Sin cultura no hay libertad posible
17/10/2018
Fragmentos de las intervenciones del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en la última sesión del Primer Congreso de la Asociación Hermanos Saíz, en el Palacio de las Convenciones, el 18 de octubre del 2001, “Año de la Revolución victoriosa en el nuevo milenio”.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
[…]
Aquí se ha hablado de identidad nacional y que la televisión y los medios masivos alimentados desde Hollywood constituían el veneno más grande y la amenaza más grande para todos los países, eso es lo que discutimos fundamentalmente en el Congreso de Cultura, y ahora yo he dicho ya que si por aquellos días estábamos aterrorizados e inventando cómo demonios contraatacábamos, hoy estamos a la ofensiva. Ustedes saben que hay 300 Joven Club de computación con personal muy preparado y si queremos podemos crear una página web en cada uno de los 300 centros, ¡imagínense!
Imagínense las universidades con cada vez más gente, la gente cada vez con mayor conocimiento, los talentos esos, que es una palabra que a ustedes les gusta usar (Risas), y que yo digo que es masivo, ahí tengo unas contradicciones, pero bueno, nosotros estamos tratando de cultivar el talento masivo de nuestro pueblo. Nadie se vaya a imaginar que la capacidad de hacer cosas y de crear cosas es de una minoría de la población, lo que hay es un grupo, mayor o menor, que ha tenido la oportunidad de expresar su talento. […]
[…]
Entonces nosotros aspiramos a las cosas en masa, a las comunicaciones en masa. Nosotros estudiamos, incluso, las estrategias que deben seguirse en la búsqueda de compactos, cosa que a veces no es fácil por el temor a los virus, cierra las computadoras, no hay direcciones. Nosotros tenemos que desarrollar, incluso, y ustedes entre los intelectuales y otros entre los médicos, etcétera, la relación con decenas o cientos de millones de personas en el mundo.
Los países tienen un montón de medios de estos, pero caóticos, desorganizados y cada uno por su cuenta, y este país tiene la posibilidad, más o menos, de organizarse y tú conviertes en páginas web los 300 centros de computación, sin dejar de ser lo que son y sin dejar de prestar los servicios; pero tú puedes decir: “Mira, concéntrate en el estado tal de tal lugar, de Estados Unidos, y tú te vas para la provincia de Canadá, y tú te vas para Bélgica.” Hablo de estos países, porque tú no puedes hacer eso en África.
Mientras la gente analfabeta y pobre de América Latina, que lo que tiene es un 2 % o un 3 %, no me acuerdo el dato, de acceso a Internet, nosotros estamos en el estudio de cómo multiplicamos nuestras capacidades de comunicación y la fibra óptica, nacionalmente, y después las ramas, porque llegan hasta un punto, después usan el teléfono, porque iremos extendiendo la red por todo el país para ampliar las posibilidades de comunicación. […]
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Yo no les he dicho más que una parte. El mensaje de Cuba llegará a todas partes, ni se preocupen de eso, ese que llega a través de los medios habituales; pero es que este pueblo tiene que llegar, esa teoría de pueblo a pueblo somos nosotros los que la hacemos, y de individuo a individuo, cada uno en su área; pero ya hoy por hoy les aseguro a ustedes, no se imaginan hasta qué punto las noticias emanadas desde Cuba recorren el mundo. Así que nosotros estamos a la ofensiva ahora, a crear cultura.
Ellos hablaban de justicia infinita. Aquí empleamos una palabra, al final de este material, que decía: valor sin límites. A crear cultura que son valores, por encima de todo, espirituales de los cuales nosotros, como subproducto, podremos sacar en el futuro lo que queramos, así que todas estas cosas son posibles.
El ejemplo tuyo me motivó a hacer esta explicación y por eso quiero que sigas hablando, porque es una de las tantas formas, todas estas revistas, La Jiribilla ha enloquecido, como ustedes saben bien, a unas cuantas gente. Igual que las mesas redondas tienen una audiencia en Miami que ustedes no se pueden imaginar y por radio la trasmitimos a una hora determinada. Los compañeros que están allí presos la escuchan, mucha gente, porque se trasmiten por radio, no sale por televisión; pero también por satélite llega a 500 universidades, unos 5 000 centros de estudio en Estados Unidos, 60 cadenas locales de televisión.
