Presentación de Un mar sin gaviotas
8/2/2019
Un mar sin gaviotas, del argelino Khellas, nacido en la importante wilaya de Djelfa, donde estuvo prisionero Max Aub, no es la primera creación literaria del autor, aunque al leerla produzca esa impresión, dado el lirismo, el tono autobiográfico imposible de fingir, y las recurrentes alusiones a la infancia, tres recursos que caracterizan a las primeras obras, como sucede en esta breve novela. El autor comenzó a publicar relatos, en 1969, en algunas revistas argelinas, aunque en sus inicios fue ignorado por los críticos locales, de manera que sus textos iniciales recibieron atención en el extranjero (su primera historia fue transmitida por una emisora marroquí).
Fiel a la postura de sus progenitores (nació en una familia de agricultores, muy tradicional, opuesta a la dominación francesa y relacionada con los valores de la revolución), el autor recrea momentos históricos de Argelia como pinceladas al azar que justifican la añoranza, la cual tiñe por completo las noventa y cinco páginas de esta novela.
El protagonista de Un mar sin gaviotas, un escritor, hijo de madre poeta, tiene amores con una joven llamada Houda, con quien realiza un viaje por carretera, sin que se explique el propósito de dicha travesía, más allá del deseo de la serena contemplación del mar. Súbitamente, los planes de la pareja son interrumpidos, porque aparecen numerosos cadáveres de gaviotas desperdigados por la orilla de la playa. A partir de ese momento, el narrador se sumerge en el mundo interior de los recuerdos de su lejana infancia, cuando era un niño que pastoreaba ovejas.
Viaja memorísticamente tan lejos y con tanto ahínco que, además de narrar hechos irrecordables (por ejemplo, de cuando tenía un año de vida), llega al extremo de contarle a su madre, ya fallecida, el momento en que solo era un proyecto de ser humano.
Además de este viaje interior, y de la necesidad compulsiva del escritor por narrar cuanto le viene a la mente, otro elemento adquiere particular relevancia en la novela: La naturaleza.
La lluvia, por ejemplo, es descrita con minuciosidad y en repetidas ocasiones, pero igualmente el autor nos habla de vacas, de mariposas, de pájaros, de cabras, del ambiente bucólico de su infancia.
Como es sabido, la principal característica del arte bucólico es la presentación de la paz propia de las regiones campestres como algo soñado o ideal, y esta tranquilidad se asocia a la pureza y a la ausencia de vicios característicos de las ciudades.
Justamente eso es apreciable en este libro, cuyo título contiene el aterrador indicio de la contaminación del medio ambiente. La muerte de las gaviotas no solo representa la fugacidad de momentos felices, sino la insalubridad del mar y del entorno todo. De hecho, la presencia de dichas aves simboliza la sanidad del océano, y, por ende, el hecho de que mueran o dejen de ser visibles, es tomado de inmediato como signo de contaminación.
Un mar sin gaviotas no resulta una fácil lectura para nosotros, alejados de los referentes geográficos y culturales de ese importante país que es Argelia, pero nada nos impide disfrutar del aprendizaje de los rasgos de identidad de una nación cuyo surgimiento y desarrollo son curiosamente atractivos, entre otras razones, porque Argelia se distingue como el país más grande y solidario del continente africano. Invito al público a adentrarse en el mundo argelino a través de esta propuesta.