un relevante proyecto discográfico que, bajo su batuta, participan numerosas personalidades de rango universal como Milton Nascimento, Vangelis, Lucio Dalla, Mercedes Sosa, entre otros invitados de altura, además de la propia Farandouri. Precisamente, esta inquietud desprejuiciada del maestro por integrarse a las diversas manifestaciones de la música contemporánea desde la mayor amplitud posible, es lo que le permite ofrecer con gran éxito de público, el mítico Concierto de Bach a Los Beatles, en el Cine Charles Chaplin. Se ocuparon más de 2000 lunetas, integradas en su mayoría por jóvenes cubanos que escuchamos hipnotizados una sugerente versión guitarrística de canciones de Los Beatles, además de haberlos valorado personalmente con el respeto y a la altura que merece este clásico de la música popular.

Dirige una orquesta sinfónica para la grabación de su Concierto de Lieja. Foto: discogs
 

Leo puede hablarnos con profundo conocimiento de causa de Emerson, Lake and Palmer, de Ravi Shankar, de Atahualpa Yupanqui o de Steve Vai; —esto para no hacer demasiado extenso este testimonio de reconocimiento de su cultura musical enciclopédica. Son puntos de vista que les impregnó a los integrantes del GESI como su director, a finales de la década del 60—

Figuras paradigmáticas de la actual música cubana como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola Sergio Vitier y Pablo Menéndez, entre otros, recibieron en muy breve lapsus de tiempo, enseñanzas conceptuales y de técnicas de composición de las manos de Leo, lo que les permitió alcanzar definitivamente la estatura artística que los distingue posteriormente. La propia Sara González en una entrevista de Jaime Sarusky, afirma que: “(…) las enseñanzas de Leo fueron fantásticas, vitales.

 Silvio Rodríguez, recibió en muy breve lapsus de tiempo, enseñanzas conceptuales y de técnicas
de composición de las manos de Leo. Foto: latercera.com

 

No solo te enseñaba donde quedaba el “do, sino donde tenías tu cabeza para pensar y qué era importante que supieras de la vida y la cultura” [5]. Y si esto era así, fue porque para Leo Brouwer la cultura refleja la perspectiva de un paisaje maravilloso que debemos de disfrutar a través de diez ventanas, pero de las cuales nueve tenemos habitualmente cerradas y solo abrimos una de ellas. Los grandes consorcios de la música comercial en el mundo, deben sentir temor de personalidades artísticas que como Leo se muestran intransigentes ante la manipulación del gusto popular en los medios y en las redes sociales; a añadiría yo, con productos musicales formalmente atractivos, pero de muy poca creatividad.

Por tales razones, Leo Brouwer en buena parte de su vida profesional, ha luchado desde todos los ángulos inimaginables para que nos sintamos motivados, de que seamos capaces de abrir permanentemente esas otras ventanas que, sin darnos cuenta, dejamos cerradas en nuestras vidas cotidianas. Sabe que de lograrlo, pudiéramos llegar a tener diez perspectivas diferentes de la cultura que, sin discusión alguna, nos proporcionarán una capacidad infinita de enriquecernos espiritualmente.

En tal sentido, abramos una de esas ventanas donde Leo nos ofrece sus criterios sobre la posible vinculación de Los Beatles con la música cubana. Cuando escuchamos piezas de Los Beatles como “And I love her”, la mayoría de los presentes tenemos la certeza de encontrar en dicha grabación la presencia de la música cubana. Sin embargo, la concreta es que Leo nos recuerda que entre las múltiples influencias que tuvieron Los Beatles en los comienzos de su carrera, la música cubana les llega como parte del concepto de música latina, esa que músicos norteamericanos de las décadas de los 40 y 50, mezclaron indiscriminadamente con la mexicana o con la de Puerto Rico. Además, el hecho de que aquí toquen la clave al igual que han empleado las maracas, el bongó y las tumbadoras —en otras de sus canciones—, no significa en absoluto que estemos ante el fundamento sonoro básico que identifica a la música cubana, puesto que dichos instrumentos de percusión son secundarios en su función colorista, en su papel de acompañamiento del resto de la instrumentación de una canción.

Se nos han quedado muchísimas cosas que decir sobre el maestro, pero de todos modos esperamos que este breve acercamiento a una honda percepción del significado del nombre Leo Brouwer, no solo para la cultura de nuestro pueblo sino para el mundo entero, sirva como acicate para acercarnos todavía más a las diversas y múltiples investigaciones que sobre el maestro, abundan en artículos de fondo —ensayos, entrevistas y crónicas—. En todo caso, tengo la convicción de que, en otras circunstancias históricas, un gigante de la cultura universal como Leo Brouwer, sería por lo menos merecedor de uno de los premio Nobel que otorga la academia sueca.

En otras circunstancias históricas, un gigante de la cultura universal como Leo Brouwer,
sería por lo menos merecedor de un premio Nobel. Foto: Cubadebate

 

Y aunque todos estaremos de acuerdo con semejante reconocimiento, prefiero quedarme con la certeza de que hemos elogiado a un allegado compatriota que ha expresado este concepto lapidario a favor de una vida desbordante de sentimientos auténticos: “Preferimos sin vacilar, un minuto de plena intensidad a décadas enteras de laxitud cómodamente monótona”[6].

 

Notas:
 
[1] No puedo dejar de mencionar los nombres de prestigiosos musicólogos, periodistas y de críticos que gracias al trabajo de investigación sobre la obra de Leo Brouwer, hemos podido ahondar en sus criterios sobre semejante figura de nuestra cultura.
Ellos son Isabelle Hernández, Jesús Gómez Cairo, Radames Giro, Jaime Sarusky, Edgardo Martin, José Ardévol, Danilo Orozco, Orlando Castellanos, Pedro de la Hoz, Tania Quintero, Carlos Garcés, Frank Padrón y Ernesto Juan Castellanos entre otros.
[2] Ortega, Jesús. Por siempre Leo. Clave. Segunda Época, año 5, núms. 2-3, 2003, p. 85-86.
[3] Como se conoce, Leo Brouwer deja de tocar la guitarra en 1982 y a continuación exponemos su testimonio sobre las causas que lo llevaron a semejante decisión: “La enfermedad de la uña del medio de mi mano derecha en 1982 me llevó a trasladar las funciones de aquel para los dedos índice y anular. La situación se mantuvo largo tiempo y dio lugar a un recogimiento del afectado. Ahora lo trato según prescripción facultativa para que recupere sus condiciones”. Tal recuperación no se dio y asume la posición de que, si no puede tocar con el sentido de la perfección acostumbrado, dejará de ser concertista.
[4] Entrevista de Isabelle Hernández a Cuqui Nicola. Publicada en Clave, segunda época, año 5, núm 2-3, 2003, p. 87-93.
[5] Sarusky, Jaime. El GESI. Mito y realidad. P. 82
[6] Leo Brouwer. Del rito al mito. Ediciones Museo de la Música, 2009. Autores varios.