Que nos volvamos a encontrar

Ricardo Riverón Rojas
23/10/2020

Alguna vez dije que, si sumaba todas las personas que en mis cuarenta y cinco años de participación en la vida literaria han acudido a verme a algún recital, presentación o conferencia; el resultado no se acercaría a las setenta mil visitas que tiene en YouTube un corto poético de cuyos textos soy coautor. Fue esa la más importante lección personal que extraje de la readecuación de la literatura para su inclusión en los espacios virtuales y audiovisuales.

Equipo del programa radial Gente de pico fino. Fotos: Tomadas del sitio web de la emisora CMHW
 

En estos meses en que la Covid-19 nos acorraló en nuestras casas, los primeros instantes fueron de desconcierto, de sobrecogimientos apocalípticos por el temor a una catástrofe sanitaria; pero también de susto ante la pérdida de las actividades públicas y, con ello, de los ingresos gracias a los cuales los escritores paliamos nuestras nunca florecientes economías. Nos vimos abocados al trauma de imaginar el desvanecimiento de los espacios como consecuencia del “desentrenamiento” de un público, casi siempre mínimo, pero trabajosamente captado.

Nuestra voluntad de resistencia, no obstante, se impuso. Como somos expertos en crisis, casi de manera inmediata, comenzamos a rumiar alianzas en pos de mudar nuestra actividad pública hacia otras plataformas. Fue así que logramos, como no ocurría en la “normalidad”, encadenar en proyectos de difusión a instituciones del Sectorial de Cultura, la TV territorial, la emisora CMHW y realizadores de la Uneac y la AHS. Los productos #poesíacontracoronavirus, Gente de Pico Fino, Enfoques de una villa clara y santa, Narrar estos días y Los días que vendrán colocaron en los medios masivos —y en diversos portales de Internet— nuestras creaciones, que fueron debidamente retribuidas por el Centro Provincial del Libro y la Literatura amparadas en las resoluciones 35/96 y 157/80.

Mis lejanas y casi olvidadas manías de estadístico me conminaron a controlar lo que hacíamos, pues siempre tuve la conciencia de que estábamos una vez más ante un acto de resistencia de alto valor épico: algo que merecía registro.Treinta y nueve autores se involucraron en los once proyectos que ejecutaron ciento cuarenta y siete intervenciones. Prácticamente todos los autores de obra conocida fueron convocados.Y la mayoría acudió; solo declinaron aquellos que se consideraron más vulnerables.

Pero el valor más preciado de esas experiencias no tiene una expresión exclusivamente numérica, ni monetaria, puesto que generaron una notable receptividad que superó, con mucho, lo obtenido en la etapa prepandémica. Lo repito: nunca antes tantas personas nos agradecieron, a veces con candor y siempre con sinceridad, lo que le ofertábamos. Y no siempre fueron colegas o gente del medio, sino también vecinos y amigos de las más diversas extracciones y niveles de formación. No sé si la experiencia de otros coincida con lo que relato, pero varios colegas me han narrado anécdotas tan emotivas como la que, emocionado, nos contó el poeta Arístides Vega sobre un vecino anciano que lo felicitó por su intervención en el programa radial Gente de Pico Fino. Le regaló esta frase: “Me salvaron del aburrimiento”.

Imagen de #poesíacontracoronavirus.
 

A medida que avanzábamos hacia la nueva normalidad algunas de las actividades tuvieron público físico. Siempre las realizamos con estricto apego a las previsiones sanitarias para evitar contagios. El grueso ocurrió de manera virtual, pero a veces combinamos ambas maneras de exponer. Estoy seguro de que la mayor parte de los convocados agradeció, tanto como los ingresos, el acto promocional. La diversidad formal y los elocuentes códigos comunicativos de los medios, no solo incorporaron acercamientos novedosos sino que, pese a la mixtura con elementos extraliterarios, ninguno de estos le robó protagonismo al discurso textual, más bien lo reforzó. Considero que se estructuraron cápsulas de excelencia, donde mucho aportó el talento de los realizadores con quienes colegiamos alianza.

Estas “novedades”, a las que echamos mano como emergencia para paliar una situación inédita y súbita, nos enfrentaron a un cuestionamiento radical. ¿Debemos seguir viéndolas solo como dinámicas coyunturales o deben integrar, como estilo permanente, nuestros repertorios cotidianos? Por raro que parezca, hasta la llegada de esta enfermedad, al menos en el territorio donde vivo, faltaba conciencia de las oportunidades que estas plataformas brindan. Durante demasiado tiempo operamos con prejuicios que nos impedían ver todas las potencialidades de los medios para la promoción de la obra literaria. Casi constituíamos universos paralelos.

Un detalle importante es que en todos los casos —privilegio socialista— los soportes se correspondieron con plataformas públicas, lo cual facilitó mucho la difusión. Tanto la TV como la radio también tenían deprimidas sus programaciones y, como el pago a los escritores por la colaboración los asumió el Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL), todo fluyó de manera expedita. También para los medios, dar señales de vida era importante, más aún porque muchos de los materiales divulgados contenían mensajes beneficiosos para el combate contra el mal que nos castigaba. Una vez rebasado el peor momento —al menos en este entorno territorial, insisto— tenemos la misión de no dejar que desaparezcan estas promisorias variantes.

Los medios han recuperado en buena medida su programación, que ya no es solo informativa como lo fue durante los largos meses de mayor contagio; ahora nos enfrentamos a distintos niveles de receptividad por continuar las experiencias referidas, pues no es menos cierto que mientras la TV podía acoger nuestras propuestas como parte de la programación de cambio, con lo cual no se violentaba el flujo de su parrilla, a la radio se le hizo necesario crear un nuevo programa. En la actualidad, intentamos reinsertar la variante radial en secciones de revistas culturales, pero de momento no hay respuesta. Sería lamentable que una experiencia tan rica quedara solo como trofeo coyuntural de unos tiempos de crisis.

Grabación del programa En una villa clara y santa.
 

La promoción de la literatura, con toda seguridad, clasifica entre las disciplinas que, en nuestro entramado social, ya no se podrá servir con los mismos ingredientes. Aprendimos que se pueden cocer, sin concesiones, entregas gourmet a expensas los oficios audiovisuales y el universo virtual. Ante esa realidad, nos queda pensar y pulir con esmero las variantes con público presente, que ya no podrán discurrir de manera rutinaria y con fórmulas poco creativas. Comprenderlo y trabajar por que no se difuminen los cambios resulta estratégico para el rescate de los lectores. En nuestras manos está la posibilidad de que nuestros universos concurran de nuevo para que todos —emisores y receptores— nos volvamos a encontrar.