En el corazón de Hart
La Sociedad Cultural surge por una idea asociada a aquello que hizo Martí con los clubes martianos, los clubes independentistas en el siglo XIX con cubanos residentes en distintos países. A Armando Hart le interesaba mucho que la figura de Martí sirviera para nutrir a esos cubanos que, por distintas razones, la inmensa mayoría ajenas a la política —eran razones económicas, familiares, etc.— estaban radicados en distintos lugares del mundo en aquel momento.
En los 90 hubo una especie de éxodo, y en el mundo de la cultura se adoptó una política muy sabia, con la anuencia directa de Fidel, de no considerar a esos cubanos traidores, no considerarlos “quedados” —la famosa frase “Fulanito se quedó”, que tenía un componente despectivo—; sino tratar de que esos cubanos siguieran cerca de su Patria en espíritu, independientemente del país donde estuvieran asentados.
Esa es una política que dio mucho resultado. Hoy en las embajadas de Cuba en el exterior, ¿quiénes son los que hacen los actos del 20 de octubre? ¿Quiénes son los que ponen la música, los que declaman poesías? La comunidad de emigrados, es decir, la inmensa mayoría de nuestros emigrados, con excepción de ese grupo resentido, que conocemos: posbatistianos —les digo yo—, no posmodernos, sino posbatistianos. Con excepción de ese grupo, la gran mayoría de los cubanos que emigraron en el siglo anterior, quieren lo mejor para la Isla, quieren entrar y salir, no quieren tener trabas, no quieren que nadie les regule cómo ayudan a su familia; y toda esta política delirante del gobierno de los Estados Unidos les parece detestable.
Una de las ideas iniciales de Hart tenía que ver con eso: el extraordinario papel que desempeñó Martí agrupando a la emigración, tanto a veteranos de la guerra del 68, como a los que él llamó “los pinos nuevos”, como las nuevas generaciones; uniendo a la idea de la Patria, hablándoles de Heredia, de Plácido, de las grandes figuras de la literatura, de la cultura cubana; haciéndolos sentir dignos de la independencia. Porque una de las grandes trampas de aquella época de finales del siglo XIX, una trampa anexionista, que a su vez servía a las apetencias del vecino del norte, era que los cubanos no estaban preparados para gobernarse por sí mismos, que debían sacudirse el yugo de España, pero adoptar entonces otra metrópoli, otro tutor —vamos a llamarle así—. Un pueblo niño, sin capacidad para tomar decisiones que tuvieran que ver con su destino.
Por eso, todos esos discursos de Martí, o los escritos en Patria, o los textos escritos en general, en la prensa que acogía sus cartas —muchas veces les daba forma de cartas al director a sus maravillosos artículos— tienen que ver con levantar la autoestima —esa palabra no creo que se usara mucho en aquella época, pero bueno, se ha puesto de moda en los últimos años—, levantar la autoestima de los cubanos como pueblo, como nación. Y Hart quería eso.
Hart, que siempre fue un brillantísimo político, tan martiano, tan fidelista, quería que la Sociedad Cultural José Martí tuviera fuera de Cuba una expresión. Y hoy muchas de las asociaciones de cubanos residentes en el exterior llevan el nombre de José Martí y provienen de aquel momento inicial.
Después, con el tiempo, eso se fue volviendo más hacia el interior de Cuba, hacia las comunidades, hacia los centros educativos, centros de trabajo. Y a mí siempre me ha llamado la atención la peculiar composición que tiene la Sociedad Cultural José Martí. Yo, que estuve una época en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que conozco bien la Asociación Hermanos Saíz, que conozco la Brigada de Instructores de Arte José Martí, diría que la Sociedad Cultural es también una fuerza de la cultura cubana revolucionaria, pero que no se parece a ninguna otra; es muy heterogénea, muy poco gremial. Jamás he estado en un encuentro con la Sociedad Cultural José Martí donde la gente vaya a pedir cosas, a que le resuelvan un problema, es decir: no tienen ningún sentimiento gremial, lo que piden son espacios para trabajar, para promover la vida de Martí, y la obra de Martí, y eso realmente es muy noble.
Con los años la Sociedad se ha aliado al Movimiento Juvenil Martiano. Esto fue algo que Hart propició también desde el principio, y ha sido muy importante, porque algunas filiales de la Sociedad se han avejentado, y necesitan precisamente el empuje de la gente joven; y también porque hay un grupo de cosas que se están haciendo que tienen que ver con las redes sociales, con la presencia de la Sociedad en el mundo de internet, en el mundo de las redes, que sin los jóvenes sería muy difícil hacerlo.
Por ejemplo, en esa composición heterogénea, se destacan mucho los educadores: maestros y profesores, algunos inactivos, otros jubilados, otros que no se van a jubilar jamás, porque llevan muy dentro esa mística de la docencia, de la enseñanza, de la educación; no es un título, no es algo formal, no es un calificador de cargo, es algo que tienen asumido de una manera muy especial.
