Soy La profunda
17/1/2019
El tiempo parece que no ha pasado detrás de los barrotes del viejo ventanal. La voz, intacta. Los acordes, precisos. Los recuerdos, nítidos. Canciones que llegan como marejadas y estrujan hasta las más hieráticas personalidades…
Así transcurren los días de Isabel Béquer Menéndez, más que una Hija Ilustre, un símbolo, un monumento construido con su consagración a la música toda; la perseverancia que desconoció puntos muertos, compromiso eterno con su querida Trinidad, urbe a las puertas de 505 años de existencia.
“Cumpliré 85 años en este mes de enero y esta ventana siempre ha estado aquí. Igual ha sucedido con esa cama, esta casa donde nací siempre ha permanecido en este céntrico lugar, a un lado de la Casa de la Trova. Esas piedras que veo desde la ventana son las mismas de toda mi vida”, dice mientras el azul de sus ojos le desnuda el alma y desborda un amor lujurioso por la añeja villa que ha sido testigo de sus interpretaciones en distintos rincones.
Heredera de una tradición musical que corre por cada pedacito de la vivienda de patio interior amplio, puertas y ventanas abiertas al bullicio turístico de una urbe de hallazgos constantes, La Profunda, como la bautizó su hermano, mantiene cerca la guitarra.
“Aquí siempre hemos cantado. Hablo de mi familia, de la que estoy orgullosa porque todos los Béquer no han sido cantantes por su trabajo, sino por sus sentimientos y forma de ser”, expresa, mientras entona una de esas melodías llegadas de sorpresa para decirle al mundo que ama sin medidas a una dama con palacetes y plazuelas encantadoras.
Linda Trinidad de tanta historia/ de palacios y jardines adornados/ yo te llevo siempre en mi memoria/ y yo te brindo mi homenaje más preciado.
¿No ha pensado abandonar la guitarra?
“Canté desde siempre. Ahí tenemos la Casa de la Trova, donde siempre estuvo, justo a mi lado. Han pasado los años y ya no puedo ir, por lo que canto ahora desde aquí, desde mi casa”, menciona mientras el timbre que brota se divorcia de las manos surcadas y el pelo blanco.
En su actual escenario se devela otra parte de su historia, que trasciende las noches en vela por descargas a deshoras y grupos de amigos hipnotizados por los encantos de un jolgorio. Un diario cuelga de las paredes: fotografías amarillas, premios, reconocimientos, recuerdos que transpiran las energías propias de los diferentes momentos.
Son muchos los rostros conocidos que la han acompañado…
“He tenido aquí a tanta gente linda y buena. Me han visitado y han compartido conmigo. Venían a la Semana de la Cultura y cantábamos juntos, intercambiábamos. Con el corazón en la mano te digo: Elena Burke, una persona maravillosa; ¡qué mencionar de Esther Borja!, y así de otros tantos amigos”.
Las nostalgias por aquellos días interminables en que la algarabía de los foráneos y los múltiples centros nocturnos no perturbaban la soñolencia de la ciudad, toman el curso del diálogo. A un lado, su gata negra que la mira de reojo desde el sillón; al otro, su inseparable guitarra. Regresan las miradas de incomprensiones por asumir una vida muy propia; las Semanas de Cultura como espacio de verdadera amalgama de manifestaciones artísticas; unos auténticos San Juan y unas noches de la trova, con las canciones de Rafael Saroza y cuanto bardo trinitario se ha enamorado de los olores a mar y montaña.
En la región del Escambray amado/ donde la dulce Trinidad reposa/ perfumada como un pétalo de rosa/ dormita la ciudad policromada.
Fuera de cualquier canción que le ha brotado, ¿qué significa Trinidad?
“Vivir en Trinidad es lo mejor del mundo. He ido a otros lugares, pero no puedo realmente vivir en ellos. Quiero mucho a este pueblo porque es mi vida y ellos lo saben. Adoro, además, a los de Sancti Spíritus porque jamás se han olvidado de que esta vieja está aquí todavía”.
Y cómo tener tan mala memoria, si cuando Isabel Béquer canta lo hace toda Cuba, aunque la letra sea desconocida. No se trata de que posea una voz única, ni una técnica exquisita al tocar la guitarra y mucho menos por ser la más popular, sino por acoplar los registros del criollismo al arte universal.
Esa es la única manera de que cuando se le escuche se sienta el ritmo de un corazón profundo, repleto de sensaciones, sentimientos y espiritualidad plena que la convierten en eterna como el propio arte.
Por ser así, Isabel ha roto con las modas, con las tendencias y con las melodías intrusas que llegan del frente de su vivienda a ritmo de tambores o músicas del trending topic. Ella se mantiene como la presentan los tantos materiales audiovisuales que no se despiden de Trinidad sin robarle aunque sea un perfil. Conserva su esencia, sostenida por su intuición, talento natural y las herencias bebidas por quienes le abren los brazos.
“Soy La Profunda en la calle con su último detalle y su ritmo sin igual: una guitarra por la mañana, por la tarde y por la noche”, dice y la frase encuentra ritmo de conga con el toque de su dedo índice en la armazón de su instrumento musical, que vuelve a pujar con alegría otro regalo para ese paisaje que hace melodías con el sonido de cada piedra ubicada frente al añejo ventanal.
Yo te llevo por siempre en mi memoria/ y yo te brindo mi homenaje más preciado…