En defensa de la fantasía y la imaginación

Denia García Ronda
16/11/2017

En sus ensayos sobre la poesía, Mirta Aguirre defendió siempre la fantasía y la imaginación como partes inalienables de la condición humana. Conocedora de las teorías de Lucrecio, Juan Bautista Vico y otros pensadores renancentistas, así como de los autores españoles de los Siglos de Oro, se apoyó sobre todo en Marx, Engels y Lenin para oponerse a una crítica “marxista” limitadora de la subjetividad y los recursos expresivos de los escritores. En “En torno a la expresión poética” dice:

Lo poético, en su sentido más lato, es el reino de la fantasía. Y no hay que dejar perder la fantasía. “Sería estúpido negar el papel de la fantasía, incluso en la ciencia más estricta”, no vaciló en consignar Lenin en sus Cuadernos filosóficos. Por su parte, Marx y Engels le aplaudían a Carlyle, a quien en cambio le censuraban severamente otras cosas, el haber sabido tratar la lengua inglesa “como una materia enteramente en bruto que hay que volver a moldear”. Marx defendía en Proudhon, a la vez que lo vapuleaba por otras causas, “las paradojas ingeniosas” que le permitían “mistificar la razón burguesa vulgar” […] Ambos, Marx y Engels admiraban mucho a Goethe, para quien la imaginación era algo así como “la antecámara de la razón”, y eran mitólogos apasionados […] Son cosas que la crítica marxista le conviene no olvidar.

Para hablar de los poemas para niños de Mirta Aguirre, hay que partir de estos presupuestos, y de sus consideraciones sobre la literatura dirigida a los infantes. Una de las pocas cosas buenas del llamado quinquenio gris fue el impulso que se dio —a partir de uno de los acuerdos del Congreso de Educación y Cultura, de 1971— a las manifestaciones literarias y artísticas dedicadas a la infancia. De ahí surgió, en 1972, el Primer Fórum Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, en el que Mirta expuso su importante ensayo “Verdad y fantasía en la literatura para niños”, donde enfatizó el valor de la fantasía y de otros “mecanismos poéticos del lenguaje” para el conocimiento de la realidad y el desarrollo de la imaginación. Esa ponencia, verdadero ensayo teórico, ha quedado como un clásico para los estudiosos y creadores de la serie literaria infantil. Otros resultados, directos o indirectos, de ese acuerdo fueron la creación del Grupo Asesor Permanente de Literatura Infantil y Juvenil, la inclusión de esa serie literaria en los diferentes concursos existentes, el establecimiento del Concurso La Edad de Oro, la reanimación de la Editorial Gente Nueva (fundada en 1967), y la decisión de renovar los textos de los libros de lectura de la enseñanza primaria, en el marco del Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación, procurando garantizar la calidad expresiva.

En todos estos hechos estuvo, de una u otra forma, la voluntad y la acción de Mirta Aguirre. Aunque no se le reconoce como debiera, ella tiene una gran responsabilidad en “el primer gran viraje” de lo dirigido a los niños —demostrado, entre otros, por historiadores y críticos como Salvador Redonet, José Antonio Gutiérrez, Joel Franz Rosell, Excilia Saldaña y Antonio Orlando Rodríguez— y la sostenida evolución que ha tenido la serie desde 1973 hasta hoy, comprobado por la obtención de varios Premios de la crítica literaria, y el otorgamiento a Nersys Felipe, una de sus autoras más importantes, del Premio Nacional de Literatura.

Imagen: La Jiribilla

 

Se pudiera pensar que Juegos y otros poemas,(1974), su segundo poemario publicado —el primero fue Presencia interior, salido de las prensas 35 años antes— y el “primero de poesía mayor de la serie”, como lo ha calificado Excilia Saldaña, responde a la voluntad de cumplir, en su propia práctica poética, con los postulados que ella misma expresó en el Fórum citado. Pero lo cierto es que, según la propia Mirta, en su ya mencionada ponencia sobre la literatura infantil, en aquel año (1972) ya Juegos y otros poemas llevaba seis años esperando el proceso editorial. Finalmente, el libro apareció dos años después, con un solo poema añadido: “Canción antigua al Che Guevara”, en una excelente edición ilustrada por Tulio Raggy, quien renunció a la figuración y entregó unos dibujos válidos por sí mismos como obras de arte. Incluso, si revisamos la obra anterior mirtiana —mucha de ella no publicada o entregada a compositores para su musicalización— veremos que su vocación de escribir para niños tenía una larga data, por lo que su cruzada por reivindicar esa categoría literaria puede ser consecuencia de esa vocación y no causa de ella.

