Identidad y emergencia del cine dominicano, en La Rampa

Joel del Río
20/2/2019

Tal vez esté llegando la hora de que el cine dominicano sea percibido, por ciertos sectores de la crítica cubana, e internacional, como un fenómeno artístico realmente auspicioso, y desaparezca de una vez cierto dejo de subestimación y condescendencia con una cinematografía en plena evolución luego de la puesta en marcha de la Ley de Cine que le confirió estímulos inéditos al audiovisual autóctono. La semana de cine dominicano, que tiene lugar en el cine La Rampa, del 28 de febrero al 3 de marzo, dedicada a títulos contemporáneos producidos en aquel país, quizás logre contribuir con la entronización de criterios valorativos más justos respecto a la cinematografía del vecino país.

El prejuicio entre nosotros pudiera originarse fundamentalmente en dos hechos: el auge del cine dominicano es muy reciente, y por tanto estuvo ausente en las grandes etapas de auge cubano, a partir de los años sesenta, y tal ausencia les permite a algunos críticos cubanos sentirse fatuamente superiores. Además, las autoridades dominicanas consiguieron estimular ciertas emergencias del cine más artístico, luego de conseguir un mercado rentable, con películas muy comerciales que el público nacional adoró. Y ya se sabe del resabio prejuicioso que, a estas alturas, todavía anima a ciertos críticos cubanos cuando se suponen autorizados para deslindar comercio y arte, industria y novedad.

Foto: Internet
 

Entre las películas que consiguieron cimentar, primero, un cine dominicano del gusto de su espectador natural, se encontraban Nueva Yol: Por fin llegó Balbuena (1995), Perico Ripiao (2003), Sanky Panky (2007), Cristiano de la secreta (2009) y Lotoman (2011), que devinieron exitazos en la taquilla local. En esta saga de grandes éxitos se puede contar la comedia romántica Colao, que se encuentra en este pequeño y selecto grupo de filmes dominicanos, casi todos fechados en 2017, que se exhiben en el cine La Rampa. Dirigido por el actor y realizador Frank Perozo, y premiado por el público en el festival de cine dominicano de Montreal, el filme cuenta la historia de un joven campesino, atractivo y soltero, que llega a la capital para encontrar el amor de su vida, que resulta ser una chicha perteneciente a un mundo social y cultural muy distinto.

Sin embargo, aunque la comedia paródica haya sido una de las claves que acompañó el auge actual del cine dominicano, en una clave muy distinta se realizó la impresionante Carpinteros, drama de denuncia social dirigido, escrito y editado por José María Cabral, y que describe las relaciones entre los presos y las reclusas en una cárcel dominicana. En busca de mayor realismo, Cabral rodó en las cárceles Najayo Hombres, Najayo Mujeres y La Victoria, donde descubrió que los presos le llaman “carpintear a comunicarse por señas en plan amoroso, para sobrepasar el impedimento de los barrotes y la falta de libertad. El director construyó una historia típica del cine carcelario y, como todos los clásicos de este tipo de filmes, los temas dominantes resultan ser la violencia, la traición y la venganza, además de las desigualdades e injusticias comunes en las cárceles.

Escena de Carpinteros, de José María Cabral. Foto: Europa Press.
 

Pero no solo Cabral forma parte de la camada de cineastas dominicanos que apuestan al cine de autor. Está también Nelson Carlo de los Santos, cuyo segundo filme Cocote ganó el aplauso de los críticos más exigentes, incluso en La Habana. Cuenta la historia de lo que ocurre en cinco días de funeral del padre del protagonista. Las mujeres le exigen al hijo que vengue la muerte de su progenitor, y entonces se ve forzado a participar de una serie de rituales con rezos, llantos y cánticos al ritmo de los tambores. Es un país diferente al de “las palmeras de Punta Cana”, según asegura el director del panorama descrito en su filme, muy cercano a los temas omnipresentes en el cine latinoamericano (machismo, raza, sincretismo religioso, violencia, desigualdades sociales) pero con un tratamiento riquísimo en términos visuales, pues se combinan diferentes formatos, o el color y el blanco y negro, mientras que genéricamente juega en serio con el pastiche y le echa mano a la tragedia y a la comedia, al humor negro y al absurdo.

Dirigida, producida y protagonizada por el exitoso productor José Enrique Pintor, y elegida por el público local como la mejor película dominicana de 2017, Mañana no te olvides es el conmovedor relato en torno a un joven, con síndrome de Down, que crea un lazo especial con su abuelo, con quien tiene mucho en común, pues el anciano padece Alzheimer. Después de realizar en el 2014 No hay más remedio, y de formar parte de la coproducción internacional Sol y Luna, en 2015, Pintor se aleja de la comedia popular con la que tanto éxito tuvo a través de títulos como Sanky PankySanky Panky II y Santicló. La Ley de Cine de República Dominicana hizo posible la realización de Mañana no me olvides, otra de las medulares contribuciones al enriquecimiento del cine nacional, como también lo fue el documental Hay un país en el mundo, del mismo director.

La semana de cine dominicano de La Rampa concluye con el filme más reciente entre todos los incluidos. Se trata de la comedia costumbrista, exploración en la pubertad masculina, que se titula Un 4to. de Josué. La guionista y actriz Dulcita Lieggi declaró que “con un toque de comedia, drama y romance, nuestro largometraje deja enseñanzas, lecciones para vivir mejor (…). A través del personaje principal, que es Josué, y de sus amigos, exploramos el mal de amores, los diferentes tipos de familias, la educación sexual, la abstinencia, la religión, la responsabilidad social, la búsqueda de un lugar en la sociedad, el propósito en la vida, y lo mucho que internet influencia a los jóvenes”. Así, Un 4to. de Josué significa otra demostración de la eficaz utilización de tópicos genéricos y comerciales para conseguir en conjunto una cinematografía sostenida por la voluntad de retratar un país, y su identidad, de manera honesta y simpática.