Ya llegamos allí, cuando ellos no han logrado colar una imagen de su televisión “Martí”, y las perspectivas que tienen en el futuro son muy pocas, para no decir rotundamente que es cero, y las posibilidades nuestras de trasmitir dentro son reales y posibles por todo lo que hemos analizado, ¿comprenden? Me callo, antes de que ustedes empiecen aplaudir como a veces hacen (Aplausos), me callo. No, no, quería decir que muchas veces cuando se habla más de la cuenta empiezan a aplaudir (Risas). Sé que les he estado quitando tiempo y les juro que no nos vamos de aquí hasta que todo el tiempo que yo les haya robado, ustedes lo puedan disponer (Aplausos). […]
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Uno se pone a pensar en las cosas históricas en serio, dos acontecimientos fueron decisivos en lo que hoy estamos haciendo: uno es lo que, por otro lado, fue una tragedia, que fue la disolución del campo socialista y de la U.R.S.S. —lo del campo socialista no fue ninguna tragedia, pero lo de la U.R.S.S. sí—, dejo a un lado las privaciones que vinieron para nuestro país como consecuencia de haber caído en un doble bloqueo en cuestión de días. Lo que más duele es que le entregaron a la otra superpotencia el mando del mundo, hicieron a Estados Unidos dueño del mundo. […]
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Uno ha estudiado un poco de historia y, sobre todo, ha leído mucho, además es político, ese es mi oficio, sé un poco de política —posiblemente menos que lo que saben ustedes de rock y otras muchas cosas— y desde ese ángulo lo analizo, de la historia, de lo que hace, las declaraciones y todo eso, y un poder fabuloso en manos de él (se refiere a Bush), y quizás, fundamentalmente, de los halcones que lo rodean, no parece muy piadoso, puesto que jamás ha concedido un indulto en ese estado donde más gente son llevada a la silla eléctrica. […]
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Realmente uno se pregunta, ¿merecerá el mundo, mereceremos todos nosotros, que tanto hemos luchado desde 1868 por tener independencia, paz, por hacer lo que estamos haciendo ahora, las cosas que ustedes han expresado aquí y las que yo he mencionado; merecerán los demás pueblos que no pueden hacer lo que estamos haciendo nosotros; merecerá nuestra especie, que es capaz de producir tantas personas maravillosas como ustedes —y no es un halago, es una simple muestra—, esa suerte? Eso es lo que no se les puede perdonar. […]
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Fíjate, nosotros, cuando aquellos de repente nos cortaron el combustible, alimentos, todo, pudimos llegar a vivir 30 años de Revolución, o mejor dicho, a disponer de 30 años en medio de muchas luchas que fueron —las que se han mencionado— de todo tipo: terrorismo, agresiones, bloqueo, guerra económica, invasiones mercenarias, riesgo de guerra nuclear; pero dispusimos de 30 años de Revolución. Yo te puedo asegurar que sin la obra de la Revolución en los 30 primeros años, nosotros no habríamos podido resistir el período especial. Habríamos podido morir gloriosamente una gran parte de nosotros, no puedo decir que todos hubiéramos muerto, pero no habríamos podido pasar este período, y no lo hemos terminado de rebasar y ahora hay que estar mentalmente preparados para volver a enfrentar situaciones difíciles. […]
[…]
Comprendo psicológicamente, incluso, por qué nos apoyaron (se refiere a la U.R.S.S.). ¡Ni ellos se podían imaginar jamás que un país tan pequeño aquí, al lado del monstruo y por su propia cuenta, sin la menor ayuda, ni un centavo, ni un arma, ni nada, sino por nuestras propias conclusiones, hubiese hecho una Revolución social tan radical y tan profunda como la que hicimos en nuestro país, inspirados en las ideas patrióticas tradicionales de nuestro pueblo y de nuestros grandes próceres, en Martí, pero también en Marx, Lenin, Engels y los demás que nos hicieron —a mí por lo menos— tener una idea de lo que era la sociedad y el mundo!
Quiero que ustedes sepan que yo, estudiando economía política capitalista, me convertí en un comunista utópico, a partir de mis razonamientos primitivos, si se quiere, y mis meditaciones acerca de lo que era la sociedad esa en que estábamos viviendo y que la conocía en los campos, en las ciudades, desde que era niño, en un latifundio donde mi padre era el dueño de ese latifundio. Antes de ser comunista-marxista, fui comunista utópico por mis propias convicciones.
Desde luego, el contacto con aquella literatura me dio mucho, ¿comprenden?, empecé a saber lo que era la sociedad. Yo no podía adivinar qué era la sociedad, porque como alguien dentro de un bosque no sabe ni dónde está parado… Si por mi cuenta había sacado conclusiones, cuando empecé a ver algunas explicaciones racionales y lógicas de la sociedad en que estábamos viviendo, fui fácilmente conquistado por esas ideas. Después lo otro fue cosa cubana, como ustedes, como los trovadores y como los rockeros y como los creadores.
En ese sentido, nuestra generación —nuestro grupito— fue creadora de un método; igual que ustedes no inventaron la música tampoco, la estudiaron, nosotros estudiamos algunos elementos y los adquirimos, que sirvieron para ser adaptados a las condiciones de nuestro país, a nuestra historia y a una serie de factores, y crear un método para luchar contra aquel sistema y después para luchar contra el imperialismo y para resistir todo ese tipo de cosas. […] Los errores no los cometieron ellos, José Ernesto, los errores los cometimos nosotros, porque no todos tenían la confianza en sí mismos y la idea de juzgar, de analizar. Todos los errores que se puedan haber cometido, los cometimos nosotros. No podemos echarles la culpa a los que vinieron aquí; […] Yo era un inconforme, pero en un momento en que teníamos un monstruo enfrente y un país que emocionado por la sorpresa de que en no sé cuántos años al lado del imperio se rebelara y estableciera un régimen radical socialista, un régimen radical en este país, los arrastró a la valentía de ayudarnos. Estoy seguro de que si eso ocurre en la época de Stalin aquí no llega un barco de petróleo, porque eran demasiado calculadores y cautelosos; tuvimos la suerte de que coincidió con el momento en que había un campesino allí, pero eso era Jruschov, un campesino, y tuvo un entusiasmo enorme cuando estos podían haber liquidado la Revolución en aquellos momentos.
