“Sí, tenemos MIG-23”

Elier Ramírez Cañedo
1/11/2018

La administración del demócrata James Carter marcó un punto de inflexión dentro de la clásica agresividad que había caracterizado a las administraciones precedentes en lo referente al diseño y la implementación de la política hacia la Mayor de las Antillas. Carter se convertiría en el primer presidente de la nación del norte en ordenar, por Directiva Presidencial de marzo de 1977, el intento de avanzar hacia la “normalización” de las relaciones con Cuba. Sin embargo, desde los primeros meses de su arribo a la Casa Blanca tendría que enfrentar a influyentes sectores de poder —incluso figuras importantes dentro del ejecutivo— que se oponían a cualquier flexibilización de la política hacia la Isla. Estos sectores, de inmediato, se convertirían en los principales responsables de generar obstáculos o fabricar crisis artificiales que entorpecieran el proceso de mejoría de las relaciones bilaterales entre Washington y La Habana.


Fotos: Internet

 

Una de esas seudocrisis estalló a finales de 1978, en torno a la presencia en Cuba de aviones MIG-23, momento también en que la línea militarista y enemiga de la distensión con la URSS se encontraba maniobrando para bloquear la firma de los acuerdos SALT II. La presencia en Cuba de algunos aviones MIG-23 les vino entonces como anillo al dedo.

El 30 de octubre se dio a conocer la primera noticia acerca de la existencia en Cuba de los aviones MIG-23, por el corresponsal de la AP ante al Pentágono, Fred Hoffman. El resto de las agencias se hicieron eco de esta noticia achacándosela a las fuentes de inteligencia militar norteamericanas. Durante varios días el asunto no volvió a ser tocado públicamente, hasta que, el 15 de noviembre, los periodistas ultrarreaccionarios Rowland Evans y Robert Novak, vinculados al Pentágono, dedicaron su columna en el Washington Post al tema, haciendo referencia a un memorándum del secretario de Defensa. Según este artículo, la presencia en Cuba de aviones MIG-23 violaba el acuerdo establecido entre los Estados Unidos y la URSS a raíz de la crisis de octubre de 1962.

Los medios propagandísticos occidentales inmediatamente iniciaron una nueva campaña contra Cuba. Se decía, entre otras falsedades, que la Unión Soviética había estacionado de 15 a 20 aviones de combate MIG-23 en la Isla y que algunos de ellos podían bombardear el territorio norteamericano con armas atómicas, por lo que se violaban los acuerdos de octubre de 1962 entre los Estados Unidos y la URSS. También se decía que los Estados Unidos habían sabido desde el mes de abril sobre la presencia de los MIG-23 en Cuba, pero no había existido gran preocupación, pues todos los datos obtenidos apuntaban a que solo se trataba de aviones de intercepción; pero que, posteriormente, los analistas estadounidenses habían comprobado que dos o tres eran modelos de ataque equipados con rampas para bombas nucleares, lo que hacía vulnerable algunas bases de los Estados Unidos ubicadas en la zona sur.

La “filtración” de un memorándum del secretario de Defensa, Harold Brown, al presidente Carter, alertándolo de que los MIG-23 eran un problema de “alta sensibilidad política”, obligaron a la Administración a pronunciarse. El secretario de Estado, Cyrus Vance, pidió explicaciones al embajador soviético en los Estados Unidos. El 15 de noviembre Carter escribió en su diario:

Me molestó la filtración del Estado Mayor Conjunto relativa a los MIG-23 en Cuba. Llamé a Harold Brown y descubrió que un documento ultrasecreto que tratamos con mucho cuidado en la Casa Blanca, no haciendo copias, se le dio al Estado Mayor Conjunto y ellos hicieron quince copias, una copia de las que supongo, como sucede habitualmente, fue a parar a los medios de comunicación. Mi disgusto ha quedado registrado en el Pentágono, vamos a ver si tiene algún efecto. Después supe —añadió Carter al publicar su diario en 2011— que Paul Nitze, Scoop Jackson y algunos otros habían orquestado la filtración y subsiguientemente levantado los temores de una amenaza cubano-soviética a los Estados Unidos, todo lo cual se diseñó para evitar la aceptación de cualquier acuerdo SALT.

