Pascasio “Pacho” Alonso Fajardo

Raúl Martínez Rodríguez
11/9/2018

La ciudad de Santiago de Cuba, con sus canciones trovadorescas, sones, congas, toques de tumba francesa y estudiantinas, es considerada acertadamente como uno de nuestros núcleos folclóricos más genuinos y de valor permanente dentro de nuestra música bailable.  De forma espontánea, sus habitantes cutarean con gracia criolla y cotidiana, con la que identificamos y diferenciamos al santiaguero del resto de nuestro país.  Pero donde esa muestra de creación artística colectiva adquiere su máxima representación es durante la celebración de sus famosos carnavales; la salida de los barrios El Trivolí y Los Hoyos, de las tradicionales comparsas La Izuama y La Olugo (de origen caribalí), y La Luz María y María la O, que en franca rivalidad representan los dos conocidos barrios santiagueros.

Cuando eso se produce, la ciudad se convierte en una fiesta singular, no solo de música y danza, sino también de color, alegría y hospitalidad.  Para todo el nacido y formado en esta atmósfera de hondas raíces populares, y por supuesto, cuente con suficiente sensibilidad artística para asimilar este rico ambiente de arte popular, el resultado final siempre será el mismo, el de restituirlo al pueblo que de él tomó, pero esta vez enriquecido con una mayor elaboración técnica, sin perder sus fidedignas raíces nacionales. Entre los muchos ejemplos que existen en nuestro país con estos atributos se encontraba el notable cantante Pacho Alonso, genuino exponente de la música popular de su ciudad natal Santiago de Cuba.

Ambiente propicio y formación

Pascasio Alonso Fajardo, que era su verdadero nombre, nació en la prolongación de San Félix No. 64 entre Corona y Estrada Palma, en La Trocha, barrio Mariana de la Torre, el 22 de agosto de 1928.  Sus padres fueron la puertorriqueña Luisa Fajardo y el cubano Longino Alonso.  Pacho fue el antepenúltimo de los dieciséis hijos de este matrimonio.  Sus estudios primarios los cursó en la Escuela Pública No. 6 que se encontraba en la calle Santa Lucía de su ciudad natal.  Por esa época integró una pequeña compañía de variedades infantiles, con la que hizo representaciones en fiestas escolares y teatros.  A mediados de la década del cuarenta y finalizado el octavo grado, Pacho Alonso matriculó la carrera de magisterio en la Escuela Normal de Maestros.  Durante sus años de estudiante se caracterizó por su forma juvenil, era divertido y vivaracho, amante de los estudios, de los deportes y la música.  En dicha institución fue integrante de un coro vocal y a su vez practicó varios deportes, entre ellos, el lanzamiento de jabalina, el baloncesto y la pelota, los que contribuyeron sin duda a que Pacho contara con un excelente desarrollo corporal y una formación de cultura integral.

El hogar y la numerosa familia de los Alonso y Fajardo era notorio en la ciudad de Santiago de Cuba por sus reuniones de cantantes y músicos y, por supuesto, por las “descargas”  musicales encabezadas por Luisa, que tocaba la guitarra y hacía la segunda voz, y por sus hijos Sixto, Nereida, y el propio Pacho.  En 1946, el pianista, recitador y profesor de inglés, y también santiaguero, Luis Carbonell, laboraba como director artístico de varios programas de aficionados en la emisora CMKC.  Estimulado por este, Pacho Alonso, que por esa época contaba dieciocho años, se presentó en un programa cantando el bolero “Lástima de ti”, con el cual obtuvo uno de sus primeros triunfos como cantante.

Poco después visitó la ciudad de La Habana con motivo de una competencia deportiva, ocasión que aprovechó el joven artista para presentarse en la Emisora Mil Diez, donde fue estimulado por el compositor José Antonio Méndez y el director de orquesta Bebo Valdés. Conoció entonces la música de compositores jóvenes como Orlando de la Rosa, Felo Bergaza, Mario Fernández Portas, Juan Bruno Tarraza, Bobby Collazo y Julio Gutiérrez, que en ese momento representaban las nuevas tendencias dentro de la cancionista popular cubana.  A su regreso a su ciudad natal, prosiguió los estudios de magisterio, los cuales alternaba con actuaciones como cantante.