Por eso uno de los grandes temas en la Sociedad Cultural José Martí, en las discusiones hoy —y están invitados siempre los compañeros del Ministerio de Educación, de la Asociación de Pedagogos, etc.—, tiene que ver con la calidad de la educación, con la necesidad de mejorar la enseñanza de la historia, de modo que no sea rechazada por los adolescentes, por los niños, por los jóvenes.
Por estos días recordaba la serie de televisión Lucha contra bandidos, el gran interés que despertó, y la cantidad de preguntas sobre ese pasaje de nuestra historia que mucha de nuestra gente no conocía muy bien; sin embargo, de pronto se sintieron atraídos por ese pasaje tan tremendamente peligroso y complejo que fue la presencia de bandidos financiados por la Agencia Central de Inteligencia en las montañas cubanas. Fue una pelea muy dura, muy dura… Hoy lo que he recibido de la gente más joven es emoción, agradecimiento a los actores, a Roly Peña, a los realizadores.
Y lo que pasó con la película Inocencia, que siempre lo pongo de ejemplo. La película recrea un hecho que todos los años se conmemora por la FEU, que tiene una especie de ritual que se hace; sin embargo, Inocencia de pronto les puso rostros a esos muchachos asesinados, puso el drama humano en primer plano: eran niños prácticamente. El rostro de lo que podría llamarse un protofascismo, el de aquellos voluntarios, se vio en toda su ferocidad. Alejandro Gil, el director de Inocencia, me contó que cuando pusieron la película, en el Yara y en otros cines, había espectadores jóvenes que gritaban espontáneamente “Viva Cuba libre”, cuando terminaba la función. ¿Tú te imaginas lo que significa eso? Que no sea en un acto político, que no sea que nadie vino: “Te toca ahora gritar, mi socio”, sino que sea por emoción patriótica espontánea…
Es decir, que la historia sí les interesa a los jóvenes. Nuestra historia es muy hermosa, está llena de páginas tremendas y figuras estremecedoras. En cierto modo eso pasó con Duaba, cuando se hizo la serie; pasó con José Martí: el ojo del canario, una obra maestra de Fernando Pérez. Y aspiramos a que pronto se ponga la película de Rigoberto López, que lamentablemente no pudo verla terminada.
En El Mayor, está la figura de Agramonte hermosísima, muy bien reflejada, y la figura de Amalia; dos figuras históricas, vibrantes, conmovedoras, que al mismo tiempo pudieran estar en cualquier historia de amor, más llena de ternura, de nostalgia.
Pero también está la figura de Céspedes, muy bien a mi modo de ver. Con Rigoberto en vida todavía, pude ver una de las últimas versiones —aún le faltaban determinados elementos que eran importantes, de la música, etc.— y el contrapunto Agramonte-Céspedes, que Martí lo inmortalizó en un texto que se llama “Céspedes y Agramonte”. Ese contrapunto queda resuelto de una manera muy martiana, sin que se citen literalmente las palabras de Martí, sin que se pretenda dar una moraleja: “bueno, ahora vamos a explicar esto”; de una manera muy convincente te das cuenta de cómo esos dos grandes hombres pusieron por encima de sus diferencias la causa principal, la causa de la Patria.
Todo eso quería Hart que estuviera vivo en la Sociedad José Martí. Hoy creo que lo está. Tenemos, repito, esa alianza con el Movimiento Juvenil Martiano que es importantísima; tenemos ahí una de esas fuerzas de la cultura revolucionaria que a veces se nos hace invisible, a veces no es suficientemente visible: el papel que puede desempeñar la Sociedad Cultural José Martí.
Me parece muy importante que a propósito de este aniversario se recuerde esta organización, que Hart siempre vio como una especie de complemento imprescindible de lo que hace, por ejemplo, el Centro de Estudios Martianos, una institución muy prestigiosa en Cuba y fuera de Cuba, porque en términos de análisis, estudio, rigor literario, histórico, investigativo, no hay ninguna que se le parezca, con respecto a la gran figura de Martí. Pero eso había que llevarlo a sectores más amplios, para convertir todo ese conocimiento acumulado, todo ese análisis acumulado, en algo que movilice, que inspire y atraiga a la gente, que se acerque a todas las generaciones de cubanos que convivimos hoy en un momento lleno de desafíos, tan complejo, y al mismo tiempo tan lleno de esperanzas, y donde el fenómeno del fascismo es cada día más obvio, más visible.
Es muy importante tener ese instrumento que es la Sociedad Cultural José Martí, que surgió como un instrumento social, político, de movilización, de aglutinar, persuadir y acercar a la gente.