En aquellos momentos un buen número de revolucionarios habría muerto gloriosamente, pero no habríamos podido resistir. Eso nos dio la oportunidad de 30 años, e hicimos una obra a pesar de todas las imperfecciones. Se acabó el latifundio y millones de cosas se acabaron; se creó un sistema de igualdad en el país que había vivido nada más que bajo las botas de ejércitos, policías, terratenientes, propietarios.
Mira, un ser humano no era nada en este país donde, con seis y medio millones de habitantes, había 100 000 prostitutas; ya no te voy a hablar de los clubes esos, donde nada más podían entrar los que tenían más o menos la piel blanca y otros millones de cosas, con un analfabetismo… No hay que hablar de eso.
¿Qué era un hombre? ¿Qué era un campesino?, yo los vi y los conocí allí. ¿Qué era un trabajador? ¿Qué era un descendiente de los esclavos que apenas habían liberado oficialmente?, porque, además, se liberaron combatiendo, en la guerra del 68 y demás. La esclavitud se acabó en este país en 1886, y yo tengo muy presente siempre, dentro, cómo era la vida de toda aquella gente. No eran nadie, eran menos que cero, eran menos 10. Incluso a los esclavos liberados nadie les garantizaba ni siquiera el alimento o la salud que les garantizaban los dueños, porque si se morían o se enfermaban perdían el capital invertido en aquello. Era repugnante, realmente, aquella sociedad.
Una revolución, con todos sus errores, crea un nivel de igualdad y de justicia. Y aquí fue gorda, porque las empresas norteamericanas tenían hasta 200 000 hectáreas que fueron reducidas, fue una aplanadora, realmente; se acabaron los casatenientes; se rebajó en los primeros tiempos de la Revolución a la mitad el alquiler; los medicamentos se rebajaron a la mitad. No era muy económico; un economista académico no habría estado de acuerdo con nada de lo que hicimos, igual que un militar académico no habría participado nunca en el tipo de guerra irregular, en virtud de la cual se pudo derrotar al ejército de Batista que tenía 80 000 hombres y estaba bien armado y asesorado por los yankis. Todas esas cosas que tuvieron lugar hicieron posible la Revolución, que fue una obra creadora, repito.
Eso crea en el pueblo cosas nuevas. ¿Antes qué era un obrero? Un hombre que cortaba caña, andaba descalzo, los hijos pasaban hambre, no tenían escuela, y veía pasar por allí un guardia rural en un caballo grande, con un fusil, un plan de machete, aquello era el terror. El era la última carta de la baraja.
¿Qué era un campesino? Veía al soldado, veía al terrateniente, le quemaban la casa. ¿Qué noción podía él tener del Estado y del poder? Y de un día para otro se vuelve él el Estado y el poder, y es el que tiene todas las armas.
Estoy hablando de cosas que ustedes no vivieron, pero nada más quiero decir que una revolución de ese tipo, con todos los errores —y se puede hacer una larga lista—, genera una fuerza social tremenda.
En aquella época, cuando Girón, si aquello no se emplea, sí, posiblemente habríamos muerto gloriosamente unos cientos de miles de ciudadanos; pero sin invasiones y solo cortándonos los suministros de alimentos, de combustible y de todas las demás cosas, sin invasiones podríamos habernos suicidado, en el caso de que aquellos, un poco más listos, nos aplicaran las medidas que nos aplicaron, habría sido insostenible la Revolución.
Digo que no, porque en los primeros tiempos nos hicieron bloqueo cuando apareció una ayuda que ni nosotros esperábamos, ni nadie esperaba.
Entonces, ya venían trabajando con los dos procedimientos, ellos siguieron las dos líneas: la de la acción, sabotaje, guerra, subversión, terrorismo, y también la económica, para liquidarnos de todas formas. La que evitó que nos liquidaran económicamente fue esa ayuda que recibimos.
También cuando Girón fue derrotado, en menos de 72 horas, con las armas que teníamos; pero también con las armas que habíamos recibido y que nosotros aprendimos a manejar.
No les hicimos ningún caso a los instructores soviéticos, porque ellos mandaron a unos grupos para preparar unas cuantas baterías en un programa de seis meses, y nosotros, que teníamos el sentido de la realidad de guerrilleros que habíamos estado dos años allí luchando y que veíamos lo que venía, sencillamente no les hicimos ningún caso. No hubo manera de convencerlos, y entonces reunimos a miles de hombres, tomamos todos los cañones —porque ya estaban aquí— y les preguntamos a los compañeros de unas pocas baterías que estaban aprendiendo a manejar esas armas: “¿Ustedes pueden enseñar por la tarde lo que aprenden por la mañana?” “Sí.” Rodeamos todos aquellos lugares con miles y miles de hombres jóvenes y les dimos instrucciones a los alumnos aquellos: “Ustedes por la tarde les enseñan a los demás lo que aprendieron por la mañana.” Y en cuestión de semanas organizamos cientos de baterías. No eran expertos, ni mucho menos, pero aprendieron a manejar las armas.
