La voz de un rapeo rebelde y cubano
Fuerza, actitud y espiritualidad desbordó Telmary Díaz con su grupo Habana Sana durante su presentación en el Pabellón Cuba, en el marco del Festival Jazz Plaza 2019. Empoderada en su actuación, puso a todo el público a bailar, y también a reflexionar, con su rapeo rebelde e interpretación profunda.
Con su canto maduro, Telmary es una artista inteligente, penetrante, que comunica sus ideas y libera su poesía mediante la música. Es referente de fuerza y calidad, una mujer con potencia, un torbellino en el escenario, que erige su mundo escénico en la espiritualidad yoruba.
Con su banda —que fusiona rap, funk, jazz y soul con una base rítmica afrocubana— hace hip hop de Cuba y para el mundo como dueña y señora de una trayectoria reconocida ya a nivel mundial. Su representación del hip hop a través de sonidos cubanos rompió con la regla de tomar el background del hip hop americano para usarlo debajo de las letras.
Más que rapera, es una improvisadora, repentista y poeta convertida en una de las voces más auténticas y contundentes del género. Su interpretación y proyección son muy particulares; se expresa, protesta y se inspira en sus experiencias para relatar un poco de su día a día y el de los demás.
La rapera confiesa a La Jiribilla que se considera en verdad una comunicadora que se vale de ese género como forma de expresión porque le gustaba mucho escribir desde pequeña y quería convertirse en periodista. Manifiesta tener la cubanía sembrada todo el tiempo en su música, la cual llegó en un momento oportuno de su vida, cuando la necesidad de pronunciarse respecto a diferentes temas encontró en el hip hop una herramienta eficaz; y así fue como la poesía y la narrativa empezaron a fluir sin contención a través de su micrófono.
Telmary es una cubana auténtica, pues su personalidad simboliza un arma con la que dispara su flow hipnótico. Cuenta cómo empezó a temprana edad en ese ambiente, cuando en el movimiento del hip hop las mujeres eran solo coristas o bailarinas, mas ninguna tenía la posibilidad de coger el micrófono o hacer sus textos. El camino no le ha resultado fácil, al considerarse una de las primeras mujeres raperas que alzó su voz y que continúa y continuará siempre empoderando a la mujer, lo cual se siente en sus letras.
En su repertorio ningún tema aparece a la ligera, busca que la gente disfrute de su música y también de su mensaje, “pero sobre todas las cosas, que disfruten de Cuba”, ha expresado en disímiles ocasiones, y por eso dondequiera que va lleva un pedacito de esta Isla llena de sabor, sentimiento, son y timba.
En ese sentido, se refirió a cómo, de la misma forma en que se lleva la esencia de su país a cada rincón del planeta, busca incorporar a su repertorio cada nuevo ritmo que la seduce fuera de su tierra para que su gente lo conozca. Tampoco sigue una línea específica en sus conciertos, pues dice recrear una serie de géneros hilvanados por el hilo conductor de la música cubana.
Junto a su grupo Habana Sana ha recorrido el mundo con el afán de exponer qué significa en realidad ser cubano: “Dondequiera que voy represento a mi Cuba. Para ello, trato de hacer un hip hop con identidad, no imitador de ninguna cultura ajena, con elementos propios de nuestra idiosincrasia y revestido de elementos de improvisación a modo de controversia. También en mi discurso está presente la religión afrocubana, la onda del repentismo, la moyugba afrocubana y la batalla de los gallos en el changüí”, señala Telmary.
En el Pabellón Cuba, brindó un espectáculo con una tremenda fuerza instrumental, utilizando esa combinación particular de hip hop con una multiplicidad rítmica que pasa por el funk, soul y el jazz. Asimismo, rememoró temas de su primer disco A diario, como “Marilú” para recordar a su madre, la inspiradora del tema de Juan Formell y los Van Van, la periodista, la mujer que le dio la vida y perdió tempranamente. Además, le cantó a los almendrones con su popular éxito “Cógela como arde” y destacó con otra de sus composiciones más conocidas, “Como se pone La Habana”.
