Cuba: epicentro de independencia, integración y desarrollo humano

Alex Anfruns
28/12/2020
 

La Revolución cubana ha dado un extraordinario impulso al deseo de integración de Latinoamérica y el Caribe expresado a lo largo de su historia, desde la irrupción de las independencias hasta el más remoto recuerdo del Abya Yala. La evidencia de ese destino común consistía en la íntima convicción de que tantos sacrificios pasados y presentes no podían haberse realizado en vano. Las luchas conjuntas por la independencia, la integración latinoamericana y el horizonte del desarrollo humano como alternativa al sistema capitalista ofrecen múltiples enseñanzas y una lección impostergable a los pueblos del mundo.

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Tras la independencia de Cuba en 1898, Estados Unidos mantuvo un protectorado sobre la Isla. La condición para la retirada de sus tropas de ocupación en 1902 fue la firma dos años más tarde de la Enmienda Platt, que era un apéndice de la Constitución de Cuba, por la que se le otorgaba un “derecho de intervención a USA cuando lo estimara conveniente para restablecer la paz pública y orden constitucional”.[1] El objetivo principal de EE. UU. estaba reflejado en el artículo VII de la enmienda:

Que para poner en condiciones a los Estados Unidos de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los Estados Unidos. 

La Enmienda Platt otorgaba a Estados Unidos el derecho de intervenir en Cuba cuando lo estimara conveniente, “para restablecer la paz pública y orden constitucional”. Foto: Internet
 

A cambio de su retirada en diciembre de 1903, EE. UU. ocupó la base naval de Guantánamo. A pesar de que en 1933 se abolió la Enmienda Platt como consecuencia del paso de la doctrina del “Big stick” a la del “Buen vecindaje” de Franklyn Delano Roosevelt, EE. UU. nunca renunció a la ocupación de la base militar de Guantánamo, un acto completamente ilegal según el derecho internacional.

El papel de Estados Unidos también fue decisivo en la separación de Colombia y el departamento de Panamá el 3 de noviembre de 1903 que se inscribe, según el historiador argentino Horacio Alberto López, en una “dinámica de autonomización del capital comercial”. Apoyándose en la propuesta del capitán de la marina estadounidense Alfred Thayer Mahan, EE. UU. contemplaba la secesión de Panamá con el objetivo de controlar el comercio marítimo a través de la creación de un canal transatlántico. En 1846 el gobierno colombiano firmó con ese país el Tratado Mallarino-Bidlack, por el cual Colombia debía asegurar el libre tránsito en aquella región, donde EE. UU. proyectaba crear un canal interoceánico. El historiador colombiano Renán Vega Cantor recuerda que anteriormente a la creación de Panamá en 1903 ya se habían dado 14 agresiones contra el territorio del estado de Panamá perteneciente a Colombia, invasiones que se apoyaban en las bases jurídicas del tratado firmado en 1846. En 1856, una ocupación del Panamá colombiano por EE. UU. había dejado un saldo de 15 muertos en las filas estadounidenses a raíz de un incidente. En 1850 EE. UU. firmó un tratado similar con Inglaterra, que desde 1661 había establecido un protectorado en la región costera de Mosquitia, aliándose a los indios mosquitios contra los españoles. El acuerdo entre ambas potencias contemplaba que se repartieran el control de la costa y el tránsito del futuro canal. Sin embargo, en 1860 Nicaragua firmó un pacto con Inglaterra por el cual esta última renunciaba formalmente al protectorado. En su lugar fue creado el Reino de Mosquitia, con una constitución basada en las leyes inglesas. En 1904, Mosquitia fue finalmente incorporada a Nicaragua.

El 6 de diciembre de 1904, durante el Congreso de EE. UU., el presidente Theodor Roosevelt proclamó la doctrina del “Big stick”, también conocida como “Corolario Roosevelt”. Esta política exterior se reflejó en el período comprendido entre 1898 y 1934, cuando para proteger sus intereses comerciales Estados Unidos ocupó varios países latinoamericanos, en lo que sería conocido como las Guerras Bananeras. William Howard Taft, quien había sido designado Secretario de Guerra en la administración del gobierno de Roosevelt, no dudó en recurrir a la fuerza en varios países. Significativamente, fue Taft quien recibió el encargo de supervisar la construcción del canal de Panamá, cuya inauguración tuvo lugar finalmente en 1914. Cabe recordar que el proyecto inicial de construcción del Canal de Panamá había sido otorgado por Colombia a Francia mediante la firma del convenio Salgar-Wyse. Las obras, dirigidas por Fernando Lesseps, el ingeniero responsable del Canal de Suez en Egipto, comenzaron en 1878 y duraron diez años hasta que se abandonaron en 1888. El abandono del proyecto por parte de los franceses hizo que Estados Unidos retomara la idea del Canal y encargara un estudio del Congreso de EE. UU. a la Comisión Walker.