No les hicimos ningún caso en absoluto a ellos, nos liquidan si les hacemos caso. Bueno, no habríamos podido liquidar la invasión en unos días; pero había armas suficientes ya en ese momento para una lucha larga en el país y espíritu para luchar durante años.
A lo mejor hubiéramos sido el Viet Nam. La derrota de Girón impidió el Viet Nam. Después, si aquellos nos hubiesen hecho el bloqueo económico en el que nos vimos envueltos, en un doble bloqueo en aquel momento; si someten al país de aquel entonces, no a una guerra, sino al bloqueo económico, a privarnos de toda posibilidad de adquirir alimentos, combustible, de todo, el otro, el que después aplicaron, pero tenían el contrapeso de lo que venía de allá —cuando aquello se derrumba, ellos arreciaron ese bloqueo—, te digo honestamente mi criterio: el país no habría podido resistir ese bloqueo. […]
[…]
Sí, hubiéramos tomado una acción militar contra la base y qué, tal vez los hubiéramos obligado a pelear. Yo no te digo que era una situación sin alternativa, tal vez los hubiéramos podido obligar a combatir y morir combatiendo; pero no tuvimos que buscar una alternativa de ese tipo y pudimos resistir gracias a lo que habíamos hecho durante 30 años y, sobre todo, a la disciplina, experiencia; medio millón de compatriotas habían cumplido misiones internacionalistas, teníamos suficientes armas, pero teníamos suficiente organización y conciencia, que no teníamos al triunfo de la Revolución, y nos permitió vencer el doble bloqueo, resistirlo, y antes de que empezara a producirse este último fenómeno íbamos avanzando, avanzando y avanzando, ya estábamos en eso, lo tengo muy presente. […]
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Yo no te estoy criticando, de verdad; es que sentí la necesidad, ante ustedes, de decir así para ser justo. No lo tome como crítica, de ninguna manera; porque yo me río igual que tú, porque lo que tú estabas diciendo ahí es pálido al lado de las cosas que yo he dicho (Risas), y de las cuales tengo constancia, porque están las actas y está todo. Nosotros tenemos ahí la constancia de cada una de las discusiones que hemos tenido con el equipo de la juventud, de los estudiantes, de las organizaciones de masa y del Partido, que hemos trabajado estos 22 meses en esta batalla. […]
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Veíamos claro: “Mire, esto es un error, lo que hay es que sacar el tratado y se acabó.” […] (se refiere a la Crisis de Octubre de 1962) Lo sostuvimos en Naciones Unidas y en todas partes; mientras ellos andaban con el jueguito de que no eran las armas ofensivas, nosotros decíamos que no teníamos que darles cuenta y que teníamos derecho a usar cualquier tipo de arma para la defensa de nuestro país, el mismo derecho que tenían ellos y los europeos, los de la O.T.A.N. y todos los demás. […]
[…]
¿Qué quería decir Kennedy cuando le preguntaban si había armas ofensivas? Quería referirse a las armas estratégicas que pueden llegar a su territorio. ¿Y qué decía Jruschov? “No, no hay armamento ofensivo.” Es decir, le decía otra cosa. El se preocupaba por los armamentos estratégicos y aquel le decía, aparentemente, que no había cohetes aquí, que no había armamento, usaba eso. ¡Ah!, no son ofensivos, a partir de una idea tonta de que, puesto que no pensaban atacar, que no tenían por objeto atacar, las armas aquellas no eran ofensivas, y aquellos, cuando hablaban de armas ofensivas, estaban pensando en las armas estratégicas. […]
[…]
Si algún valor tienen las muy repetidas palabras que yo les dije a los intelectuales, a partir de intuición, a partir de conceptos, que dije unas palabras: Con la Revolución todo, contra la Revolución nada (Aplausos). Eso tenía un sentido: libertad total en cuanto a la forma de expresión. Ya entonces era un pecado capital decir eso. […] Yo no conocía mucho la pintura abstracta y trataba de entenderla, porque nadie me la había explicado bien. Discutía con Alfredo, no es que discutía, le preguntaba, porque a él le gustaban mucho —a Alfredo Guevara— y allí tenía una serie de cuadros abstractos, y yo ignorante, le preguntaba: ¿Qué significado tiene, explícame? ¿Por qué te gustan? Yo no entiendo nada de lo que hay en los cuadros esos. ¡Ah!, pero la idea clara de que era muy ignorante y él es un compañero que uno apreciaba y los criterios y todo; pero si quería pintar alguien así, ¿por qué darle una patada a un cuadro, prohibir el cuadro?