La seudocrisis llegó a su cúspide cuando Carter, a solicitud del Departamento de Defensa y con el apoyo entusiasta de Brzezinski, autorizó el 12 de noviembre de 1978 el vuelo de reconocimiento de un avión espía SR-71 sobre Cuba. Casi al mismo tiempo se realizaron maniobras aéreas y navales conjuntas de los ejércitos estadounidense y británico muy cerca de la costa norte de la Isla, “las más importantes desde 1962”, destacó Le Monde. Estas maniobras no fueron notificadas por los canales pertinentes a las autoridades cubanas, por lo que en la Isla se movilizaron las fuerzas armadas. Solo algunos días después los Estados Unidos comunicaron al gobierno cubano que se trataba de maniobras de rutina. Al respecto escribió Wayne Smith, quien se desempeñaba como jefe del Buró Cuba en el Departamento de Estado:

Nosotros no notificamos a Cuba sobre estas maniobras. Su primera alerta fue cuando las pantallas de los radares cubanos mostraron que se acercaba una gran flota. Además, en lo que más tarde los Estados Unidos insistieron que había sido una coincidencia, casi el mismo día, se reanudaron los sobrevuelos de reconocimiento de los aviones SR-71.

Fidel Castro, refiriéndose a esta burda campaña artificial montada contra Cuba, expresó categóricamente el 21 de noviembre de 1978:

(…) Sí, tenemos MIG-23, hace un año aproximadamente que hay MIG-23 en Cuba. Fue planeado hace muchos años, estaba en el plan perspectivo del desarrollo de nuestras fuerzas armadas. Hace ocho meses que están volando y maniobrando (…). No es un secreto para nadie. Esto es cosa conocida por todo el mundo, y Estados Unidos lo sabe perfectamente bien (…). Son aviones tácticos, defensivos absolutamente. Por tanto, esta seudocrisis, esta farsa que se ha montado en estos días (…), porque alguien dijo que la historia se repetía una vez como tragedia y otra vez como farsa; la tragedia pudo haber sido en 1962, y esta vez tenemos la farsa de los MIG-23, traída de los pelos y fabricada artificialmente.

Días después, Fidel denunciaría por primera vez en público la violación del espacio aéreo cubano por el avión espía estadounidense SR-71:

Y una de las cosas que hoy más nos irrita de Carter es el hecho de que sin justificación de ningún tipo —porque para eso jamás habrá justificación— reanudara esos vuelos (…). Inventaron esta seudocrisis de los MIG-23 y la utilizaron como pretexto para violar el espacio aéreo cubano. Esa es una flagrante violación del espacio aéreo, de la soberanía del país.

La “crisis” prácticamente concluyó con las declaraciones del presidente Carter el 30 de noviembre, cuando señaló que los soviéticos le habían asegurado que no se habían violado los términos del acuerdo de 1962 y que ellos no disponían de ninguna prueba en el sentido de que existieran armas nucleares en Cuba.


Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos desde 1977 hasta 1981

 

Sin lugar a dudas, la histeria desatada en Washington por la presencia de aviones MIG-23 en la Isla constituyó un punto álgido en la atmósfera tensa que empezó a enturbiar el proceso de acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos. A partir de ese momento, la política de Washington hacia la Isla estaría más acorde con la que habían entronizado las anteriores administraciones estadounidenses contra la Revolución Cubana. Los sectores más derechistas y neoconservadores fueron ganando espacio y terminarían convirtiéndose en un poderoso dique de contención frente al proceso de “normalización” de las relaciones. Carter solo no pudo hacer nada frente a ellos, sino que quedó atrapado en sus nocivas influencias. En consecuencia, las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos se tornarían más difíciles y contenciosas a partir de 1979.

Esta seudocrisis no fue la primera ni la última incitada por los sectores más reaccionarios dentro de los Estados Unidos cada vez que se produjo alguna posibilidad de mejoría de las relaciones entre ambos países. En el contexto actual en que se desenvuelven las relaciones bilaterales, hemos visto como nuevamente la historia se repite como farsa, ahora con la campaña montada a partir de supuestos “ataques” acústicos sufridos por diplomáticos estadounidenses en La Habana, historia irreal y ridícula que cada día se desinfla más. En definitiva, la necesidad de construir una razón propagandística para justificar las políticas más irracionales y agresivas contra otras naciones ha sido una constante en la historia de la política exterior de los Estados Unidos.

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