Los sonidos de nuestra historia y tradiciones
22/4/2019
Dedicada al ejercicio científico-profesional que mantiene el interés en la compleja encrucijada entre los lenguajes fonéticos, lingüísticos, gráficos, simbólicos y tecnológicos, la mexicana Tania Candiani [1] llega a la XIII Bienal de La Habana. Nos presenta su obra Del sonido a la labor, una suerte de interacción performática cuyos significados engloban ciertas tradiciones de la que derivan asuntos de vital trascendencia en la contemporaneidad global, aunque su mirada se detenga —esta vez— en el contexto cubano de épocas pasadas y ya históricas.
Candiani ha desplegado su acción “neohistórica” en tres momentos de esos “sonidos” sobre algunas de las labores desarrolladas en nuestro país: primero, en Cantos de Trabajo, en la otrora “corredora de azúcar” más importante del siglo XIX, la Galbán-Lobo de La Habana Vieja, lugar en el que se encuentra el mural realizado por Hipólito Hidalgo de Caviedes, dedicado al cultivo, corte, procesamiento industrial y exportación para la comercialización de la caña de azúcar…
Allí, entonces, el Coro de Tonadas Trinitarias, portadores únicos —en este caso— de las canciones de trabajo en los campos de la dulce planta, en una singular acción de concierto, cuyo propósito más bien se inclinó hacia una cierta mirada a nuestra historia colonial, provocada por la artista mexicana.
Y como en una obra musical en tres aires, el segundo movimiento se desplazó hacia el taller de confecciones textiles El Quitrín, titulado La Lectora. Otro viraje hacia el espectro del siglo XIX cubano que reasienta el oficio del lector de tabaquería a otro contexto laboral, para dar paso al final, ese que ha tomado por denominación titular Uno nunca ve lo que se ha hecho sino que ve lo que queda por hacer, que centra su interés en el encaje de bolillo de la tejedora Adriana Martínez, una labor esta que produce un característico golpeteo de constante sonido y ritmo.