Lo único, realmente, que tiene importancia de lo que les dije a los intelectuales es esto: “Pinten como quieran pintar, usen el estilo que quieran usar.” Y más recientemente hubo otra prueba: el acto del milenio, y fue sin ron. Hubo fiestas en todo el país, máximo, cerveza en algunos lugares, de ron nada. Quiero que sepan que yo no soy abstemio, desde luego, pero odio el ron, lo odio, porque cuando uno ve esos espectáculos, esos timbiriches que se montan a lo largo del Malecón y los tanques de todas esas cosas y botellas de ron y de todo, me parece que estamos cometiendo el acto criminal de alcoholizar al pueblo.
Bien, nosotros luchamos contra el alcoholismo y contra la fuma. Se ha reducido de 15 000 millones de cigarrillos a 12 000, es el que se está fumando, significan 300 millones de pesos menos de ingresos. Buscamos otra cosa, pero no puede haber ingresos a ese precio, y el precio es el más caro del mundo para el cigarro, y el más caro del mundo para el alcohol.
No se va a prohibir, pero si no seguimos una política consecuente alcoholizamos a la gente. Esos carnavales, yo no simpatizo con los timbiriches que ponen por ahí, y el día Primero, hubo un día Primero, aniversario de la Revolución, principio de un nuevo siglo, principio de un nuevo milenio, fiestas en todo el país sin ron y con todas las manifestaciones artísticas y todas las manifestaciones musicales, bien claro ahí, todas. Y hasta estaban los Orichas de allá, que estaban por allá, ¡que vengan!
Ahora ustedes dicen: Nos han tratado bien, muy bien, algunos han dicho que les han dado a esto y los otros. No, nada, lo que hicimos fue aplicar una política de libertad en las expresiones del arte y de la música.
Hay una cosa, yo tengo esa tendencia; pero, además, tengo la suerte de que soy amigo de Harry Belafonte y no hace mucho tiempo, un día me explicó toda la historia del rap y cómo surgió, dónde surgió, fue en Nueva York, de la población negra de Estados Unidos oprimida, discriminada, con una música de protesta y advertía: “Los enemigos y los reaccionarios están tratando de utilizar toda esa música, comercializarla y convertirla…” Y aquí se horrorizaba la gente con el rap. Y ese mismo día, la política: “Señores, hay que darles apoyo a todas las manifestaciones, no hay que tener temor ninguna.”
También un día —porque aquí estaba Veitía—, él tiene un ballet español excelente, entonces, cuando lo vimos al inaugurar el Palacio de Bellas Artes, dijimos: “¡Excelente! Busquen a esa gente.” Hasta una tribuna abierta allá en Cárdenas en que tuvieron la desgracia de que les faltaba un cable, y de repente se fue la música y siguieron bailando. Todo el mundo asombrado, no se sabía lo que había pasado, creían que era parte del espectáculo, y es que se fue la música porque se fue, y aquel grupo siguió, una cosa bella. Y el ballet clásico no lo inventó nadie. Eso es europeo, y casi casi, bueno, no lo digo, ¡es europeo!, sin embargo, es un espectáculo maravilloso, y de ahí sale esa danza clásica. ¿Por qué vamos a elevar a 300? ¡Ah!, porque de allí queremos que salga la gente que necesitamos para la danza moderna, contemporánea, la que se usa en la televisión, en un lugar.
Nosotros queremos multiplicar con la máxima calidad el número de grupos de danza, y aquella de cubana no tiene nada el ballet. Y si aceptamos el ballet, ¿tenemos que tenerle miedo a la música que han inventado los negros norteamericanos, el rap y todo lo demás? Y en virtud de una concepción, si ellos recibieron alguna ayuda, ahora que tú mencionabas o Luis mencionaba y creo que Yamira también algo dijo de eso, no es nada, sino que no reciben nunca ninguna ayuda, si estaban casi prohibidos. ¿Es que acaso van a desplazar el ballet, o van a desplazar la danza folclórica? Ni el circo es desplazado aquí por nada de eso. Lo que hace falta es circo también, pero hemos planteado que circo sin leones, y sin elefantes, circos artísticos.
Lo vimos un día al inaugurar un curso las maravillas que hicieron unas muchachas allí en el circo, la cosa artística, y con perritos, con pelotas y con todas esas cosas se puede hacer una maravilla. Por aquí está un amigo con el cual discutí muchísimo. Estaba rabioso con él en una tribuna abierta, porque le pregunto por el circo, estaba muy entusiasmado. Le digo: ¿Qué les pasa a ustedes? “Es que nos falta una carpa?” Digo: “¿Cómo que les falta una carpa? ¿Cuánto vale una carpa?” Entonces no tenían ni los 30 000 dólares para una carpa, y dije: “Multipliquemos el circo. ¿Cuánta capacidad tiene esa escuela? Multipliquen, elévenla. Yo no sé, habrá duplicado, o triplicado el número de eso.