Pacho Alonso y sus Modernistas, su primer conjunto. Foto: Revista Revolución y Cultura

Un verdadero adiestramiento musical

Cuando el notable saxofonista oriental Mariano Macerón regresó de México en 1950 y al año siguiente organizó su propia orquesta de baile, tipo jazz band, integró a tres de los vocalista más prometedores de ese momento en la ciudad de Santiago: Pacho Alonso, Fernando Álvarez, Alfonso Eliseo (Juan Carón) y más tarde al inolvidable Benny Moré, que por esos años era ya un consagrado por sus grabaciones en México con la famosa orquesta de Dámaso Pérez Prado.  De 1951 a 1954, Pacho Alonso, junto al maestro Mercerón, realizó una extensa labor como cantante de orquesta, actuando en infinidades de bailes populares, cabarets y en distintos programas en la Cadena Oriental de Radio y en otras emisoras de su ciudad natal. 

Estos tres años de labor ininterrumpida como vocalista de una orquesta de este tipo fueron para Pacho fructíferos en su formación y carrera musical futura.  Junto a la necesaria disciplina colectiva, el repertorio de este prototipo de agrupación era muy disímil y obligaba a sus cantantes a ser versátiles con el adiestramiento de todos los géneros y estilos musicales cubanos destinados al baile.  Con la firma RCA Víctor, y con esta agrupación musical, Pacho efectuó sus primeras grabaciones.  En las piezas tituladas “El cha cha chá de la Reina” y “Agua mulata”, su voz se dio a conocer en Cuba y también en algunos países de América Latina.

Del triunfo de una genuina vocación

Desde  1952 en que Pacho Alonso se graduó de maestro y abandonó el tercer año de bachillerato, realizó durante un tiempo la ardua y divergente labor de maestro y cantante.   Su excelente formación pedagógica y sus grandes condiciones de vocalista, lo hicieron muy querido entre los santiagueros.  Su buen carácter, excesivamente jocoso, algunas veces iba en contra de la lógica disciplina que debía imponer como maestro a sus alumnos en el aula.  Aunque no le fue fácil dejar de ejercer la profesión de maestro de escuela, las diversas actividades nocturnas, en bailes, cabarets, carnavales, ensayos, y sobre todo su fuerte vocación artística, la cual era constantemente estimulada por amigos, admiradores y músicos, se convirtieron al final en razones suficientes para que Pacho se dedicara por entero al canto.

Grandes anhelos 

En 1954, se produjeron en su vida emocional y profesional dos hechos trascendentales, primero su matrimonio con la hermosa santiaguera Gladis Castillo, la cual le daría dos hijos: Meliza y Longino (Pachito); segundo, la cristalización de un viejo anhelo, la organización de su propio conjunto: Pacho Alonso y sus Modernistas.  Desde los primeros momentos, le impregnó a su grupo como característica fundamental su marcada acentuación, eminentemente santiaguera.  Con tal reconocimiento por parte del público bailador, obtuvo sus primeros triunfos en los escenarios de los centros nocturnos como el Copa Club y San Pedro del Mar.  Más tarde, fueron contratados con carácter de exclusividad para actuar en la carroza de la cervecería La Polar, presentándose en distintos carnavales y en otros espectáculos.  En 1957, Pacho se presentó por primera vez en la televisión durante una semana con su conjunto en el programa El Show del Mediodía, del canal 6 de CMQ TV.  Ese mismo año, y sin ningún éxito significativo, grabó para los discos GEMA los números titulados “Meñoñón” (son montuno) y “Serenata de Haití”.  De regreso a su querido Santiago, continuó sus actividades en cabarets y bailes populares, pero ya con la idea fija de darse a conocer nacionalmente desde la capital.

