El general, el libro y la envidia
Entre libros publicados del general mambí Enrique Collazo Tejada uno de los más conocidos, utilizados y citados es Desde Yara hasta el Zanjón. Su impacto en los estudios de la Guerra Grande solo es comparable a La Revolución de Yara, de Fernando Figueredo Socarrás y al Diario de campaña de Máximo Gómez. Por lo menos ese es el criterio que forjé de mi época de estudiante en los años setenta del siglo XX. Emprendí una búsqueda en la memoria de varios colegas y la mayoría confirmaron mi criterio sobre Enrique Collazo. La historiadora Maricelis Torres Guerrero, en una comunicación personal, me afirma que la ilustre profesora de la Universidad de Oriente, María Nelsa Trincado, tenía en muy alta estima el mencionado libro. Era cita obligatoria en sus apasionantes clases sobre la guerra de independencia.
En esos años dábamos por sentado que todo lo que decían los testimonios de los insurrectos era cierto. Ponerlos en duda era algo así como ocupar una plaza en las contraguerrillas hispanas o el cuerpo de voluntarios.
La historiografía actual, sin dejar ese sentido hagiográfico que tiene, al referirse a los personajes del campo mambí de la Guerra Grande, se ha hecho otras preguntas sobre esos testimonios. Basta leer en ese sentido Encrucijada de la guerra prolongada, de Jorge Ibarra.
Sin embargo, el texto Cuba Heroica, de la autoría de Collazo, ha corrido otra suerte. No se le ha considerado entre los libros indispensables de la historiografía de la Guerra Grande, ni en general del proceso independentista. Hay una nueva generación para la que la interpretación de la documentación alcanza mayor relevancia. Historiadores para los que son más significativas las fuentes primarias que las secundarias.
En mi primera lectura de Cuba Heroica sentí cierta desilusión. Esa acumulación de epígrafes relativamente breves que lo integran y se pueden leer independientes unos de otros, en ocasiones, sin mucha hilvanación, desasía la admiración por Collazo que formé luego de leer Desde Yara hasta el Zanjón. Ese pasar de un capítulo que parecía testimonio personal a otro que se acercaba más a la reconstrucción histórica me desencantaron. Incluso en ocasiones me llegó cierto sentido de que alargaba algunos capítulos para llenar hojas, algo muy común en los historiadores, que en no pocas ocasiones una parte significativa de las páginas de nuestros textos sobran. Uno imagina que un general mambí no tiene que recurrir a un método tan burdo para darse importancia.
Cuba Heroica nos acerca a la frontera de la duda, pues es demasiado abarcador, desarrolla temas tan distantes de él como la toma de La Habana por los ingleses o la captura de Las Tunas. Es como una síntesis histórica del archipiélago cubano. El desarrollo historiográfico cubano, en el siglo XX, con verdaderos monstruos de la investigación, ha disminuido considerablemente el texto de Collazo a los ojos de un lector con cierto conocimiento de la historia de la Isla. En la medida en que se desarrolla la historiografía al paso de los años es de pensar que el referido libro irá perdiendo espacio como síntesis histórica.
Lo que sí es un libro del presente de su época. Collazo vivió la gran frustración de su generación que, luego de tres décadas de sacrificios, había desembocado en una especie de protectorado estadounidense y, como ha afirmado Carmen Almodóvar Muñoz:
El historiador pretende elevar la moral de sus compatriotas en un crucial momento histórico; quiere que las nuevas generaciones conozcan la labor desarrollada por el Ejército Libertador y por los ilustres patriotas que habían proporcionado a Cuba numerosos laureles durante el período revolucionario en el que se inspiraba un clima de libertad en el campo insurrecto.
En este sentido el libro deja a un lado su papel de recreación intelectual del pasado y ocupa un espacio activo protestando por la independencia no alcanzada. En cierta forma el libro es como un combate insurrecto. Tiene olor más que a pólvora a indignación por la soberanía no lograda.
Una de las características de la obra de Collazo es que trató de entender a sus coterráneos. A diferencia de la mayoría de los testimoniantes insurrectos que se concentraron en explicar el desarrollo de los acontecimientos, de las acciones militares o las tendencias políticas dentro del independentismo, Collazo intentó hacer un acercamiento digamos social y hasta sicológico al cubano que llevó a cabo aquella épica.
Nadie como él logró atrapar la forma de pensar y actuar del insurrecto de octubre de 1868 y lo expresó en un párrafo de escasas líneas y de indiscutible belleza en su libro Desde Yara hasta el Zanjón:
Dado el modo de ser del pueblo cubano y las aptitudes de los iniciadores, el movimiento en su principio tuvo mucho de una algarada de gente alegre que se lanzaba inconsciente a un peligro desconocido, con la esperanza de su poca duración. Creyendo celebrar alegremente la primera noche buena entre gritos de alegría y libertad.
