El problema no es competir, sino producir y convocar
¿Quién no recuerda la serie cubana Doble juego? ¿Cuántos no hacen referencia a aquellos movimientos de cámara inusuales en nuestra televisión que proponía Diana? Su director, Rudy Mora, añadirá Con Ciencia a su lista de teleseries, y como es habitual, mantendrá intactos los códigos de este tipo de producto, como lo ha hecho en videoclips y en películas.
“La reducción de la producción nacional en los últimos tiempos ha generado varios problemas. Uno de ellos es el malentendido entre los públicos, la confusión de los conceptos básicos de lo que es una telenovela y una teleserie, por ejemplo, a partir de la ubicación de determinados productos cubanos en espacios que habitualmente corresponden a otros códigos.
“En mi experiencia personal, Doble Juego y Diana se transmitieron en el horario de la telenovela y eso produjo una ruptura en un segmento amplio del público pues esperaban un tipo de producto en ese momento del día con determinada estructura, lenguaje y características. Sin dudas, se creó un distanciamiento de la audiencia con estas series en los primeros capítulos.
“Ese es el principal problema, la poca oferta variada que tenemos y confusión que genera. Muchas personas no saben diferenciar cada producto en el caso de los cubanos, pero sí lo tienen muy claro cuando se trata de productos extranjeros porque la codificación en cada caso es evidente”.
En ocasiones vemos productos cubanos que mezclan elementos de telenovela, de serie… eso también confunde.
Sí, por supuesto. A partir de la misma carencia de productos cubanos se ha intentado hacer esa especie de simbiosis de las estructuras y eso, en mi opinión, es un gran error.
La otra cara de la luna y Bajo el mismo sol, por ejemplo, mostraron esa mezcla de ambos códigos. Tal vez porque se quiso abordar determinadas temáticas sociales con mayor profundidad, como lo permite la serie, apoyándose en componentes de la telenovela que funcionan, que “atrapan” a la audiencia. Ese híbrido ha incidido en que se diluyan las fronteras entre lo que es uno y otro producto.
La telenovela responde a un código bien definido, que se ha defendido desde El derecho de nacer, donde las historias navegan a un nivel entendible para la inmensa mayoría de las personas. Conflictos que se mezclan alrededor de uno que es el principal. Intrigas, triángulos amorosos, padres que no saben quiénes son sus hijos, infidelidades, amores imposibles. Tierra Brava fue un buen ejemplo de una telenovela, digamos, y en las brasileñas, con alta primacía en el mundo, encontramos todos estos elementos.
Las series abordan problemas más humanos, enmarcados en épocas y situaciones diversas. Depende del tipo de serie, pero en esencia se parte desde una arista más profunda, con mayor calado de los personajes, mayor trayectoria de los sucesos…entre otras diferencias.
A veces las series parten de hechos reales aunque, se mezclan elementos de la ficción, y lo podemos ver en algunas foráneas, como es el caso de las que últimamente producen en Colombia sobre Pablo Escobar y otros narcotraficantes, pero no abandonan los códigos de lo que es una serie.
Series cubanas, series extranjeras… no es válida la comparación.
Claro que no. Es difícil compararnos. En los recursos, en los niveles de calidad, en la concepción artística e industrial de ese fenómeno en el mundo. Por ventajas económicas, en otros países se tiene una amplia oferta de temáticas, de tecnología, de recursos; pero más que eso, hay muchas cabezas pensando en función del éxito de un producto, es así como funciona una industria.
La producción de telenovelas y de teleseries ha crecido mucho, con un elevado nivel estético. En el mundo se trabaja en grupo, mucha gente pensando y produciendo nuevas temporadas y nuevos proyectos. Se nutre a partir del mismo consumo del público porque más que artístico es ya un fenómeno industrial. Invierten en unos pocos capítulos al inicio, hacen un estudio de mercado con diferentes públicos, encuestan a la audiencia y entonces a partir de ahí, continúan produciendo o no.
Recurren últimamente no solo a elevados estándares tecnológicos de 4 K, 8 K sino también a personas de alto prestigio. Llaman a actores de primera línea para sumarlos a los elencos, a los mejores profesionales de las distintas ramas, y eso “engancha” a los públicos.
“Las series abordan problemas más humanos, enmarcados en épocas y situaciones diversas”
No lo hacemos así en Cuba y entonces una vez filmado ya el producto, debe permanecer en la pantalla cuando se decida transmitir, guste o no. También sucede que nuestras series intentan ser verosímiles siempre y como tenemos referencias de lo que se aborda, entonces corremos el riesgo de no serlo cuando la comparación nos coloca en desventaja.
Cada vez nos alejamos más de los estándares mundiales. Seguimos con el estudio de madera, por ejemplo, nos alejamos de facturas bien pensadas y eso incide negativamente en el público, aunque la temática que presentemos sea de nuestro interés.
El presupuesto es un factor importante pero no es ya lo fundamental. La batalla de ideas de la que tanto hablamos tiene esencias directas e indirectas. Una buena serie cubana, una buena telenovela cubana sienta a los públicos en las casas frente al televisor y ahí se introducen valores, se proponen reflexiones de manera sutil.