Con talento y arrojo necesario

La ciudad de La Habana, con sus emisoras de radio y televisión, empresas discográficas, cabarets, nights clubs y teatros, era la plaza más importante y ambicionada por los artistas del resto de la Isla.  Sus famosos centros recreativos, en manos de comerciantes habilidosos, no querían correr el riesgo de afectar económicamente sus negocios con la contratación de un elenco artístico poco conocido, aunque estos estuviesen respaldados por un alto valor artístico.

Pacho Alonso y sus Bocucos (1960). Foto: Revista Revolución y Cultura

El gran salto a la popularidad

Después de algunas gestiones infructuosas con gerencia de importantes compañías de grabaciones, Pacho logró un pequeño contrato en el Hotel Deauville, donde junto a un grupo de amigos que confiaban en él reunió mil pesos y organizaron una pequeña compañía de grabaciones denominada Producciones NOMO.  En un estudio de grabaciones alquilado grabó el son montuno titulado “Dame un chance”, del oriental Electo Rosell (Chepín) y por la otra cara el bolero de Otilio Portal nombrado “Enferma del alma”.  Su distribución en las emisoras de radio y vitrolas de los bares se efectuó personalmente y con ayuda de amigos.  Enrique Bonne la distribuyó en Oriente.  A los pocos meses, la voz de Pacho era escuchada en toda la Isla, logrando con ello su primer gran éxito en el mercado discográfico y el inicio de una carrera como cantante que se calificaría de vertiginosa y en constante ascenso.

Ya con su voz de bolerista ritmático sonando en todas las emisoras del país, los comerciantes de la firma disquera RCA Víctor, en 1959, le ofrecieron un contrato de exclusividad para grabar sus primeros discos de 45 revoluciones, los cuales popularizaron títulos como “Yo no quiero piedra en mi camino”, del  santiaguero Enrique Bonne (autor que será significativo en la carrera futura del cantante), los boleros “Imágenes”, de Frank Domínguez,“Tú no sospechas”, de Martha Valdés, “Tú sabes mucho”, de Pedro Vera, y otras obras que harían interminable esta relación.  Para nadie fue extraño que en 1960 se pusiera a la venta su primera larga duración con el nombre de Una noche en Scheharazada, que justificaba el gran éxito de popularidad que contaba desde hacía tiempo desde la pista de este conocido club habanero, que aún lleva ese nombre.  En dicho disco —con un alto nivel en las orquestaciones de Bebo Valdés y Yoyo Casteleiro, y la voz cálida e impecable de Pacho— quedaba demostrado lo que llegaría a reafirmarse con el tiempo, que era uno de nuestros boleristas más significativos.

Foto: Internet

Siempre canto a lo Pacho

En el modo de proyectarse este vocalista, merece precisarse algunos aspectos particulares al abordar sus interpretaciones, tanto en las de textos amorosos como en los picarescos.  Su excelente afinación, fraseo y métrica perfecta le permitían que sus ejecuciones, aunque fueran de una misma obra, nunca resultaran iguales.  En su canto lograba Pacho una comunicación íntima y concentrada con sus oyentes, especialmente en las canciones y boleros.  En los géneros movidos (especies de estampas costumbristas) con letras jocosas que relataban momentos y personajes de la vida diaria de su querido Santiago de Cuba, esa interrelación era mucho más rápida y directa.  Aunque muchas de estas características podían ser comunes a otros cantantes, lo cierto es que en él había aspectos tan sutiles y personales, que se podía asegurar que Pacho Alonso siempre cantó “a lo Pacho.

