Pánfilo no vive del cuento
10/9/2018
No es el humor atemporal y cosmopolita al estilo de Les Luthiers, Tricicle o Mr. Bean el que nos hace reír cada lunes con Pánfilo y sus vecinos, son los mensajes intertextuales relacionados con la cotidianidad cubana los que provocan el disfrute inmediato y la posterior reflexión de algunos.
La serie se alimenta de realidades que precisan transformaciones urgentes, y de estereotipos construidos por la repetición de patrones en un rol determinado. El programa se enfrenta al arribismo, la zalamería, y emplaza, para ser erradicados, a ciertos mitos y costumbres.
Vivir del cuento tiene el privilegio ganado de contar con muchos espectadores, la mayoría fieles amantes, otros, detractores de lo grotesco como forma de hacer reír; todos, sin embargo, conscientes del carácter crítico del programa, un fustigador necesario en todos los tiempos.
Lo mismo un ama de casa que un funcionario son televidentes asiduos, capaces de rematar con la sugestión propia una agudeza de los guionistas, sin embargo, descubrir el pasaje no significa repensarnos en él. Prueba de ello es aquel que nos recibe con unos golpes en el pecho para, como buen nonócrata (diría Calviño), negarse con rodeos a atender un nuevo proyecto; el mismo que se muestra indiferente sin darle un aventón a nadie y los martes llega a la oficina y, mientras le comunica a su secretaria que no está para nadie, le comenta lo bueno que estuvo Pánfilo ayer.
Con cuántos Facundos nos topamos cada día, ciegos e intolerantes como cualquier fanático; con cuántos tramposos como Chacón, o supervivientes del fracaso como Chequera; cuántas realidades de Pánfilo no nos son ajenas. A veces pasa la media hora y entiendo el humor de Vivir del cuento como un eufemismo para hacernos juiciosos.
Entonces la mirada severa del anciano nos exige: deja de reír si después sales a la vida a parecerte al chiste; si tienes un negocio privado donde solo contratas a las jóvenes blancas y sensuales; si tu proyección es absolutista y demagoga; si tus principios son maleables; si discriminas al homosexual, al negro, al anciano, al pobre, al de otra ciudad, al diferente; si te aprovechas del necesitado; si practicas el amiguismo; si no asumes tus actos con responsabilidad. Deja de reír si eres la de la farmacia que no devuelve los buenos días, el director acomodado en su cargo, el pedidor de favores a cambio de hacer el trabajo, el taxista explotador que cobra doble el pasaje, el ladrón de los suministros de otros.
Pánfilo no vive del cuento, vive de nuestros errores. Recicla las veces que hemos sido injustos, egoístas, volubles, malos dirigentes o malos dirigidos; los lunes después del noticiero, no hace más que ponernos un espejo en la pantalla.
Todo concuerda con la realidad, soy fanático de este programa todos los lunes y muchas veces lo repito por CV Internacional, pero la programación de este canal no sale en ningún medio de prensa o sea lo veo cuando lo encuentro, buen artículo.
Saludos
Ulises
Excelente artículo
Este programa respeta la tradiciones de los cubanos, reirnos de nuestros propios problemas y sus actores lo hacen con respeto y con naturalidad, los felicito a todos.
Excelente comentario crítico… tiene mucha razón el colega Montalvo: Vivir del cuento es un espejo donde todos debemos mirarnos… Compartiré este artículo en mis perfiles…
Es cierto que podemos decir que el programa vivir del cuento es la realidad de nuestro país pero la pregunta es quien le pone es cascabel al gato para que no ocurran esas cosas, o será que además de vivirlas en carne propia también tenemos que visualizarlas y aún así siguen ocurriendo.