Tuve la oportunidad de ir a todas las provincias, y de estar reunido con todas las filiales de la Sociedad, y vi ese espíritu que estuvo en el pensamiento y en el corazón de Hart. Hart nunca pensaba en términos fríos, siempre le ponía a eso un extra emotivo, pasional. Era un hombre lleno de inteligencia, de lucidez y de pasión. Eso está hoy en nuestra Sociedad Cultural José Martí, y podemos realmente sacarle mucho más provecho en términos educativos y del análisis histórico.
Guerra cultural y redes sociales: temas de debate para la Sociedad Cultural José Martí en su futuro inmediato
Hoy ya no se concibe la vida contemporánea sin las redes sociales; es un acompañante que tenemos, creo que para bien y también pudiera ser para mal.
Por ejemplo, una de las cosas que podría discutir la Sociedad Cultural José Martí, que tiene al Movimiento Juvenil Martiano acompañándola, y tiene gente que sabe mucho de redes, es cómo acceder a ellas con responsabilidad, con conciencia de que tenemos en nuestras manos algo con una enorme capacidad de resonancia; cómo entender que muchas fake news o falsas noticias, muchas “bolas” que se riegan, tienen como objetivo que se repliquen a partir de un impacto emocional.
Es decir, en las redes es muy difícil tener un diálogo equilibrado, donde las ideas se puedan intercambiar en términos civilizados, razonables. Por lo general, los laboratorios que trabajan las redes tienden a buscar reacciones emocionales fuertes. Entonces muchas personas, honestas, dignas, replican falsas noticias, mentiras, agresiones contra personas dignas que no deben ser agredidas, “empujadas” por esa pasión, por ese estímulo particular. Son cosas que no hay otra alternativa más que debatirlas.
Los que queremos a Martí, los que queremos a Fidel, los que queremos a este país, tenemos que dedicarle espacio a este tema. Hoy ese es un reto de la Revolución cubana: cómo no aparecernos ante los jóvenes negándoles eso, diciéndoles que es tóxico. Si lo hiciéramos, conseguiríamos una reacción irascible, colérica. Porque una de las cosas que tiene es que crea adicción.
Lo que sí tenemos que lograr es que todos compartamos la comprensión de que se trata de un arma de doble filo, que te pueden estar utilizando, manipulando, y tienes que estar absolutamente al tanto de eso, de que cuando le estás dando like a un determinado mensaje, ese like se almacena como parte de tu perfil. Es decir, están construyendo un perfil de ti mismo.
Son razonamientos que tienen que hacerse en un clima no paternalista, sino fraternal, encaminado a entender un fenómeno que hoy hay que estudiar realmente, porque es uno de los instrumentos de política más importante.
Lo están usando contra nosotros, lo están usando contra Venezuela, lo usó Bolsonaro para ganar las elecciones. Las elecciones del 2016 las ganó Trump usando big data, los datos a través de la empresa Cambridge Analytica. Para el Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, también se utilizaron esos datos.
Creo que si estamos ante un fenómeno que viola de una manera tan brutal los conceptos básicos de la democracia, debemos estudiarlo. No para rechazarlo, no para prohibirlo, no para criticar al que lo usa, sino para crear un clima intelectualmente civilizado, maduro, para realmente actuar de una manera que tenga que ver con nuestras ideas y opiniones; porque el problema es que, como se demuestra en documentales y películas como El gran hackeo, las redes no solo van a influir en lo propiamente informativo, no solo van a transmitir un mensaje de propaganda comercial: van a acudir a zonas inconscientes de tu psiquis y pueden lograr que, efectivamente, tu conducta pueda contradecir incluso tus ideas. Es un fenómeno de manipulación de un nivel de sofisticación escalofriante.
Son temas que valdría la pena que se abordaran desde una organización multigeneracional como la Sociedad Cultural, que al mismo tiempo tiene tanta gente interesada en los temas asociados a la formación de valores, los famosos valores de los que hablamos tanto, y hablamos un poquito de forma retórica; pues bien: las redes están continuamente fomentando valores.
Una de las cosas que tienes que explicarle hoy a la gente, y analizarla, es por qué los grupos de odio, los grupos neonazis, usan tanto las redes, por qué reclutan a sus partidarios en las redes. Son cosas para pensar. Tú vas a decir: “A mí no me van a reclutar”. Es verdad, no es tan elemental; pero sí se trabajan esas ideas de manera subliminal, sí se trabajan esas emociones y las reacciones instintivas.
Creo que hay que detenerse a pensar en algunos de esos desafíos de lo que hemos llamado guerra cultural, y la Sociedad Cultural José Martí puede ayudar precisamente por su perfil, por su composición, a que estas discusiones tengan fruto.
*Declaraciones de Abel Prieto Jiménez, Presidente de Casa de las Américas, en entrevista realizada por Lisandra Durán.