A finales de las décadas del 50 y primera mitad del 60, el movimiento denominado feeling quedó plenamente definido.  De 1958 a 1961, el estilo peculiar de Pacho se consolida, dentro de esta nueva manera de componer y abordar la canción popular, con sus permanentes presentaciones en pequeños centros nocturnos habaneros como los clubes Le Mans y Scheherazada, donde este vocalista se convirtió en el atractivo central, como fecundo cultivador del bolero “felinoso”.  Como todo movimiento cultural e histórico, Pacho no se encontraba aislado.  Laboró estrechamente con otros cultivadores del género como los cantantes Elena Burke, Elsa Balmaseda, Orlando Fierro, Gina León, Dandy Crawford y el dúo de René y Nelia, que dieron también sus aportes valiosos; y con el acompañamiento de los pianistas Frank Domínguez, Pepe Delgado y Frank Emilio, entre otros no menos notables. Pacho logró una unificación entre el compositor y el intérprete que aportó nuevos elementos emotivos en la canción popular cubana.


Pacho Alonso junto a La Lupe y Benny Moré. Foto: Internet

Pacho Alonso junto a La Lupe y Benny Moré. Foto: Internet

Nuevos bríos

Después del triunfo de la Revolución, se abre para Pacho una etapa llena de nuevos bríos y planes ambiciosos.  Los proyectos de su carrera futura estuvieron más estrechamente ligados a su conjunto.  Pacho Alonso y sus Bocucos ya tenían bien definido su estilo musical, basado según el propio Pacho en una mezcla de guapacha con distintos toques de la tumba francesa de origen haitiano.  En 1961, había logrado reunir un grupo de buenos instrumentistas y cantantes como Manuel Couto Pavón (piano), Modesto Balvuena (contrabajo), Manuel Cobas Quenque (tumbadora), Miguel A. Albear Manzano (paila), Raúl Bosque Grillo, Epifanio Rabell Selva, Pedro J. Crespo Pérez y Orestes Suárez (trompetas) y los excelentes vocalistas Ibrahim Ferrer y Carlos Querol (guitarrista y excelente segunda voz).  Sin duda, todos ellos contribuyeron con su talento a la singular sonoridad posterior del grupo, unido al aporte del músico Enrique Bonne y del propio Pacho, a lo cual nos referiremos más adelante.

A partir de 1961, Pacho Alonso y sus Bocucos iniciaron una descollante labor musical actuando en los carnavales de varias provincias, los grandes escenarios de los cabarets Night and Day, Hotel Habana Libre, Tropicana, Nacional yHavana Rivera.  Su atractiva figura es solicitada frecuentemente en distintos programas de televisión de aquellos años como El Show de Arau, Álbum Phillips, Jueves de Partagás, Noche Cubana, Lunes Musical  y Casino de la Alegría.  En ellos alternó con personalidades artísticas de la envergadura de Benny Moré, Rosita Fornés, Ramón Veloz, Sonia Calero, Alberto Alonso, Luis Carbonell, Trío Matamoros, Cuarteto D’Aida y Bola de Nieve.  Grabó su segunda larga duración para la Víctor, donde incluyó a sus Bocucos alternando con las orquestas de Bebo Valdés y la de Juanito Márquez, y donde cantó grandes éxitos de su carrera como la guaracha “Que me digan feo”; el ritmo guasón “A cualquiera se le muere tío”, de Enrique Bonne, y el inesperado son montuno de Martha Valdés  titulado “Sorpresa de harina con boniato”.

En 1961, a Pacho Alonso, a la Orquesta Aragón y a otros cantantes les fue entregado en el club La Red, en La Habana, el Disco de Oro de Simpatía, por la RCA Víctor, al ser uno de los discos de mayor venta del año 1960 en Cuba y en el extranjero.

Emisario de nuestros ritmos

A partir de 1962, Pacho Alonso tuvo la oportunidad de representar al país más allá de nuestras fronteras.  Con su conjunto dio a conocer la obra y ritmos de nuestros compositores más representativos en países de Europa socialista y capitalista.  En la exclusiva sala de conciertos del famoso Conservatorio Chaikovski, de Moscú, ante un público compuesto por personalidades musicales y políticas, con la actuación de Pacho y sus Bocucos se produjo por primera vez en la historia de dicha selecta sala la presentación de un grupo de música popular.  Ese mismo año representaron a Cuba en el Festival del periódico L’Humanité, en Francia, y un año más tarde en el Festival de Radio Praga, Checoslovaquia, con el mismo éxito. 

