La batuta de un Maestro
1/3/2019
Dirigir, educar, trasmitir con sabiduría, pedagogía y modestia fue la vida de un hombre que desde su infancia se dedicó al arte de la música y el magisterio. Me refiero al trompetista cubano Marcos Antonio Urbay Serafín, quien entregó su larga vida a tan excelsas profesiones.
Con 90 años de edad seguía librando batallas, hasta que ya el cuerpo no resistió las bondades de su alma. Su partida el pasado 24 de febrero nos entristece, pues era uno de los pocos longevos en activo que la música cubana tenía el privilegio de mantener. Ensayar, estudiar, fueron sus máximas. Su deseo: que se le recordara como “un obrero de la música”.
Hace pocos meses obtuvo el merecido, aunque algo tardío, Premio Nacional de la Música 2018, que reconoce la labor de toda la vida. Sí, porque un músico como Urbay, comienza desde temprano. Y privilegiados fuimos los que pudimos contar con su presencia y labor.
En mi imaginario de su figura —aunque no fui su alumna directamente—, de cuando yo estudiaba en el conservatorio Alejandro García Caturla y él era profesor, puedo afirmar que era símbolo de rigor, disciplina y respeto. Siempre hablaba en voz baja, pero todos sabíamos que debíamos comportarnos correctamente. ¡Que viva la vieja escuela!
Sus clases tenían lugar al final del recinto, donde solo se escuchaban los sonidos de la trompeta a la par de los de sus alumnos, quienes calentaban en los jardines. Era necesario calentar el labio antes de entrar a clases. Luego, cada domingo, en los que teníamos obligatoria asistencia a los conciertos de la Sinfónica, lo veíamos en la orquesta.
Es frecuente destacar el trabajo de los grandes intérpretes, a quienes, por lo general, les acompaña la fama. Sin embargo, qué difícil resulta en ocasiones ver la labor de las personas que con su empeño los hacen brillar, y uno de estos artífices de la calidad interpretativa fue Marcos Urbay.
Su labor docente fue intensa. Fue maestro fundador de la Escuela Nacional de Arte, impartió clases en el conservatorio Alejandro García Caturla, preparó a los maestros de trompeta de todo el país, a los trompetistas de las orquestas sinfónicas de las provincias y a los de la Orquesta Cubana de Música Moderna, escribió los libros de texto de la enseñanza de ese instrumento y fue profesor del Instituto Superior de Arte.
Pero su trabajo no quedó solo en el magisterio, su vida entera la dedicó a la interpretación, al rescate de tradiciones, en especial la Banda de Conciertos de Caibarién, agrupación de la que su padre, Roberto Urbay Carrillo, fuera fundador y luego director (primer trompeta desde 1949 a 1990, año en que Marcos asumió la dirección).
Este compromiso resulta del legado familiar característico de las bandas de concierto y de las exigencias de la localidad donde se desarrollan. Las bandas de concierto son agrupaciones musicales con vida propia, y en sí mismas constituyen escuelas y merecen el respeto de su pueblo.
Son la resultante de una tradición centenaria en toda Cuba, y han sido símbolo de valores patrios, alegrías, acompañamiento oficial y solemne, retretas, conciertos didácticos, diversidad de repertorios y calidad interpretativa. Marcos Urbay veló por que se mantuviesen esos códigos en la Banda de Conciertos que dirigió.
Penosamente, hoy en varios municipios del país sucede todo lo contrario. Las autoridades no les dan la mejor atención, no se comprende la importancia del ensayo, la exigencia de un repertorio de excelencia que tenga los códigos necesarios para que llegue a receptores de todas las edades. Pero, ese es un tema a tratar en otra ocasión.
Marcos Urbay comenzó tocando en la banda de jazz de los Hermanos Farach, de su Caibarién querido. Integró varias orquestas para programas de radio y, en 1952, fue primer trompeta en la Orquesta Riverside. Transitó por la orquesta del cabaret Tropicana, por la Orquesta Filarmónica de La Habana y por la Orquesta del Canal 4 de la televisión cubana bajo las batutas de Armando Romeu, Adolfo Guzmán y Julio Gutiérrez. Fue uno de los tres trompetistas seleccionados para fundar la Orquesta Sinfónica Nacional, institución en la que se mantuvo por tres décadas y que este año cumple su 60 aniversario de fundada.
El legado de Marcos Urbay nos conmueve, su historia nos inspira, su actitud de extrema sencillez y modestia es faro y guía para todos los que continúan su obra, porque cada día se puede ser mejor. Así son los grandes hombres que transitan por la vida para sembrar verdades, para sembrar cultura, para sembrar el alma y dirigir con su batuta la mejor orquesta de la vida.