Juegos y otros poemas es un ejemplo de lo que debe ser la literatura infantil. Si hay un planteamiento previo —seguramente intrínseco en la autora— este ha debido ser el respeto a la personalidad del niño. Partiendo de ese postulado, se puede —si se tiene el talento necesario— hacer una literatura que no desmerezca ante lo escrito “para adultos”. El prejuicio hace muchas veces edulcorar de tal modo lo que va dirigido a los niños, que lo que podría ser un vehículo para aumentar su cultura y un estímulo para el mejor ejercicio de su inteligencia, se convierte en algo infecundo y soso. Pero además, hace que el escritor fuerce su expresión y rebaje consecuentemente la calidad de lo creado.

Conocer el límite entre esto y el peligro de caer en una literatura adulta disfrazada de niña es la primera cualidad que debe tener un escritor que quiera dirigirse a la infancia. Y es lo que conocía más que bien Mirta Aguirre. Y sabía que es posible que no todos los niños lo entienden todo —el libro está dirigido a edades entre cinco y 15 años, más o menos—; pero eso no fue limitante a su “querer lírico”; sino, con  toda seguridad, un acicate; porque el poemario pretende servir de guía para explicaciones complementarias, lo que le da un carácter especial: servirá para que padres o maestros amplíen los conocimientos de los niños y, en muchos casos, los suyos propios.

Este carácter didáctico —nunca didactista— no destierra a Juegos y otros poemas de las fronteras de la poesía, sino que garantiza su permanencia en ella al trasladar la tarea de la información —cuando esta sea necesaria— al seguramente conforme “intermediario”.

El libro está dividido en tres secciones: “Cuentos y juegos”, “Didascalia” e “Isla”, con un “Pórtico” que es toda una presentación de la nueva Cuba: el poema “De enero a enero”:

Mar Caribe adelante,

nao navegando

en el puente de mando

el comandante.

A su lado en la brega,

un pueblo fuerte

que se juega la suerte

como quien juega.

Pueblo de acero.

Pueblo de Patria o Muerte,

de enero a enero. 

En “Cuentos y juegos” es quizá donde más se desborda la fantasía poética de la autora. En algunos poemas, como “Caballito”, la nota sobresaliente es la ternura; en otros (“Arrepentimiento”, “Experiencia”) un fresco humor que no hace concesiones a lo evidente y que indefectiblemente provoca la sonrisa, que, como bien dijo un crítico, es la mejor manera de aceptar. En muchos, Mirta Aguirre recorre, en forma creadora, hallazgos poéticos desde los clásicos españoles hasta el presente. Sin mimetismo desluciente, a través del libro se perciben ecos de los grandes de los Siglos de Oro (Quevedo, Góngora, Cervantes), recuerdos de los logros formales del modernismo, ritmos de la vanguardia latinoamericana. La tesitura estrófica de Mirta Aguirre llega hasta la feliz utilización del zéjel, el cosante y otras no menos antiguas composiciones, recuperadas para lo nuevo: contenido, intención, lector.

Una constante en Juegos y otros poemas es la combinación de sustantivos y adjetivos que hacen que calificativo y calificado formen una sola palabra. O bien, que dos adjetivos se unan para formar uno nuevo que lleve en sí la significación de ambos. Y aun combinaciones con verbos, adverbios y otros elementos oracionales que resultan palabras nuevas.

Tortuguita lenta

carapachiquienta

pasito perplejo

le ganó al conejo.

Caballito juguete

caballito arlequín,

¿por qué vas sin jinete,

soliandarín?

El pico brillante,

de rubí el turbante,

pluminacarino,

con su par de espuelas

patiescarapelas

sale Gallo Fino.

Este recurso, ya presente en estilos anteriores, pero llevados a su clímax durante el vanguardismo (sobre todo en Vallejo y Huidobro) y bellamente utilizado entre nosotros por Emilio Ballagas, cobra nueva frescura en este poemario y hace partícipes a los niños de estos hallazgos literarios que tan bien se avienen a su fantasía y a su modo —poético— de comprender el mundo. Después de ella, mucho se ha usado y abusado de este recurso; pero en el momento en que apareció Juegos y otros poemas significó una novedad y hasta una sorpresa ante las extraordinarias posibilidades que tenía la poesía para niños en cuanto al lenguaje.