El 6 de diciembre de 1904 el presidente Theodor Roosevelt proclamó la doctrina del “Big stick”, también conocida como “Corolario Roosevelt”. Foto: Internet
 

Finalmente se eligió a Nicaragua y fue firmado un tratado de construcción. Pero este país se opuso a la concesión de una ruta prevista por EE. UU., y consideraba la posibilidad de otorgársela a Alemania. Como represalia, en agosto de 1912 EE. UU. envió a Nicaragua sus tropas, que solo se marcharían tras 21 años de ocupación, convirtiendo ese país en un protectorado. La invasión respondía al objetivo de evitar que otro país construyera un canal en la zona. En 1916, el gobierno de Adolfo Díaz, recién reelegido con el beneplácito de los marines estadounidenses, firmó con EE. UU. el Tratado Bryan-Chamorro, por el cual ese país obtenía la concesión para el canal y una base naval.

Tanto la ocupación militar de la zona del Canal de Panamá —que se prolongaría hasta el 31 de diciembre de 1999— como la de la base naval de Guantánamo (que aún sigue vigente y cuyo cierre fue una de las promesas del presidente Obama) constituyen dos ejemplos de cómo EE. UU. implementó el máximo control en las zonas consideradas estratégicas para sus intereses económicos.

Décadas más tarde el Frente Sandinista de Liberación Nacional, rindiendo homenaje a todos los nicaragüenses caídos bajo la dictadura somocista, seguiría los pasos hermanos de la lucha armada en Cuba para devolverles a los niños el futuro con la capacidad de soñar que se les había negado tanto. También les daría a los torturadores el aleccionador castigo de que sus propios hijos pudieran acceder a la educación gracias a sus antiguas víctimas, como lo expresaría el comandante Tomás Borge. Entre otros, el escritor Julio Cortázar entendió que aquel acontecimiento de transformación política y social también le devolvía el lugar que le corresponde a la creación artística y la cultura, ya que hasta aquel entonces los poetas nicaragüenses tuvieron que caer a temprana edad bajo las balas.

Porque el desarrollo humano integral le daba una estocada a la alienación de los pueblos, fueron muchos quienes actuaron decididamente en la solidaridad internacional con la Revolución cubana y luego la sandinista. La cruzada por la alfabetización del pueblo nicaragüense emularía así la heroica campaña alfabetizadora de los maestros voluntarios cubanos, cuya gesta fue elevada al rango de máximo honor por el Comandante Fidel Castro. Era un ejército haciendo avanzar las mañanas de esperanzas y haciendo retroceder los ayeres de abusos y vejaciones, cuyas solas armas eran el lápiz y el cuaderno. Una hazaña que el pueblo cubano desarrollaría no solo en el ámbito de la enseñanza en su propio país, sino también en el de la salud con sus miles de brigadas médicas en el plano internacional, cuya más reciente acción durante la pandemia le ha valido la consideración de una candidatura al Premio Nobel de la Paz.

“La heroica campaña alfabetizadora de los maestros voluntarios cubanos fue elevada al rango de máximo honor por el Comandante Fidel Castro”. Foto: Diario Granma
 

El repaso de los profundos aconteceres históricos en la región son la demostración misma de por qué existe tal ensañamiento internacional contra la realidad cubana, la venezolana y la nicaragüense, cuyos gobiernos se enfrentan hoy al reto de sobrevivir sometidos a un arsenal de mal llamadas “sanciones” y a medidas de bloqueo por parte de una coalición internacional de auténticos piratas disfrazados de demócratas. Pero reunidos en el ALBA-TCP, los pueblos de Nuestra América han emprendido una marcha irreversible por la independencia y la dignidad.

 

Alex Anfruns, Bélgica

Foto: Internet
 

Investigador, profesor y periodista en varios medios alternativos. Fundó y fue redactor jefe del Journal Notre Amérique. Militante antiguerra y activista solidario con las causas justas del mundo. Coautor del documental Palestina la verdad asediada. Integrante de la Red en Defensa de la Humanidad.