Sitio de fundación y trazado urbano originario de Trinidad
16/1/2019
La colonización de América tuvo lugar mediante la fundación de ciudades, a partir de las cuales se garantizaba la explotación económica de los territorios adscritos a las mismas. Los españoles trajeron consigo una experiencia colonizadora adquirida durante los largos siglos de contienda con los musulmanes. Las nuevas urbes americanas surgieron según un patrón urbano regular, aunque muchas son ejemplos de la distancia entre la teoría y la práctica. En Santiago de Cuba y en La Habana la construcción temprana de edificios no transitorios contribuyó a la pervivencia del trazado regular. En las villas del interior, las destrucciones provocadas por los asaltos de los piratas, la inestabilidad de los asientos en peligro de ser trasladados o arrasados, el aislamiento y la demora en aparecer viviendas perdurables, determinó un margen de dos siglos de inseguro y reconsiderado trazado, que marcaría para siempre las características de la red urbana. Trinidad representa un ejemplo típico de este proceso.
La red de calles del centro histórico urbano de Trinidad no es ortogonal, por el contrario, se presenta en forma de «tela de araña». La pérdida del trazado originario puede ser explicada. La primera causa de la desintegración de la traza fundacional está relacionada con el abandono de la villa en manos de la población autóctona o de sus descendientes, los primeros criollos, hijos de españoles con indias. Juan López de Velasco afirma en 1571 que la “[…] villa de la Trinidad […] donde agora ha quedado el nombre solo, es una población de indios en que habrá como cincuenta casados».[1] La repoblación de la ciudad por los españoles tuvo lugar en los finales del siglo XVI, al calor del afincamiento de la presencia hispana en Las Antillas ante las amenazas de los ingleses de apoderarse de la región y de las riquezas que se custodiaban en puertos como los de Cartagena de Indias, Veracruz y La Habana para ser trasladados a España en convoy, según el sistema de flotas organizado para la protección de los buques en la travesía. En el siglo XVII, los presupuestos urbanos de tipo regular se pierden y las poblaciones se desenvuelven, por lo general, según espontáneos (o interesados) crecimientos.
La segunda causa de la pérdida —nunca total, como veremos más adelante— del trazado fundacional, se relaciona con el traslado de la plaza de la iglesia Parroquial o Mayor a fines del siglo XVII hacia un nuevo emplazamiento con la consiguiente reestructuración del asiento urbano. La villa española trazada a “regla y cordel” tuvo su centro en la proximidad del Jigüe, considerado por la tradición como el lugar donde se realizó la misa de fundación. Sin dudas, el centro originario de Trinidad estuvo en dicho entorno, en nuestro criterio, en la proximidad de las actuales calles Cristo y Boca, donde perduran vestigios históricos y arqueológicos de los edificios de la iglesia Parroquial del siglo XVII y el Cabildo primitivo, estructuras que en todas las villas españolas fundadas en América marcan el lugar de fundación.
La iglesia constituyó la edificación más relevante de los asientos españoles, siempre ubicada al frente de la plaza fundacional. En 1642 corsarios ingleses atacaron y saquearon a Trinidad “con grave daño para su iglesia”,[2] pero en 1664 se inició la fabricación de una nueva.[3] La ciudad fue nuevamente saqueada el 5 de mayo de 1675 por el pirata inglés John Springer, “con tanto Rigor que mataron a diversas personas, sin reservar, ni aun a los niños de pecho, habiendo quedado los vecinos con tanto temor qe los mas se hicieron a los montes y que para hacerlos regresar a la Ciudad a costado mucho trabajo”.[4] De este modo la villa quedó destruida y la iglesia sin concluir, por lo que los residentes solicitaron ayuda al rey para la terminación de un edificio que “en Magnificencia y Arquitectura no la aventaja ninguna de la Isla”.[5] Finalmente:
Los vecinos de la ciudad de Trinidad acabaron un suntuoso templo que hacía 28 años se había comenzado y aunque V.M. le socorrió deseando verle acabado, no fue nunca posible, por ser la obra de más porte de los que pedía el lugar, pero quiso la Divina Majestad, que sin gravamen a las rentas de la Iglesia, ni a las cajas reales, se acabase en menos de un año, hasta llegarle a estrenar el día del glorioso apóstol San Pedro, de este año de 1692.[6]
