“Cambiar todo lo que debe ser cambiado”, pero para qué

Iroel Sánchez
10/9/2018

En el actual debate sobre la Reforma constitucional en Cuba hay una frase de Fidel que suele citarse en ocasiones para abogar por la generalización del “libre mercado”, la retirada del Estado de la mayor parte de la economía y la eliminación de cualquier regulación a la concentración de la propiedad, mientras se repiten expresiones del ministro de Economía de Augusto Pinochet y coautor de su manual pionero del neoliberalismo, Sergio de Castro, que pueden escucharse de su boca en el documental Los Chicago boys, tales como “lo que es de todos no es de nadie” y “lo que no está prohibido está permitido”. A falta de algún pronunciamiento del Comandante coincidente con tales propósitos, se repite que “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”.

Foto: Internet
 

Habría primero que ubicar la frase en el texto del que ha sido extraída:

“Revolución es sentido del momento histórico;
es cambiar todo lo que debe ser cambiado;
es igualdad y libertad plenas;
es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos;
es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos;
es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional;
es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio;
es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo;
es luchar con audacia, inteligencia y realismo;
es no mentir jamás ni violar principios éticos;
es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.
Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.

También resulta necesario situar el “momento histórico” en que se dijo tal expresión: Fidel expuso su Concepto de Revolución el 1ro. de mayo del año 2000 en la Plaza de la Revolución José Martí, en los inicios de lo que él mismo denominó Batalla de ideas, un proceso que en palabras de Fernando Martínez Heredia constituyó una “ofensiva” que “pretendió frenar desigualdades y reforzar al socialismo”.

Además, examinar qué dijo Fidel después, si cambió ese conjunto de ideas o lo reforzó. Por ejemplo, revisar el discurso suyo que más suele citarse entre los que pronunció en el siglo XXI, el realizado en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005. Lo que más se acostumbra a referir de esa intervención es la frase “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos (el gobierno de Estados Unidos); nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”. Inmediatamente después el Comandante hace un recorrido por la formación masiva de jóvenes como profesionales de la salud y otras esferas sociales, así como la participación de parte de ellos en “poner fin a muchos vicios (…) mucho robo, muchos desvíos y muchas fuentes de suministro de dinero de los nuevos ricos”. Por cierto, la expresión “nuevo rico” —que en singular o plural aparece siete veces en el dicurso— con frecuencia provoca reacciones incómodas en los mismos que citan y recitan como prueba de fe que Fidel dijo que hay que “cambiar todo lo que debe ser cambiado”.

Antes se había preguntado Fidel en ese discurso: “¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podía añadirles una pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en profundidad?” y apuntaba a la relación entre robo, corrupción y desigualdad: “¿Conocían todas estas desigualdades de las que estoy hablando? ¿Conocían ciertos hábitos generalizados? ¿Conocían que algunos ganaban en el mes cuarenta o cincuenta veces lo que gana uno de esos médicos que está allá en las montañas de Guatemala, miembro del contingente “Henry Reeve”?”, para poco después agregar una verdad casi proscrita en el lenguaje políticamente correcto: “conocen muy bien que desde que esta civilización existe, desde que la propiedad privada existe, surgió también la diferencia de clases y que el mundo ha conocido solo la sociedad de clases, lo demás es prehistórico”.

Al leerlo, asalta la pregunta acerca de si la desigualdad entendida como diferencia de clases no destruye a la Revolución, y qué relación guarda con la corrupción, si no la alimenta. Porque es válido preguntarse si hay servicios gratuitos para todos como la salud y la educación, o trámites al alcance de todos los bolsillos, ¿quién puede, con el “derecho” que le da su dinero, saltar por encima de todos y corromper al maestro, al médico, al funcionario encargado de una autorización, sino quien gana “cuarenta o cincuenta veces” más que ellos? ¿Puede el trabajador estatal, cuyo único ingreso es muchas veces el de su insuficiente salario, corromper a alguien, o son los que Fidel llama “nuevos ricos” los que pueden hacerlo? Una pregunta a futuro: ¿Aunque subieran los salarios del sector estatal hasta un nivel muy superior al de hoy, que cubra dignamente todas las necesidades básicas, de permanecer esa enorme diferencia apuntada por el Comandante, hoy mucho mayor, no seguiría facilitando la corrupción?

Suele acusarse a Fidel de igualitarista, idealista y paternalista, pero en el mismo discurso, al referirse a los alimentos que se entregan subsidiados a todos los cubanos por igual, planteaba “la libreta tiene que desaparecer; los que trabajan y producen recibirán más, comprarán más cosas; los que trabajaron durante décadas recibirán más y tendrán más cosas”, corrección que se ha prolongado excesivamente y a la que se refirió el General de Ejército Raúl Castro recientemente al reconocer la necesidad de “a la par que unificamos el sistema monetario, superar las distorsiones existentes en materia de subsidios, precios y tarifas mayoristas y minoristas y, como es lógico, las pensiones y los salarios del sector estatal de la economía (…) este asunto nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución urgente”.