En Cuba Heroica dedica dos epígrafes a mostrarnos las cualidades y defectos de sus contemporáneos “Como somos” y “Carácter cubano”. En el primero intenta revelarnos lo que él considera unas características generales del cubano al decirnos que: “Es el pueblo cubano de índole pacífica y tranquilo; amante de su tierra y de sus costumbres, y a pesar de que su clima le incita a la indolencia, es trabajador, sobrio, duro para la fatiga y el trabajo”. Resalta las cualidades como guerrero de ese hombre en el texto.
Otro asunto que enfrenta el libro de Collazo en estos momentos es la globalización que ha abierto el conocimiento, pero al mismo tiempo ha ido reduciendo la sabiduría regional. “En un pasado, Charco Redondo le decía mucho a no pocos vecinos de esta Isla que hoy se pierde en un mar de información que, en ocasiones, nos permite conocer más del Tibet que del oriente de la Isla antillana”. Es pensar que el texto pierde mucho en esa descarga cerrada que nos hace de lugares muy locales, pero en cierta medida lo salva esa argumentación de pasiones y decisiones. Sus relatos sobre el coraje y la cobardía, la traición y la fidelidad son universales y poco importa el escenario, pueden ser comprendidas por un hombre actual aunque no sepa dónde quedan Charco Redondo, Bijarú u otros lugares de combate.
En nuestro criterio los epígrafes más interesantes y de valor son los que se refieren a acontecimientos en los que él participó personalmente, que fueron muchos. Queremos hacer una breve valoración de algunos de los que tienen esa característica. No vamos a analizar los hechos que narra sino más bien intentar, desde temas muy particulares, encontrar generalizaciones que nos muestren los verdaderos valores del libro para los estudios del pasado. Utilizaremos los epígrafes titulados “Holguín”, “En marcha”, “Albricias” y “El gobierno”. En ellos nos da sus versiones sobre la ofensiva española en el inverno de 1869 en la jurisdicción de Holguín. Inspirados en esos textos y sobre todo motivados por sus descripciones épicas, la desesperación de aquella tropa, prácticamente desarmada ante un enemigo superior, hicimos una investigación a finales de la década del ochenta del siglo XX, que publicamos en 1990 con el título de La Campaña desconocida de Máximo Gómez Báez. (Holguín 1869 1870)
La investigación nos permitió ver con más claridad Cuba Heroica, pues consultamos documentos de los mambises y los españoles. El primer asunto es que Collazo se fuga de ese narrar de lo que vio y escuchó, como es bastante usual en este tipo de obras donde el autor se concentra en sus vivencias personales y raramente enmarca los criterios más allá de los disparos que hizo o le hicieron.
Collazo nos da una visión sobre los planes españoles en líneas breves y precisas cargadas de emotividad, pues conoció la crueldad de los colonialistas y el valor de los mambises. Además identifica la región donde se desarrollan los acontecimientos; da una serie de características de la jurisdicción como la existencia en ella de una población pro-española, nos comenta que: “La parte norte de la jurisdicción, es decir, el territorio entre Gibara y Holguín, era netamente español pues la gente del campo en su mayoría eran isleños e hijos de ellos eran feroces guerrilleros”. Luego de esta descripción Collazo nos refiere el desarrollo de la contienda y los bruscos cambios. Utiliza términos muy precisos con gran ahorro de palabra para referirse a la situación de la comarca antes de la ofensiva colonialista, nos dice que era: “virgen de guerra la población numerosa de nada carecía”. Luego todo cambió desfavorablemente con la llegada de la marea enemiga. El nos detalla lo terrible que fue esto en especial para las familias.
Collazo da una semblanza muy acertada del líder local de más arraigo, Julio Grave de Peralta, que: “conocido y querido por todos, había sido demasiado indulgente con sus amigos que habían abusado de él”. El asunto es que la mayoría de sus oficiales y parte de sus soldados eran sus amigos o por lo menos conocidos, en no pocos casos parientes. La disciplina implantada por el jefe holguinero era bastante peculiar: “…los hombres permanecían en sus casas y solo se agrupaban en los momentos en que había que combatir”. Estas pinceladas de Collazo son aplicables a todas las regiones de Cuba donde estalló la guerra de 1868.