En el capitalismo había unos circos que andaban por ahí en época de zafra en unas carpas, y allí llevaban leones hambrientos. Rugían. Si algún familiar de ustedes vivió en un central azucarero, y yo nací a 4 kilómetros de un central, y todos los años venía el circo tal, y para allá iba todo el mundo al circo, pero los leones no dejaban dormir a nadie. Había leones, elefantes, no sé cuántas cosas, y yo le decía: “Un circo que no sea romano, un circo sin leones, ni tigres, ni elefantes, nada de eso, otro tipo de animales.” Cuánto arte hay en el circo mezclado con la danza, con la música, con las demás actividades que hacen.
Yo dije: Yo quisiera que tuviéramos 20 escuelas de circo, porque son capaces de hacer un espectáculo artístico; es decir que todas las actividades se desarrollen y que lleguemos a lo óptimo en materia de calidad.
Bien temprano la Revolución construyó, o intentó construir la Escuela Nacional de Arte. Yo recuerdo que vi los proyectos, discutí con los que lo presentaban, yo de arquitectura sabía tan poco como de todas las demás cosas; pero encontraba bellos aquellos proyectos. Eran una fantasía. Entonces digo: “Construyan la fantasía.” No llegaron ni a terminarla porque un día en el Ministerio de la Construcción —no voy a mencionar el nombre del que estaba allí, pero es un arquitecto, era una persona que conocía de eso—, digo: “¿Cuándo vamos a terminar la escuela?” Dice: “No es posible.” Digo: “¿Físicamente es imposible terminar esa escuela?” Y me dice: “Es imposiblemente físicamente construirla.” Pues nada, con lo que se hizo —y le faltaban algunas cosas— se hizo famosa en el mundo la escuela, y nosotros dijimos: “Vamos a terminar esta escuela.” No había pasado la batalla esta, sí la del congreso ya, y tomamos la decisión. Invitamos a los arquitectos que habían participado y tomamos la decisión de terminar aquella escuela en los conceptos que tenía, arreglar el río ese, y llegar a tener la escuela con que habíamos soñado hace más de 40 años, hace 41 años. No hemos mencionado que allí están todos los proyectos y los recursos para terminar esa escuela tal como fue concebida, y, además, mejorada.
La Habana Vieja también, 200 años tardaría en construirse. Las donaciones esas no alcanzaban para nada. Pero, señores, una idea hizo posible lo que es hoy La Habana Vieja. Señores, vamos a recoger todos esos restaurantes. Ya estábamos en el período especial, ya había restaurantes en divisa, tiendas, recojan todo eso. No vamos a regalar La Habana Vieja porque algunas casas se construyeron, porque alguien traía 60 000 dólares, una gente muy rica y amiga del país, se reconstruía la casa y tenían durante 30 años derecho al uso. Nosotros dijimos: “No, ¿por qué vamos a regalar a La Habana Vieja?” Entonces se buscó un millón de dólares, ¡un millón!, unas cuantas tiendas de estas, restaurantes, y todo, en divisa, no había de dónde demonios sacar nada, y se hizo un Decreto-ley estableciendo… El Poder Popular de la ciudad no podía con eso, imposible.[…]
[…]
Entonces, La Habana que se autofinancie. La Habana tiene que recaudar más fondos que Varadero, y los fondos se dividen por un decreto del Consejo de Estado para la restauración, para el apoyo social a la gente, y una parte de ese dinero para la reserva, porque, por ejemplo, para construir. Es para la reserva, pero con los fondos esos se está construyendo la Escuela Nacional de Arte.
Una idea salvó La Habana Vieja ya dentro de las condiciones duras del período especial y la desgraciada situación en que había tiendas en divisa para el que tenía un pariente. Ya hoy no, ya hay tiendas en divisa y hay casas de cambio en que se puede cambiar el peso, etcétera; y no es nada, eso seguirá evolucionando. Tenemos nuestra moneda nacional en divisa y nuestra moneda nacional en peso.
Todo esto no es más que un amargo período, un purgante que hay que tomarse para desintoxicar el organismo y salvarlo.
Pero mira lo que es hoy La Habana Vieja, es la admiración de todo el mundo, viene ya todo el mundo a ver a La Habana Vieja. Ahí está; desde luego, no es una cuestión de dinero. Ahí están las ideas, los conceptos, la sabiduría, la cultura de Leal y su amor infinito por La Habana Vieja. No había con qué aplicar todo aquello, y hoy La Habana Vieja es… Y la escuela esa se reconstruye. Lo que pasó con el rap, sobre todo, y con el rock es producto de una idea muy similar a la que se defendió hace 41 años, no sé cuándo fue aquella reunión de la más amplia libertad en la forma de expresarse, y lo mismo también en la música. No podemos caer en eso.
Un día estaba viendo una tribuna abierta, que fue en Artemisa, fue después del primero, fue este año, y se aparece un grupito de cuatro allí, tres muchachos y una muchachita, con una bandera, y óiganme, a mí me hizo una impresión tremenda. Yo quise conocer a aquella gente, se lo dije a Carmen Rosa y a otros compañeros allí: “Localicen a esa gente, para ver de dónde han salido”, porque había que ver a aquella gente con la bandera y el canto, ¿quién era? Un ama de casa y dos muchachos más, ellos solos habían creado su grupito, y en uno de los actos más grandes que dimos, nos acordamos de eso, y era el rap al servicio de una causa, en una protesta, instrumento de la Revolución, como fue instrumento de los que lo crearon, contra la discriminación, la opresión y todas esas cosas. Es un concepto, es una filosofía, y vendrán otros y eso es así, amplitud total, es por eso.