También se acostumbra a culpar al Estado de frenar el desarrollo de las fuerzas productivas por cobrar altos impuestos para disminuir la inequidad y redistribuirlos hacia los servicios y las garantías que recibe todo cubano. Sobre este tema, en un Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, efectuado en 1996, Fidel afirmó:

El impuesto es muy lógico y es justísimo, no permitan nunca que se engañe a un trabajador echándoles la culpa a los impuestos de lo que es robo, para no querer pagar impuestos. Y bien arreglados estamos si permitimos que surja un sector rico, que puede llegar a tener, si nos descuidamos, hasta millones, y nosotros el deber de pagar los círculos infantiles, las escuelas, los hospitales, los policlínicos, el médico de la familia y todos los servicios sociales que presta la Revolución, a los cuales no se resignaría a renunciar. Nos resignamos mucho más a que no surjan millonarios.

Tengan la seguridad de que ninguno de nosotros derrama una lágrima porque no haya millonarios, aunque conocemos campesinos honrados que trabajando durante muchos años en la Revolución, cumplidores de las leyes del país, que son eficientes y no especulan ni roban, han hecho ingresos elevados. Los precios justos que pagó siempre el Estado lo hacían posible sobre todo en los que poseían tierra suficiente para ello. No nos preocupa que esos núcleos tengan un nivel elevado. Una persona puede trabajar honradamente y además cumplir con gusto sus deberes más elementales con la sociedad. Pero hay personas que cobran cualquier cosa por cualquier producto, por cualquier servicio, los hay y se hacen ricos. Y ahora su dinero se valora también, porque el que antes tenía 150 pesos podía adquirir un dólar y ahora con 22 ó 23 pesos tiene un dólar. Nuestros ricos se hacen más ricos con las medidas que inevitablemente hemos tenido que tomar, eso debemos comprenderlo, saberlo; pero se hacen más ricos también porque se está valorizando el peso, y no es malo que se valorice el peso, lo preocupante es que los ricos que adquirieron el peso fácil se hagan más ricos, eso sí. Debemos señalar, sin embargo, que el salario que ganó el trabajador con su sudor también se valoriza, aunque recibe muchos menos pesos que el rico. No tenemos nada contra los ricos, lo que queremos es que no le roben al pueblo y paguen impuestos.

Algunos dicen: “¿Por qué no les ponen un precio a sus productos y servicios?” ¿Quién le va a poner un precio si el individuo va a arreglar un problema por ahí y trata en la casa con una persona y le pide lo que quiera y se ponen de acuerdo? ¿Quién va a estar regulando el arreglo de un bastidor o de un cacharro? Ahora, sí podemos decir: Hay que pagar impuestos. El impuesto es el camino de recoger el exceso abusivo de dinero que adquieren algunas personas y bajo declaración jurada.

En abril de 2008 al referirse a un texto del periodista Elson Concepción sobre la desigualdad en Rumania, dondeun grupo de 300 rumanos —los más ricos— ha alcanzado la espectacular cifra de más de 33 000 millones de dólares, que representan el 27 por ciento del Producto Interno” y “Mientras se cuentan por millones los que viven por debajo de los niveles de la pobreza, la nación del Este europeo tiene un ciudadano con una fortuna calculada entre 3 100 y 3 300 millones de dólares”, apunta:

Recordemos todos que Rumania era un país socialista donde había petróleo e industria petroquímica bastante desarrollada, generoso suelo y clima para la producción de alimentos proteicos y calóricos, para no citar otras ramas.

Había allí teóricos del acceso fácil a los bienes de consumo, como los hay en Cuba; oídos y ojos imperiales atentos a esos sueños.

También fue Fidel quien explicó por qué la agricultura cubana no puede obtener iguales resultados aunque aplique los mismos métodos que la de China y Vietnam, cuando al reseñar una conversación con el Presidente Lula, hoy encarcelado por los defensores del neoliberalismo, afirmó que en Cuba:

No existe la mano de obra requerida para aplicarla intensivamente en la producción de granos, como hacen los vietnamitas y chinos cultivando mata a mata el arroz y extrayendo a veces dos y hasta tres cosechas. Corresponde a la ubicación y tradición histórica de la tierra y sus pobladores. No pasaron antes por la mecanización en gran escala de modernas cosechadoras. En Cuba hace mucho rato que abandonaron el campo los cortadores de caña y los trabajadores de los cafetales de las montañas, como era lógico; también gran número de constructores, algunos de la misma procedencia, abandonaron luego las brigadas y se convirtieron en trabajadores por cuenta propia

Hay quienes ubican el radicalismo justiciero de Fidel como fruto de las agresiones de Estados Unidos contra la Revolución cubana y la alianza de esta con la URSS, pero en su discurso de asunción como Primer Ministro, el 16 de febrero de 1959, cuando ambos procesos no se habían desatado aún, apuntaba:

…tan ladrón es el funcionario que se roba un millón como el empresario egoísta que quiere ganar también un millón.