Pacho y Bonne: dos innovadores

Contrariamente a la opinión de algunos estudiosos que hablan de una crisis dentro de nuestra música popular bailable durante la década del 60, la misma se vio enriquecida entre otros aspectos por el aporte de un grupo de compositores y músicos innovadores.  Se crearon nuevos ritmos con el nombre de mozambique, wawa, pa-ca, pilón, entre otros.  Muchos de estos ritmos llegaron a ser novedosos por el talento de sus creadores e intérpretes, por la incorporación y utilización en ellos de ciertos giros y elementos rítmicos de manifestaciones musicales de valores permanentes como la conga, el son, la guaracha, el mambo, la rumba, y el masón (de origen haitiano) y en algunos casos del merengue dominicano, el joropo venezolano y la samba brasileña, que situados en formas y combinaciones tímbricas y temporales, producían un efecto rítmico nuevo.  

En realidad, todas estas modalidades musicales bailables tuvieron un carácter pasajero, pero en su momento cumplieron sus objetivos fundamentales en el gusto de nuestro pueblo. En esta etapa de renovación Pacho Alonso y el excelente compositor y percusionista oriental Enrique Bonne tuvieron una destacada participación.  Los dos, profundos conocedores de las costumbres y, por supuesto, de la música de su provincia, y amigos desde la adolescencia, simbolizarían la plena identidad entre compositor e intérprete.  Entre los primeros hits de Pacho —“Yo no quiero piedras en mi camino”, “Se tambalea”, “Que me digan feo”, y “A cualquiera se le muere un tío”— los nombres de Pacho Alonso y Enrique Bonne se clasificarán como un hecho artístico producto de una simbiosis de originalidad y homogeneidad musical.

En 1964, el maestro Bonne le propuso a Pacho la idea de un nuevo ritmo, el cual él denominó ritmo Pilón.  El mismo se nutría básicamente de los elementos rítmicos, melódicos y tímbricos extraídos del órgano oriental, y del golpe y movimiento incesante del cuerpo (como si bailara) que hacen los campesinos en las montañas orientales cuando descascaran y muelen o aplastan el café ya tostado en el pilón, especie de gran mortero hecho de un tronco de árbol ahuecado.  Desde los primeros momentos el ritmo prendió entre los integrantes de Los Bocucos, en especial entre los músicos Manuel Cobas Quenque (tumbadora), Miguel Ángel Albear (paila), Ibrahím Ferrer (güiro y cantante) y Roberto Correa (trompeta y clave), los cuales con sus toques y sugerencias acabaron de perfilar el Pilón,  junto a los valiosísimos aportes en el campo y el baile creados por el propio Pacho Alonso.  

El primer título grabado dentro de esta modalidad fue “Baila José Ramón”, y por su aceptación en el público le siguieron otros como “Rico Pilón” y “Se te cayó el dinero”, todos por supuesto de Enrique Bonne.

Basados en esta experiencia, Pacho y Bonne originaron posteriormente otros ritmos como los llamados Simaléy el Upa-Upa, que como el Pilón, tuvieron momentos de esplendor hasta ir pasando poco a poco de  moda.

La renovación, y de nuevo como emisario de nuestros ritmos

En 1968, Pacho Alonso formó un nuevo grupo,  Los Pachucos, el cual se caracterizaba por una sonoridad tímbrica más contemporánea, a la que Pacho incorporó un repertorio nuevo.  Con esta agrupación, el 19 de agosto de ese mismo año ofreció un recital en el Palacio de Bellas Artes de La Habana; allí el cantante hizo gala de su versatilidad cantando desde un son montuno como “El guayabero”, de Faustino Oramas, hasta el nuevo estilo de bolero muy de moda por aquellos años como los titulados “Esta tarde vi llover” y “iNo!”, del mexicano Armando Manzanero; y “Persistiré” y “Cómo pienso en ti”, de los cubanos Rubén Rodríguez y Roberto Puente, que una vez grabados llegaron a ser nuevos éxitos de Pacho en todas las emisoras del país.