El dominio de Mirta Aguirre de los elementos de la composición poética le ha permitido —talento mediante— construir su libro con diferentes recursos (derivaciones, alusiones, aliteraciones, jitanjáforas y hasta rupturas de sistema) que recuperan de ese modo su lozanía y le entregan al joven lector —otra muestra del respeto de la autora por él— mucho de lo que la humanidad, a lo largo de siglos, ha acumulado con respecto a la creación literaria, pero desde la impronta personalísima de la poeta. Y todo, o casi todo, dado como un “juego sonoro”, y yo diría que también estructural.

Dentro de esos “juegos” no está ausente la intención de motivar la curiosidad de los pequeños lectores. Un ejemplo de ello es el poema “Arrepentimiento”, donde la historia que cuenta, a partir de la fantasía, es totalmente alusiva:

Recado para Jonás

recado de la ballena:

que ella tiene mucha pena

por lo de tiempos atrás,

que no se lo va a hacer más,

que es una muchacha buena;

que lo convida a una cena

de olvido y olvidarás;

que le promete además

regalarle una sirena.

Recado de la ballena,

recado para Jonás.

Por lo que reclama explicaciones de esa “misteriosa historia”: ¿quién fue Jonás? ¿Qué le hizo la ballena? ¿Por qué le pide perdón?

Pero es “Didascalia”, la segunda parte del libro, la que con seguridad, en correspondencia con su título, más preguntas infantiles provoca: “¿Quién es Don Quijote?”, “¿Y Juana de Arco?”, “¿Por qué este, que no quiere tener botas, se llama hermano Francisco?”, “Cuéntame eso de las constelaciones”, “Dime cosas de Vietnam”. Y aún más interrogantes relacionadas con los personajes y hechos que se presentan, dados mediante el “rejuego sonoro” de que habla Mirta Aguirre en la Introducción.

La tercera parte —“Isla”— es la que va a llenar el pecho del niño por el mucho orgullo de ser cubano. Desde la “Criolla” colonial, con su sabor de “tiempo de España”, la descripción amorosa de la Isla, el reconocimiento de nuestra personalidad nacional, la alegría de haber nacido en nuestro archipiélago —“y Cuba para morir/ y Cuba para nacer”—, el saludo a los héroes, hasta la voluntad y el juramento de luchar y vencer, cubren los contenidos de esta sección. En ella incluyó la autora “Canción antigua a Che Guevara”; e hizo bien, porque ese poema —uno de los mejores que se han escrito sobre el Guerrillero Heroico, y de los que más calan en su personalidad ética— participa de la doble condición de ser reconocido y gustado —sería mejor decir sentido— por la gente mayor y por los niños, que lo conocen y lo dicen en infinidad de ocasiones, ya en un coro hablado, ya en una dramatización o en cualquier otra forma de expresión. Juegos y otros poemas es, por otra parte, un poemario inclusivo desde el punto de vista de los temas y personajes que trata. Sin separarse de su intención ideoestética básica, están tratados, por ejemplo, representantes de posiciones idealistas, como San Francisco de Asís, y mitos bíblicos como el de Jonás y la ballena, y en ambos casos el acercamiento es empático. Esto tampoco es nuevo en su quehacer literario. No le huyó nunca a estudiar a personalidades católicas, y aun místicas, como Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Sor Juana Inés; o analizar los aspectos religiosos de El Quijote, e incluso valorar la obra social de una mujer burguesa y católica como Marta Abreu. Claro que sus análisis parten siempre de una concepción materialista de la historia, pero no desconoce ni censura la filiación religiosa o clasista de sus estudiados, siempre que su labor redunde en beneficio de la sociedad o de la cultura.

Mucho se ha hablado, y polemizado, sobre las funciones de la literatura para niños, sobre todo acerca de cuál debe priorizarse: si la formativa o la lúdrica. El libro de Mirta Aguirre resuelve ese problema porque esas funciones, y otras como la estética y la gnoseológica están armoniosamente imbricadas en el poemario, aunque en cada una de sus partes se privilegie una. Este es uno de los innegables méritos de Juegos y otros poemas, como lo son también la revaloración de recursos poéticos de todas las épocas dentro de la literatura hispánica, y la consecuente confianza en la capacidad infantil para, mediante la aprehensión afectiva y lúdrica, adueñarse de los contenidos axiológicos o cognoscitivos que propone.

Aunque en otras obras y momentos Mirta demuestra esto y más de lo que llevo dicho —habría nada más que recordar sus textos en los libros de lectura— bastaría este solo poemario para situarla, sin lugar a dudas, como maestra de la literatura para niños.

 

Mirta Aguirre, Juegos y otros poemas, La Habana, Editorial Gente Nueva, 1974.