(…)

Robo es robarle al tesoro público y robarle también al trabajador. Eso es una malversación también. Hay empresarios egoístas que quieren acumular fortunas para pasear por Europa, para dar grandes fiestas de 25 000 y 30 000 pesos, y quieren pagarles salarios de miseria a los trabajadores o a los empleados que tienen más cerca, de cuyas necesidades y de cuyos dolores no se conduele.

En esa misma intervención se refiere al factor moral en la lucha contra la corrupción que, aunque algunos pretenden olvidarlo, era el pan de cada día en la administración pública prerrevolucionaria, al extremo de que, antes del golpe de Estado de Batista en 1952, el partido más popular era el que tenía como lema “Vergüenza contra dinero” y como símbolo una escoba para barrer a los corruptos. Cualquier semejanza con lo que pasa en la mayoría de los países latinoamericanos hoy, incluyendo el México donde ha triunfado López Obrador, seguramente no guarda relación alguna con que allí impera el mismo sistema socioeconómico que existía en Cuba antes de 1959, con la eliminación de todo aquello que algunos quieren sustraer de la nueva Constitución, el capitalismo dependiente y subdesarrollado. Decía Fidel:

¿Que se pague más para que no roben? Bueno, está bien. Pero eso no es lo que garantiza la honradez del funcionario, lo que la garantiza es su convicción y su moral. Si es honrado no roba aunque le paguen 10 pesos al mes, y si es ladrón roba aunque le paguen lo que le paguen.

Cuba ha cambiado mucho y seguramente cambiará más aún para alcanzar los objetivos de la Revolución, que no son repartir la pobreza, adaptándose a un escenario internacional muy desfavorable donde impera el capitalismo neoliberal y el bloqueo económico le hace más difícil que a los demás países obtener financiamientos o acceder a mercados y tecnologías. Esa ha sido la línea de acción impulsada por Raúl, con creatividad, generando consensos, luchando por cambiar viejas mentalidades, enfrentándose a no pocos obstáculos internos de carácter burocrático y buscando rectificar distorsiones e insuficiencias que han surgido sobre la marcha. En ese sentido el proyecto de Constitución que actualmente se debate, cuya Comisión redactora presidió, reconoce la pequeña y mediana empresa privadas de propiedad nacional, plantea que “el Estado promueve y brinda garantías a la inversión extranjera, como elemento importante para el desarrollo económico del país” y “considera y regula el mercado, en función de los intereses de la sociedad”.

Pero usar a Fidel para defender la empresa privada en la medicina, que ha demostrado su fracaso como solución a los problemas de salud en el mundo entero, dejando a un lado el altruismo y la solidaridad que nos han traído hasta aquí, y justificar con “cambiar todo lo que debe ser cambiado” la desigualdad que hace que una parte de las personas deba sobrevivir buscando entre lo que otros desechan, o esperar recibir algo de los que más tienen en un “derrame” en que ya no cree ni el Papa, no parece compartir el propósito de “ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”.

Estimula ver la diversidad de criterios y el ambiente de total amplitud con que decursa el actual debate. Incluso, a juzgar por su reflejo televisivo, en algunas de las asambleas de discusión del proyecto de nueva Constitución cubana reportadas desde oficinas empresariales de la capital, han prevalecido opiniones en contra de que este plantee que “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales, a fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social”. Otros han preferido no cerrar los ojos ante el visible contraste que ha comenzado a apreciarse en nuestras calles entre quienes hacen ostentación de sus riquezas y la aparición de personas en estado de indefensión ante la pobreza. No hay que ignorar que para que haya alguien concentrando muchas propiedades deben existir miles sin ninguna. Existen otros sectores, como la educación, que son la garantía del desarrollo económico, donde los análisis del Proyecto no han comenzado y son víctimas de las distorsiones señaladas por Raúl como “injusta pirámide invertida” que hacen que quienes menos aporten sean quienes más ganen y seguramente tienen una visión diferente sobre el tema. ¿Si no se preservan tales límites, disminuirán o aumentarán los “buzos” buscando en los depósitos de basura de las “eficientes” empresas donde algunos tendrán la suerte de trabajar? ¿A qué escuelas enviarán sus hijos los partidarios de eliminar los límites en función de preservar la equidad cuando no queden maestros, como por ejemplo ha sucedido en el “próspero” municipio de Viñales, o acaso hay quienes piensan que van a poder pagarlos como privados cuando acumulen muchas propiedades?

Son preguntas que surgen. “Cuídense en especial de los que inventan empresas del Estado con cualquier pretexto y administran después las fáciles ganancias cual si hubiesen sido capitalistas toda la vida, sembrando egoísmo y privilegios”, aconsejaba Fidel a los jóvenes en una de sus Reflexiones, después de afirmar que “el capitalismo no sirve ni como instrumento”.

Por supuesto, que están en su derecho quienes así se expresan y citan a Fidel para argumentarlo, es parte de la libertad que hemos conquistado y defiendo, y no hay por qué dudar de su buena intención. Sin embargo, pareciera que por lo que indican la realidad y el pensamiento coherente del Comandante, hay que “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, pero sin olvidar en qué contexto y en beneficio de quiénes fue que impulsó esos cambios y luchó toda su vida.

 

Tomado de La pupila insomne