No hay cine independiente si no hay país independiente

Julio García Espinosa
4/4/2018

Muchas gracias por este reconocimiento, por hacerme sentir que estoy en el ICAIC como el ICAIC está en mí. Como está en ustedes sean o no fundadores, sean o no trabajadores del ICAIC. Porque el ICAIC es una actitud, una actitud ante el cine, ante la cultura, ante la vida.

El mundo es hoy como un péndulo que se mueve entre demasiadas tinieblas y pocas luces. El largo camino hacia la luz es más que nunca nuestro propio camino. El de los cineastas cubanos, el de los cineastas latinoamericanos, el de los cineastas de todas partes.


Julio García Espinosa. Foto: granma.cu

 

El ICAIC aprovechó el pensamiento de avanzada, generado por la propia Revolución, para desarrollar la individualidad de los cineastas. También para no confundir conciencia con autocensura. Todos sabemos que la realidad no es solo la actualidad que divulgan las transnacionales. Como sabemos que la crítica no es crítica reveladora si no está sustentada por un pensamiento abierto y emancipador.

El ICAIC nos integró a nuestra cultura. Nos hizo sentir que de ella venimos, que a ella volvemos, que nos retroalimentamos con ella, que con ella crecemos. No ha sido otra la manera de abrirnos al mundo, de resistir al mimetismo, de propiciar la diversidad, de rechazar el mercado que uniforma y estanca.

El ICAIC unió nuestro destino al destino del cine latinoamericano y caribeño. El proyecto de la gran patria común se hizo múltiple e indivisible. La vanguardia artística y la vanguardia política nunca estuvieron más unidas que en esos primeros años. Cerrar el ciclo colonial, que padecemos desde hace más de cinco siglos, marcó el aliento a lo mejor de nuestras cinematografías.

El ICAIC puso barreras al fomento del populismo, del pensamiento mágico, de la semicultura que siempre ha sido peor que la ignorancia. Abrió puertas y ventanas a toda la información fecunda, al debate indispensable, a la circulación de ideas, a la confrontación de nuestras propias contradicciones. Ante el desprecio a nosotros mismos, en el que habíamos sido educados, propugnó la autoestima sin dejar de promover la autocrítica, rescató nuestra historia, borró la falsa dicotomía entre tema histórico y tema contemporáneo, demostró que podía haber más contemporaneidad en un tema histórico que en uno de la actualidad.

El ICAIC ha sido consecuente con el principio de que no hay verdadera libertad del creador si no hay libertad para el espectador. Llevar el cine hasta el último rincón del país, descolonizar las pantallas, garantizar al espectador su derecho a ver cine de todas partes, su derecho a elegir, a disponer de una mayor exigencia para medir nuestra propia producción, ha sido política cimera del ICAIC, la que lo diferenció de cualquier otra cinematografía del mundo.

El ICAIC, por otra parte, no ha dejado de tener sus momentos de locura como corresponde a cualquier institución artística que se respete. Cuando vienen a mi mente las obras de arte que ha realizado el ICAIC, la persistencia en buscar otras formas de narrar historias, no puedo dejar de pensar en aquellas otras obras que han sido productos de esfuerzos colosales, de empeños desmesurados, no pueden dejar de venir a mi mente aquellas producciones que pusieron en tensión a todo el ICAIC, que fueron verdaderos desafíos para todos los trabajadores del ICAIC. En épocas tempranas, esfuerzos titánicos lo fueron, Soy Cuba y El Otro Cristóbal. Como fueron esfuerzos descomunales Una pelea cubana contra los demonios y Los Días del Agua, y, realizándose prácticamente al mismo tiempo, El Siglo de las Luces y Me Alquilo para soñar. Aún en un arte como el cine que al mismo tiempo es industria, que exige mucha organización y mucha disciplina, la desmesura no tiene por qué estar excluida. Una gota de locura requiere todo proyecto artístico. Eso lo saben muy bien productores, técnicos, trabajadores en general, que han sabido afrontar todo tipo de dificultades, que han realizado proezas que no paga ningún sistema salarial.

Toda esta herencia de la cual forma parte mi vida, quiero dedicársela, desde luego, a Lola que tanto complementa mi vida, a mis hijos y a mis niñas del alma. También a las nuevas generaciones, a los que se forman hoy en el ISA y en San Antonio.

¿Qué más puedo decir? Que todo comenzó hace medio siglo cuando Titón y yo llegamos de Europa y nos unimos a Alfredo. Tres caracteres distintos, una sola pasión: el Cine Cubano. Un Cine que se quería plural, un Cine convencido de que no hay cine independiente si no hay país independiente.

Me siento muy orgulloso de ser contemporáneo de Alfredo y de Titón.

Como me siento muy orgulloso de ser contemporáneo de artistas como Silvio y Pablo.

Y, por supuesto, me siento orgulloso, muy orgulloso, de ser contemporáneo de Raúl, de Camilo, del Che y de Fidel.

 
Tomado de: La Pupila Insomne
 
*Julio García Espinosa fue uno de los principales fundadores del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), del que llegó a ser presidente. También, de 2004 a 2007, estuvo al frente de la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Murió en La Habana el pasado 13 de abril, a los 89 años. Recibió el Premio Nacional de Cine en el 2004, y estas fueron sus palabras, que hoy recordamos como homenaje a su memoria.