Mientras existan deficiencias productivas que impidan tener espacios de aventuras, de teleseries, de telenovelas, sufriremos estos problemas. Por primera vez en la historia hemos tenido meses sin una telenovela cubana al aire, eso no había pasado nunca. ¿Por qué sucede esto? Porque quizás no se tiene la conciencia de lo importante que es. ¿Consecuencias? Los llamados “paquetes”. Nos seguimos llenando de referencias inalcanzables porque no contamos con los recursos disponibles para llegar a ese tipo de propuestas en el país.
Si contar con el presupuesto necesario no es lo fundamental, a tu juicio, ¿es que falta talento, capacidad, creatividad?
Pienso que sí hay talento en Cuba. Tenemos gente que sabe escribir muy bien, que tiene intereses creativos, pero por ejemplo, no existe un centro convocador, es decir, una persona, una institución, un grupo, no sé, que tenga claro qué hay que hacer y que convoque.
Pero al mismo tiempo tenemos ahora una carencia significativa de actores, situación que he sufrido en estos tiempos, por ejemplo, para hacer el casting para esta serie en la que trabajo ahora. Muchos emigran. ¿Resultado? Usamos a los mismos actores.
Entonces me pregunto, ¿por qué no se suman a la convocatoria de estos productos a actores de primer nivel, ya reconocidos, incluso de los que yo llamo generación de oro? Isabel Santos, Broselianda Hernández y otros. ¿Por qué no están en la televisión, por qué no los convocan, por qué no están en las series cubanas?
Sí se pueden convocar y sí pueden aceptar, la vida lo demuestra. Yo trabajé con Broselianda en Diana y ahora estoy filmando con Isabel esta nueva serie. Si les muestras un buen proyecto entonces lo hacen. Pero parece que a nadie le preocupa eso, y ya ves, se repiten los actores.
Los fotógrafos más importantes de Cuba no trabajan para la televisión. ¿Por qué no son convocados para hacer una serie cubana? La calidad de la imagen subirá, sus experiencias del cine aportarán elementos importantes. ¿Dónde están los talentosos diseñadores que tenemos en el país? Tampoco son considerados para estas producciones.
También hay que analizar el tema de la especialización. Todo el mundo se cree hoy que es director, y la escuela de dirección de actores que hubo en un momento determinado no trascendió. No fue una escuela académica, fue de oficio y de experiencia, y lamentablemente no se trasladó a otra generación. Hubo una ruptura. Los mejores directores de actores de la televisión cubana Eduardo Moya, Loly Buján, Carlos Piñero, Miguel Sanabria, se retiraron, fallecieron y los que le siguieron aprenden empíricamente.
Yo tuve la suerte de trabajar como asistente de dirección varias veces de Raúl Pérez, trabajé con Loly Buján y aprendí algo. Dirigir un actor lleva experiencia, tienes que saber cómo conducirlo, cómo pedirle estados de ánimo. Por eso siempre hubo escalones, porque si eras primero asistente, luego codirector y después director, te hacías de herramientas, conocimientos, valores.
Pero todo esto de lo que te hablo se debe a la escasez de producciones. Mientras se produzcan series, novelas, aventuras, teleplays, cuentos, hará falta directores, y entonces se van formando.
Pero eso sí, y se hace en el exterior y aquí no se toma en cuenta lo suficiente. Hay que convocar a la gente que más sabe de cualquier especialidad para garantizar el éxito y transmitir el conocimiento a los más jóvenes.
¿Cuál fórmula, tal vez, funcione mejor? Que el guionista proponga, que el director busque al guionista, que se encargue el producto…
Cualquiera de las tres variantes funciona. Puede haber un director que escriba, como es mi caso. También puede suceder que un guionista venda su proyecto a la televisión y sugiera el director para dirigirlo, o que allí se decida, o puede suceder que se encargue el producto a un director y él sale a buscar quién lo escriba.
Ser director no implica que sepas hacerlo todo bien, y por eso entonces la televisión tiene que tener el tino de saber a quién le pide cuál proyecto. La televisión debe discernir qué guión quiere hacer, con quién y para qué. Pero los diferentes niveles de aprobación varían, nuestro país tiene muchas coyunturas sociales y la temática que hoy podemos abordar, tal vez mañana no.
“RTV Comercial, por suerte, está generando trabajos, proyectos, motivaciones. Eso es lo que hace falta en Cuba: trabajar, producir, crear; así desarrollas talento, se forma gente nueva, engrasas los mecanismos.
Solo así no se pensará en competir con el “paquete” porque es imposible, pero se diversificará la oferta, se abrirá el espectro y se le ofrecerá al público algo más cercano a su realidad que, aunque no disponga de un mundo tecnológico asombroso, le interesará más.
Yo creo que ha sido y sigue siendo un error creer que es en La Habana donde están los escritores y que siempre deben ser los mismos. Cuba tiene una historia muy rica de hechos y costumbres que se pueden transformar en metáforas y acciones reales para ser llevadas a la televisión en una tele novela.