La bala perdida
11/11/2016
El triunfo de Donald Trump en los recientes comicios de Estados Unidos ha provocado un tsunami político y económico de grandes proporciones en el mundo, como lo fue en su propio partido Republicano y en todo el territorio norteamericano durante su intensa y controvertida carrera electoral hacia la Casa Blanca.
Contra la mayoría de los pronósticos, los propios “Barones” de su organización política y los grandes medios de comunicación, Trump propinó una “inesperada” derrota a su contrincante demócrata Hillary Clinton, por quien muchos apostaban a pesar de conocerse muy bien su abultado expediente nada beneficioso para su país y la humanidad.
Más guerrerista e injerencista que la Clinton, secretaria de Estado durante el primer mandato del saliente presidente Barack Obama, hay que mandarla a hacer, y su largo andar por la política estadounidense está colmado de un actuar corrupto, farsante e imperial.
Pregunto entonces por qué se “perdona” a la aspirante demócrata, otra “Dama de Hierro” como la exprimera ministra británica Margaret Teacher, y no se le da el beneficio de la duda a Trump, sin antecedentes políticos, ni como gobernante.
De “la bala perdida”, como lo bautizó un colega, se reiteró por los grandes medios de comunicación internacionales y norteamericanos que es un multimillonario y un magnate empresarial, lo cual es cierto, además de acusarse de loco, pervertido y hasta fascista. Trump puede merecer todos esos calificativos, además de que sea otro real peligro, pero ¿no los han merecido también la Clinton y otros tantos dignatarios de Europa, de América Latina y de otras regiones de nuestro planeta?
Me llamó mucho la atención que los poderosos emporios mediáticos estadounidenses e internacionales hayan atacado sin cuartel a la “bala perdida” y lo continúen haciendo, al igual que lo han hecho de manera similar ejecutivos de países siempre aliados de los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca, los cuales han acompañado a Washington en sangrientos conflictos y agresiones de todo tipo contra otras naciones.
Está más que comprobado que la “gran” prensa está en manos de unos pocos oligárquicos, por cierto magnates, guerreristas y corruptos, y que es utilizada como el principal instrumento de dominación de las masas populares y como cañones de artillería para agredir a quienes se aparten de los cánones de sus dueños.
Por supuesto que esos medios de comunicación no han cambiado para nada, todo lo contrario, por lo que salta otra interrogante: ¿Por qué “la bala perdida” siempre ha sido un blanco de ellos?
Soy de la opinión que en lo adelante la prudencia política, al menos en los gobiernos progresistas de este mundo, debe prevalecer por encima de los criterios preestablecidos acerca de quién será a partir de enero de 2017 el nuevo jefe de Washington.
No esperemos peras del olmo, pero tampoco nos adelantemos a los acontecimientos, y aguardemos por el comportamiento y la actuación de Trump como el 45 presidente de Estados Unidos.