Aprovecho la ocasión para explicarles por qué se hizo eso, y esa es la política que vamos a seguir de apoyo a todos los géneros, y a los trovadores, por supuesto, no hay ni que dudar de eso ni en lo más mínimo.
Es que este va a ser, además, en nuestro concepto, el país más libre del mundo, porque la libertad está en razón directamente proporcional a la cultura de la gente, que he dicho y repetido la frase de Martí, un día que estábamos reunidos en vísperas de un acto, que fue el de la calle 23 y 12, discutiendo, lo más extraño del mundo: un discurso colectivo de un grupo de intelectuales. En aventura como esa, les juro que no me meto más nunca en mi vida (Risas), porque aprovechamos ya cuando todos estaban dormidos, del proyecto que tenía un pedazo de uno, de otro, de otro. Óiganme y cuidado, si el autor admite que le quiten una línea o le cambien algo, era una mezcolanza terrible y se hizo, pero ya de madrugada, el mismo día del acto.
Para colmo invitamos a los actores, porque la creación era de uno y los que iban a hablar eran otros, y los actores enredaron mucho más todo aquello, porque también empezaron a opinar, porque a aquel no le gustaba el párrafo que le tocó, porque era medio lírico (Risas) y ellos querían una cosa fuerte. ¡Terrible!, reunir a actores con intelectuales y ponerlos de acuerdo para revisar un material… Menos mal que a aquellos les dije: “Ustedes tienen que estar descansados, váyanse a dormir.” Una buena parte de los que estaban allí estaban cansados, y yo también, les pedimos… No avanzábamos y eran las 5:00 de la mañana, y nos quedamos allí a ver, y algunos más, algunos cómplices, y cuando todo el mundo se había dormido ya, entre dos o tres de los cómplices empezamos a tachar, ¡y ran, y ran y ran! No cambiamos nada, lo único que tachamos todo lo que había que tachar; lo ordenamos, más o menos, como tenía que ordenarse (Risas). No, eso es de reírse.
Entonces, al otro día, cuando ya creíamos que lo que habíamos dejado por la noche estaba bien, todo muy bien, creo que hasta Abel se había dormido, pero Abel era partidario de darle racionalidad a aquello, pero se durmió también. Se quedaron dos o tres socios, cómplices, y se reconstruyó aquello. Por la mañana yo lo traigo, y descubro, de repente, que faltaba una frase importante.
Cuando llego, ya estaban ensayando los actores, se habían repartido, según su característica, estaba bastante armonioso, y había una frase que no podía faltar, y por el camino me lo leí, óiganme, en 25 minutos. A mí me gusta leer con calma, en 25 minutos he leído las 63 páginas, revisado rápido, rápido. También yo sabía dónde estaban los puntos complicados, en lo que estaban de acuerdo, sobre todo en la parte final, y ya llegando al Palacio, que veo el párrafo aquel, en el elevador iba yo redactando para allá arriba, y cuando llego allí, con el párrafo, todo el mundo comprendía que ya estaban ensayando el material que habíamos dejado al amanecer, y cada uno repartido su pedazo y todo el mundo muy contento, y ya la introducción del párrafo aquel obligó a complicados cambios: A este que le tocaba, le tocó este; pero se pudo arreglar, y a las 6:00 de la tarde estaba en 23 dándose el acto, que era el día 28 de enero, que era el día en que los yankis habían dicho que iban a devolver al niño, y nosotros esperamos hasta esa hora.
Ya teníamos todos los proyectos, la tribuna abierta, y cuando se cumplió las 12:00 de la noche, al amanecer empezaron a llegar unos camioncitos aislados, a construir la tribuna abierta antimperialista esa que está ahí, que ya tenía todos los proyectos, la estatua.
Aquellos fueron tan estúpidos en su tozudez que nos dio tiempo a construir la tribuna, aunque ya la tribuna iba de todas maneras, porque, era difícil, si devolvían al niño, el 28, al otro día ponerse a hacer la tribuna. Pero no llegó y empezaron unos poquitos, porque hemos utilizado el método, incluso, de sorprenderlos siempre, a veces hacerlos sufrir: primero llegó un buldocito… Teníamos dos variantes: o llega todo junto; pero hicimos el peor, el más torturante medio político: unos pocos que llegaron allí, unos martillos —yo estoy ocupando tu puesto— y un camioncito, un buldocito, y dijimos: “Vayan incrementando.” Por la noche allí había decenas de equipos, durante el día lo que se hizo fue poner luminarias, y aquellos no sabían en qué demonios se estaba trabajando; y para que no supieran lo que estábamos haciendo allí, a los mismos constructores les dimos como diez versiones: “Miren, la estatua de Niemeyer, aquí va tal cosa, aquí va un parque de no sé qué cosa”, como diez cosas. Iban los periodistas, iba todo el mundo, un trabajador, porque, además, tampoco ellos sabían lo que se estaba haciendo allí, se les dio la misión de que cada uno dijera una razón diferente. Y aquello por la noche, día y noche en 80 días, ¿fueron 80 u 81? En 80 días se hizo la Tribuna Abierta con todo. No, no, eso fue del diablo, y ya esa tribuna es donde se gradúan los de sexto grado, noveno, todos. Y ahí está, así que hubo que hacer muchas cosas, utilizar mucho la imaginación y seguir una táctica para hacer todo eso.
