Contrapuntos audiovisuales para quedarse

Joel del Río
21/10/2020

No entra impunemente el cineasta con su luz en la gruta de las calamidades. Solo los creadores más tenaces enfrentaron el silencio impuesto, el aislamiento, para encontrar imágenes que demuestran la contingencia que apremia, el carrete de la vida perenne, la belleza escondida. Por mucho que se hable de parálisis del cine nacional en este infausto año 2020, el Icaic entregó financiamiento a once proyectos por encargo, cuatro de ellos se han finalizado, a pesar de las difíciles condiciones epidemiológicas que dificultaron la realización de casi todos los procesos productivos.

Entre los cuatro proyectos terminados, todos documentales, predomina la voluntad de sus hacedores por expandir los confines de la memoria, espantar los malos presagios y ocupar las noches desveladas con recortes de conversación profunda, retratos evocadores y entretenimiento inteligente, que no es poco. A pesar de que la mayoría apostó por Internet, las redes sociales y YouTube para la distribución; la televisión pudo haberse convertido en su principal vía de exhibición, en lugar de promover cierto amateurismo que muy poco aportó al sostenimiento de la calidad de la programación televisiva, devenida nuevamente en principal opción para la distracción en tiempos de aislamiento.

La Dra. Patricia Arés protagonizó la serie Un momento con Patricia. Fotos: Tomadas de Internet
 

Rolando Almirante dirigió dos series de entrevistas conformadas a partir de amenas y perspicaces conversaciones: Provocaciones y las tres temporadas de Un momento con Patricia, con doce capítulos cada temporada de una duración de tres o seis minutos. Inscrita entre los esfuerzos del Icaic para vehicular la contribución de la sicología al difícil trance vivido por la nación, Un momento con Patricia reconoce el dominio absoluto de la Dra. Patricia Arés del arte de la conversación sugestiva, capaz de imantar espiritualidad y cultivar resiliencia.

A partir de la capacidad de Patricia Arés para comunicar, compartir impresiones y aconsejar sin pedantería se intenta proveer al espectador de herramientas para sortear los obstáculos emocionales presentes en una situación tan sombría como la que atravesamos. Independientemente de que la serie se televise, Patricia debiera disponer de un espacio fijo en la televisión, y en las redes sociales, o donde mejor llegue a la gente, porque nunca está de más testimoniar la voluntad por compartir la plenitud de la inteligencia aplicada al análisis sicológico o sociológico, y esa voluntad humanista y ecuménica que ella despliega tan natural. Todo ello carece de fecha de caducidad y, muy bien pudiera —hasta debiera—, trascender los meses de pandemia y quedarse instalado en nuestro medio audiovisual.

Provocaciones también lleva como productor, director y guionista a Rolando Almirante; cuenta con nueve capítulos de siete minutos cada uno, un tiempo por completo insuficiente para promover valores, creatividad y premios del cine producido por el Icaic en los últimos sesenta años, a partir de entrevistas y anécdotas que perfilan el aporte de los entrevistados: realizadores, intérpretes, ejecutivos, técnicos y otros profesionales que intervienen en la realización de un filme.

Rolando Almirante fue también el productor, el director y el guionista de la serie Provocaciones.
 

A partir del trabajo a control remoto, la drástica reducción del personal en el set, y la optimización del esfuerzo de quienes están en el terreno, Almirante consiguió realizar, en plena pandemia, Un momento con Patricia y Provocaciones —esta última considerada por el realizador como la útil salutación al cine cubano en tanto región de la cultura nacional digna de perenne encomio—. A través de opiniones, anécdotas y provocaciones se entreteje un homenaje, necesario, a numerosos profesionales del Icaic, siempre atentos a la divisa de que honrar, honra, y por supuesto que también debiera hacerse sistemático, periódico, este empeño.

Por otra parte, pareciera más específico, y por tanto con una fecha de caducidad más próxima, la serie Selfies. Rostros en la pandemia, del director y guionista Arturo Santana, con quince capítulos de aproximadamente tres. Cada entrega contiene el autorretrato sumario, realizado con una cámara fotográfica digital o un teléfono móvil, de alguien a quien se le pregunta lo que ha aprendido durante la pandemia y qué hará cuando se salve.