Al mismo tiempo retrata a la contrapartida de ese soldado criollo sacrificado pero dado al abandono de tácticas y disciplina militar. Los jefes extranjeros que combatieron en las filas libertadoras y trataron de cambiar esa situación fueron muy mal vistos. Al referirse a Máximo Gómez, designado, en agosto de 1869, jefe de Holguín nos dice: “La noticia de la llegada del general Gómez no fue bien recibida. Mientras Grave de Peralta era muy querido, todo lo contrario del general dominicano que por sus primeras medidas contra algunos jefes de la localidad, dejó de ser tratado amablemente”
Collazo reflejó en una sorprendente síntesis las tácticas del enemigo: iban ocupando casi todas las fincas con pequeños campamentos que eran sostenidos y aprovisionados por columnas volantes. Con palabras de poeta, en forma breve pero precisa, casi cinematográfica, nos dice el éxito de aquella forma de combatir: “hubo días en que la tropa resolló sobre el Cuartel General”. Sobre la efectividad de esta táctica agrega Collazo que “cruzar la línea de campamentos era peligroso, y la comunicación con el gobierno era difícil. El gobierno se encontraba en Tunas, del otro lado de esta línea militar”.
Su descripción sobre el estado de desespero a que los llevó la ofensiva enemiga parece un cuadro de Eugenio Delacroix:
El agua era mala y escasa, la comida no teníamos tiempo para buscarla; los cartuchos se hacían con cápsulas que los soldados dejaban caer sobre el camino.
Así nos sostuvimos cerca de un mes; pero nos encontrábamos mejor; a pesar de lo extremado de la situación, no había habido ni una sola defección, ni un presentado; se habían ido los débiles o cobarde, quedaban allí los puros, los resueltos a morir; se estableció la confianza y se afirmó la revolución.
Collazo resume la esencia de algunos combates como los asaltos a poblados del que nos dice de un ataque a un caserío español: “… saqueó en parte, no pudiendo tomarse el fuerte”. Este tipo de acciones se caracterizaban por aislar a la guarnición en sus fortines y depredar almacenes y casas en busca de vituallas.
Collazo describe otras acciones consideradas entonces de gran relieve como la de Bijarú, prácticamente olvidado hoy, donde nos dice que: “El general español Morales de los Ríos, que con una fuerte columna llegó a Bijarú, además de ser batido en el trayecto, sufrió un serio descalabro a su llegada a ese punto, el que tuvo que abandonar con rapidez”. Refleja lo que sería uno de los problemas más serios; “el parque empezó a escasear”.
Collazo deja testimonios de las familias y lo que significaban en las operaciones: “…nos batíamos a todas horas; abrumados, además, por el sinnúmero de familias que buscaban el amparo de nuestras fuerzas”.
Nos dibuja con claridad lo que significaba un presentado: “se habían iniciado las presentaciones al enemigo. Cada presentado era un nuevo práctico para las tropas españolas; la cobardía y la traición se habían desarrollado grandemente. La situación era en extremo desesperada pues: se dio caso, varias veces, de pasarse avanzadas enteras”. En este puñado de páginas Collazo resume como pocos los momentos desgarradores del enfrentamiento a la ofensiva de Valmaseda por los orientales. Estas descripciones de acontecimientos de los que fue partícipe, testigo o recogió el testimonio de primera mano de los participantes, es lo que hace necesaria la lectura del texto Cuba Heroica para el interesado en el pasado. Podrá ese lector encontrar mejores análisis en las obras de historiadores posteriores sobre acontecimiento a los que Collazo se acercó como intelectual, separados de ellos en el tiempo, conocidos por documentos o libros. Pero lo que sí es indispensable son esos relatos de la hazaña épica que él va dejando a través del libro.
Un asunto del que Collazo parece ser maestro es la utilización de epígrafes breves. Esos pequeños textos que conforman Cuba Heroica se pueden leer independientes entre sí, pero al mismo tiempo forman parte de una obra mayor. En cierta forma logró lo que la mayoría de los historiadores actuales no hemos alcanzado. Nuestras obras tienen que ser leídas en conjunto para ser entendidas. Escribimos cada vez libros con más páginas, con capítulos más extensos para un público reducido, un lector especializado en un tema o con gusto para la historia y sobre todo con tiempo para leer largas obras. Un lector cada vez más escaso.
Pese a mis encuentros y desencuentros con el general Collazo siento envidia por esa forma de narrar, pues se adelantó a su época y escribió libros que debíamos haber elaborado los historiadores de mi generación, en especial el que le hace estos comentarios, para no sentir la envidia que me despierta la lectura de Cuba Heroica, pasión nada sana que le revelo a usted como mi mayor secreto.