Nosotros soñamos con muchas cosas, pero con muchas cosas; nosotros estamos haciendo proyectos para el día en que se puedan hacer. Pero sí hubo dos cosas muy importantes: Se reconstruyó el “Amadeo Roldán”, ¿cuántos años estuvo ahí? Habían destruido el parque y los alrededores; se salvaron 600 millones de dólares en cuadros y obras artísticas que se iban a perder, en los dos museos. Donde había uno, hay dos ahora, y de verdad estamos orgullosos de esos dos museos, pero estamos inconformes: uno tiene la impresión de que falta un museo, por ejemplo —en Bellas Artes—, latinoamericano. Aquello está lleno de cosas europeas… De Haití me habían dicho que había un solo cuadro, y todo el mundo creía que no había más, hasta que nos dijeron que tenían una colección de pintura haitiana en la Casa de las Américas.
Nosotros soñamos con muchas cosas, y ya tenemos un poco el hábito de ver muchos sueños convertidos en realidades, puedo añadir que muchos sueños que nacieron después y que no teníamos cuando triunfó la Revolución; es decir, la Revolución ha llegado en medio de todo eso.
No estoy aquí haciendo panegírico, no, no, no; estoy tratando de trasmitirles —algunos lo saben, no siempre uno dice las cosas iguales— la cantidad de sueños que nosotros tenemos, y bajo estos conceptos de libertad y libertad.
Lo que Martí escribió es una de las más grandes verdades, esto fue lo que nos llevó a la historia esta. Fue aquel día en que compartiendo con unos compañeros, les dije: Miren, es que sin cultura no hay libertad posible, es imposible. Pienso en los miles de millones de personas que tienen prohibido pensar: aquellos que fuman tal marca de cigarro, toman tal cosa y todos los demás, porque alguien les ha dicho que hagan eso. A tales extremos ha llegado el sistema que combatimos, que les ha suprimido a la gente el equipo de pensar.
El hombre de las hordas podía descubrir algo, ver que un palo era más duro que otro, y lo utilizaba. Este hombre de hoy tiene menos libertad de pensar que el hombre de las hordas primitivas, porque casi todo lo que hace es lo que le han metido en la cabeza, a través de los medios masivos, que haga: “Consume eso, lo otro, lo otro.” Y de la misma forma le introducen hasta el pensamiento político. Con esas armas jamás el hombre podría liberarse. El hombre se va a liberar porque lo están conduciendo a un callejón sin salida y las crisis van a ser cada vez más profundas. Desde luego, ¿qué hay que hacer? Hay que trasmitir ideas.
En este momento Cuba tiene el privilegio de que la escuchan, por haberse quedado como un país solitario. Nosotros no queríamos hacer el papel que debieron haber hecho los otros, la Revolución que pudieron haber hecho países en mucho mejores condiciones y hasta más lejos de Estados Unidos; porque aun cuando hicieron allá ellos su revolución en octubre, los ingleses, que están junto con ellos ahora bombardeando a Afganistán, y los yankis intervinieron allí en aquel país, para acabar con aquella revolución que pudo hacer mucho.
Es verdad que no se ajustaba a la idea de Marx de que no se podía hacer la revolución en un solo país, la revolución tenía que ser mundial, sería una consecuencia inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas y un fenómeno de carácter mundial.
Ellos se metieron en la aventura. Hicieron bien, ¿qué iban a hacer después que tienen el poder? Creían que venía la revolución en Alemania, en Inglaterra, aquí y allá, y no vino en ninguna parte, la aplastaron los reaccionarios. ¿Qué tienen que hacer, rendirse o construirla en un solo país?
Nosotros tuvimos el privilegio de que aquello existiera. Ahora, nadie pensó en aquello. Nosotros, los que estábamos, partíamos de una creencia falsa. Partíamos de la creencia de que después de aquella guerra mundial, en que tanto se habló de independencia, de soberanía, etcétera —guerra que se acaba en 1945 y con empleo de aquellas armas nucleares—, la soberanía de los países existía. Ese fue nuestro error. Era falsa aquella creencia por completo, porque si hubiera existido la soberanía nosotros hubiéramos hecho nuestra Revolución sin que tuvieran que venir aquellos amigos distantes.
Estoy dispuesto a estar con ustedes aquí hasta por la madrugada, o cualquier cosa. Yo no tendré que hablar, si hablo son unas palabras formales, y los que estén por querer decir, defenderé aquí hasta la hora que sea necesario el derecho a exponer. […]