Desde el comienzo cantó, y de qué manera, como nos tiene acostumbrados en un concierto que inició de manera distinta al irrumpir marchando e interpretando el estribillo “a diario, los revolucionarios”, para solo luego saludar a su público, invitarlo a brindar, desearle mucho aché y advertir a algunos hombres “qué equivocao tú estás de la vida, mi amor, qué equivocao”.
Comentó lo invaluable que resulta para ella este concierto en el Pabellón, “con mi gente de verdad, con los cubanos de a pie que están ahí de corazón”.
“Siempre he pensado que somos una Isla llena de problemas y contradicciones, pero por encima de todas las cosas se palpa una calidad humana muy grande. Yo he viajado y he visto cómo funciona ese mundo muy distante del calor humano y la sensibilidad de aquí. Precisamente, esa forma de enfrentar la adversidad y avanzar sin dejarnos entristecer trato de incorporarla a mis canciones”, acota.
“Durante mis años fuera —agrega— me ha salvado mi recuerdo por Cuba, mi mejor musa, mi mejor escenario y mi mejor público, ese que alimenta mi creatividad y simboliza el más exigente, porque no regala un aplauso en vano, solo si te lo mereces”.
La también poetisa del jazz expone a La Jiribilla otras facetas suyas menos conocidas. Ha actuado en varias películas interpretándose a sí misma, pero precisa que quiere desdoblarse. Aunque su vínculo con la actuación aún no lo ha podido desarrollar como le gustaría, su sueño se ve cumplido de alguna forma a través de sus presentaciones en cada escenario donde, considera, actúa la palabra. Considera que da énfasis a sus presentaciones, les pone fuerza y trata sobre todo de comunicar; por eso la actuación está cerca de ella todo el tiempo.
Igualmente, ahora incursiona en la conducción en la sección “La puerta con Telmary”, en el programa de televisión La Banda Gigante: “Allí, Manolito Ortega me dio la posibilidad de entrevistar a músicos amigos, con lo cual me siento muy cómoda y ojalá a partir de esta experiencia lleguen otras oportunidades semejantes, porque lo he disfrutado muchísimo”.
También nos revela su añoranza por tener su propio programa de radio, bajo la inspiración del recuerdo de su madre, quien fuera periodista de la emisora Radio Rebelde.
“Como crecí viviendo ese tipo de energías y correteando por los pasillos del ICRT, aspiro a, cuando esté viejita y ya no quiera preocuparme por cómo salir delante de cámara, dedicarme a realizar un programa de radio sobre música cubana, esa que ya no se recuerda, que se tiene miedo de poner por ser diferente o resulta difícil de encontrar”, declara.
En su plan de entregarse al mágico mundo de la radio se convertiría, según precisa, en una suerte de rebuscadora de ritmos underground, o simplemente crearía una emisión dedicada a los clásicos basados en la obra de Benny Moré, Arsenio Rodríguez y otros relevantes músicos.
Mientras, en el presente, no pierde la esperanza de emprender una obra de teatro de hip hop, para la cual idealiza un guion de Eduardo del Llano y sueña tener a todos sus músicos amigos junto a ella.
Telmary sabe que no puede cambiar el mundo, pero no puede evitar dejar de evocar una sentida frase de Carlos Varela: “una canción no puede parar una bomba, pero puede cambiar una idea”. Por eso, realiza su música “en pos de transformar mentalidades, contra el estancamiento y en aras de la re-evolución”, como ella misma enfatiza, para con su crítica profunda y rapeo desenfadado traer positividad y recordarle a su pueblo quién es, a dónde va y de dónde viene.
Embajadora cultural y maestra de la poesía urbana, destila ingenio y dinamismo en su sonido contundente y apasionado, que la catapulta como una de las líderes más importantes de la escena del hip hop cubano más bailable, que contrasta con la norma del género comercial. Sin dudas, conjuga talento y personalidad en su distintivo estilo, por momentos suave, espiritual y por otros ametrallador, rápido y agresivo. Ella, como nadie, adiestra la palabra y ejercita el verbo empoderado, con su voz genuina, la de un rapeo rebelde y cubano.