El nuevo templo, de costado a su plaza, fue erigido en un sitio cercano, en el que más tarde fuera construida la iglesia que ha llegado a nuestros días, enfrentada a una nueva plaza que devino centro principal de la ciudad, hoy denominada la Mayor, y donde se concentran además de la iglesia importantes edificaciones como el palacio de Brunet, la casa Padrón, la casa Ortiz y la casa de las Sánchez Iznaga.[7]
La construcción de una nueva iglesia Parroquial trajo consigo el traslado del centro originario, fundacional, de la ciudad. Los indicios documentales y las huellas arqueológicas nos permiten sospechar que la primitiva iglesia Parroquial estuvo ubicada en el área próxima a la placita del Jigüe, tradicionalmente considerada como la fundacional. En efecto, en su proximidad existió un templo denominado de Nuestra Señora de la Consolación, desaparecido porque en su solar se construyó la iglesia de San Francisco (1813), de la que solo la torre ha llegado a nuestros días. Pero el obispo Morell de Santa Cruz nos dejó una detallada descripción de la misma: “[…] La Iglesia está de poniente a Oriente, y es de solo un Cañón de mampostería y texa muy ancho y poco largo: afeala también el arco toral que quedó muy baxo: los Altares se reducen a seis algo decentes: tiene su Púlpito y coro alto y torre con tres campanas […]”.[8] El templo contaba con una sola nave, estaba de costado a su plaza como todas las parroquiales primitivas, cubierto con techos de madera y a un costado tenía una torre campanario para tres campanas, aditamento que, en la época y en las poblaciones del interior del país, solamente poseían las parroquiales, con la única excepción de los templos de la Merced y de San Francisco de Puerto Príncipe. Es del todo probable que la iglesia de la Consolación fuera la parroquial del siglo XVII destruida por los piratas, abandonada por la construcción de la que se erigiera en el último tercio del siglo XVII en la actual Plaza Mayor.
Vale hacer notar que en los planos primeros de la ciudad se advierte que el único punto donde se aprecia ortogonalidad es, precisamente, en el encuentro de las calles de Cristo y Boca, a más de que las cuatro manzanas que rodean dicho centro son las únicas urbanizadas en su totalidad. Todo ello sugiere que, en efecto, se trata del área fundacional. La torre de San Francisco es, por tanto, un alminar que señala el sitio donde naciera Trinidad.
La tercera causa que contribuyó a la pérdida del trazado regular de fundación se relaciona con el larguísimo tiempo “ruralizado” de una población carente de vías pavimentadas y de edificios definitivos. Los solares-fundos eran de grandes dimensiones —de 28 varas de frente por 40 de fondo—, e irregulares, y sus propietarios usurpaban los terrenos a su antojo. El tipo de asentamiento de las viviendas primitivas, en un solar utilizado como conuco, fue determinante para la configuración urbana.
Y finalmente, a todo lo expuesto se sumó la situación de guerra de las ciudades antillanas durante los siglos iniciales. Los piratas resultaron un factor determinante para la adopción o pérdida del trazado regular en las ciudades de la cuenca del Caribe. Los puertos importantes fueron fortificados tempranamente, como en los casos de La Habana y Santiago de Cuba. Las obras defensivas fueron dirigidas por los mejores ingenieros militares de la época, los que también realizaron los planos reguladores de las ciudades. Ciudad fortificada es ciudad con trazado regular. Por el contrario, las villas carentes de defensas se vieron obligadas a protegerse de un modo orgánico, enrevesando el trazado de propósito. De este modo se desorientaba al enemigo, sobre todo en aquellas ciudades fundadas en terrenos llanos, sin puntos altos de defensa, como Sancti Spíritus y Camagüey. Es muy probable que esta razón englobe a las anteriores y fuese la determinante en el mantenimiento del trazado regular para los casos de las ciudades-plazas fuertes, y la pérdida del mismo en las que crecieron sin protección militar.
El trazado de Trinidad es un acto de vida, pues si bien nació acorde con el ideal urbano de su época, evolucionó en ajuste a circunstancias específicas. De ello deriva el encanto, el misterio y las sorpresas que depara el caminar por una ciudad que te conduce a lo largo de los pasos abiertos por sus habitantes, generación tras generación.