En 1969, Pacho y sus músicos fueron invitados por el mes de junio a la Feria de Barcelona, en España, en la cual por su sobresaliente labor artística y aceptación popular durante todos sus festejos le fue otorgada la Medalla de Oro con el compromiso de volver a Barcelona el siguiente año.  En las dos oportunidades en que Pacho y su grupo visitaron la Feria Internacional de Muestras de Barcelona, aparte de sus presentaciones en el Pabellón Cubano fueron contratados para cantar en otros escenarios como el Club Larraine, el restaurante Tres Molinos, el nightclub Tropicana, y otros.   Actuaron junto a agrupaciones españolas muy conocidas por aquella época en nuestro país como los nombrados Formula V, Los Javaloyas, Los Diablos, Los Payos y cantantes famosos como Rafael, el argentino Luis Aguilé y el mexicano Armando Manzanero.  Pacho ofreció recitales en la televisión y la radio, y con el Simalé, nuevo ritmo incorporado por Pacho a su conjunto, hubo tanta exaltación por parte de los bailarines españoles que motivó que dejaran grabado en España, para la firma Movieplay, una larga duración dedicada totalmente a esta modalidad musical cubana.

En 1970 Pacho Alonso, junto a los más destacados de nuestros deportistas, fue invitado a los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Panamá.  Por su participación notable le fue otorgada la Medalla del Pabellón Panameño y a su vez, todos nuestros atletas se sintieron estimulados por su música y apoyados por su dinámica, que recordaba su juventud y sus buenos tiempos de deportista.

Dos años más tarde integró el espectáculo Directo de Cuba, en unión de Ela Calvo, Los Papines y un grupo de bailarinas, los cuales llevaron un ejemplo genuino de música cubana por países como la Unión Soviética (hoy Rusia), Bulgaria, Rumania, Polonia, República Democrática Alemana (hoy unificada a la República Federal de Alemania) y Checoslovaquia (hoy dividida en República Checa y República Eslovaca o Eslovaquia).  A su regreso, fueron notorias sus actuaciones en varias carrozas durante los paseos en los carnavales de esos años y donde dio a conocer el Upa-Upa, otro nuevo ritmo, el cual, como siempre, fue recibido con satisfacción por nuestros bailadores.

El final en plenas facultades

En 1978, Pacho Alonso y sus Pachuchos viajaron de nuevo a España, donde se presentaron con el éxito acostumbrado en Zaragoza, Barcelona, La Coruña, Madrid, Aragón, Huelva y Llogregat.  De regreso a Cuba, centralizó el show “A lo Pacho Alonso” en el Cabaret Copa Room del Hotel Havana Rivera, y participó ese año en el Festival del Son.  Ya por esa época su hijo Longino (Pachito), destacado pianista y orquestador (director de orquesta), se había hecho cargo de la dirección musical de su conjunto.

Las innovaciones, arreglos e ideas renovadoras introducidas en el conjunto por su joven hijo de alguna manera favorecieron la línea de trabajo del propio Pacho.  Con su hijo grabó varios larga duración.  Entre ellos dos exclusivos, donde Pacho regresó al bolero y a la canción, y donde se mostró en plenas facultades vocales e interpretativas.  Un año antes de fallecer de forma repentina en La Habana, un 28 de agosto de 1982, el Estado cubano le había otorgado a Pacho Alonso la Medalla por la Cultura Nacional.  De ese modo el pueblo reconoció sus grandes aportes a la música popular cubana y a su alegría de vivir.Tomado de Revolución y Cultura, octubre de 1988