Y si bien Selfies. Rostros en la pandemia nos entregó el testimonio elocuente, sobrecogedor, de una ciudad en blanco y negro, vacía, de puertas cerradas y obligatorio silencio, también permitió reactivar, en nuestro contexto, los mecanismos de cine-encuesta para registrar las palpitaciones de la intimidad, en contraste con las compulsiones sociales; y semejantes exploraciones, en las aprehensiones individuales y colectivas, tampoco debieran restringirse a este 2020 de encierro y desconcierto.

 La serie Selfies. Rostros en la pandemia, del director y guionista Arturo Santana,
recogió testimonios durante la pandemia.

 

El cuarto de los proyectos terminados por el Icaic, y que también lidia con un tema cuyo tratamiento debiera continuarse en diversos audiovisuales, se titula Fábrica de felicidad: modelo para una crisis futura, y está concebido y dirigido por Lizette Vila, una realizadora que jamás, y nunca confió en que la complacencia fuera el camino para mejor entendernos.

Lizette Vila es esa mujer capaz de detenernos a todos, y obligarnos a responder tres o cuatro preguntas clave, a las puertas de una ciudad desconocida, porque ella conoce los peligros y siempre nos recomienda las mejores estrategias de supervivencia, las más pacíficas, las únicas que debieran ser aceptables. Desde el imprescindible Proyecto Palomas, la Casa Productora para el Activismo Social, su trabajo documental se ocupa, desde hace alrededor de veinte años, de alertar y crear conciencia en espacios privados y públicos sobre problemas de género, diversidad racial y sexual, prostitución, enfermedades y violencia doméstica entre muchos otros asuntos en los cuales la realizadora logra distinguir, precisamente, la grisura del guijarro y el brillo de la piedra preciosa.

La voz de Lizette Vila —acompañada por el coro de gente doliente y batalladora que puebla sus documentales— se cuenta entre las más representativas en la sempiterna cruzada por la equidad de género y contra la violencia, por todo ello es importante el documental Fábrica de Felicidad, que intenta compartir conocimientos sobre igualdad de género para tratar de reparar proyectos de vida y propiciar un ejercicio pleno de derechos entre mujeres y hombres. En etapas de crisis se acrecientan las brechas sociales, la discriminación, y esta pandemia pudiera implicar mayor violencia hacia las mujeres y los menores en los espacios domésticos, así como la continua reproducción y perpetuación de expresiones discriminatorias.

 El cuarto de los proyectos terminados por el Icaic se titula Fábrica de felicidad: modelo para una crisis futura,
y está concebido y dirigido por Lizette Vila.

 

En las plataformas digitales del Icaic se estrenó Fábrica de felicidad, título general de tres cortos que invitan a reflexionar sobre la perspectiva de género y promover la resiliencia como un derecho a la vida, en medio de la situación epidemiológica y la necesaria recuperación social. Los cortos se proponen profundizar en los fundamentos más reconocibles del concepto de género, y su importancia en el accionar cotidiano no solo de las mujeres sino también de los hombres, para poder cambiar, o mejorar, las relaciones entre unas y otros, a partir del reconocimiento de los roles preestablecidos y los estereotipos dominantes.

Con la narración de Marcos Herrera, Fábrica de Felicidad propone, nada menos, que convertir la dicha en un proyecto de vida y sugiere hacer público los afectos, la ternura para propiciar la entronización de una cultura de paz. Porque estos cortos se atreven a ensanchar el largo y tortuoso camino que ha recorrido Lizette Vila para curar heridas, elevar corazones y exorcizar conciencias reprobadas a lo largo de títulos como Mujeres de la basura al bienestar; Soy papá de cualquier manera; y Estoy viva, lo voy a contar, entre otros.

Si hace poco escribí que la televisión cubana, en tiempos de pandemia, se ha permitido un crescendo de cursilerías y chapuzas que amenazan con alcanzar un punto de No Retorno, y que algunos programas estelares se abren a la improvisación, no todo ha sido descuido e intrusismo profesional. También hubo creadores que leyeron las líneas en la palma de nuestras manos y supieron ver nuestra negativa a ceder espacio a la desintegración, las penas y el olvido.