Yamilé Cruz Montero: “que la inspiración me sorprenda trabajando”

Ana María Domínguez Cruz
16/2/2021

“Pan con timba”,  “Pájaro Carpintero” y “Epílogo”, de Aldo López Gavilán; “Reencuentro”,  “Danza de los inocentes” y “Zontime 1 Puesto y convidado”, de Ernán López-Nussa; “Contradanza festiva”, “Danza de fin de siglo” y “Tarde en La Habana”, de José María Vitier; “Danzón Legrand”, de Andrés Allen; “Romanza María la O”, de Ernesto Lecuona, y “Tico-Tico no fuba”, de Zequinha de Abreu (estos dos últimos con arreglos de Andrés Allen) conforman el disco Rapsodia cubana, el segundo sueño musical hecho fonograma de la pianista cubana Yamilé Cruz Montero.

Rapsodia cubana, el segundo sueño musical hecho fonograma de la pianista cubana, rinde homenaje
a figuras imprescindibles del repertorio clásico del país. Fotos: Cortesía de la autora.

 

En diáfano diálogo a través de las redes sociales, me cuenta que la idea de este álbum surgió al terminar sus estudios de maestría en la Universidad de Múnich, en Alemania.

Me resultó sorprendente que apenas se conociera la música cubana en ese país, y me refiero de manera particular a nuestro repertorio clásico, porque de la música popular bailable sí se conoce bastante.

Crecí estudiando a la par de la música cubana aquella producida por músicos europeos y de otros países latinoamericanos, por lo que me asombré al percibir ese desconocimiento. Entonces organicé algunos conciertos combinando este repertorio y noté la acogida extraordinaria del público. La gente ama esta música, la nuestra, y esa fue la razón por la que grabé un primer disco, Piano cubano, bajo el sello discográfico de Grand Piano, con algunas piezas de Carlos Fariñas, Ernesto Lecuona y Andrés Allen.

Rapsodia cubana es un poco más ambicioso, y sobre todo es fruto del trabajo compartido entre mi esposo, el jazzista y compositor griego Christos Asonitis, y yo. Procedemos de mundos musicales distintos, él del jazz y yo de lo clásico, y nunca pensamos hacer algo juntos. Lo hicimos una vez, en uno de mis conciertos, al compartir “Reencuentro”, y a partir de ese momento pensamos que podría funcionar. El proceso, poco a poco, fue fluyendo.

Llevamos un proyecto de vida juntos y cada uno tiene sus propios planes musicales, pero a partir de 2015 empezaron a sumarse obras y nos presentamos en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes en 2016. Al público le gustó mucho. En Alemania también, donde además nos pedían el disco físico de nuestro trabajo compartido, que no lo teníamos.

Portada del disco Piano cubano.
 

Lo especial de Rapsodia cubana, insiste la talentosa músico cubana, es la mezcla de sonoridades y los retos que cada uno debió asumir.

Yo me atreví a improvisar a partir de este punto del disco. No lo había hecho antes, pero se ha convertido en un vicio saludable y no quiero dejar de hacerlo. Christos tenía que encontrar los colores de cada pieza, escrita ya en su totalidad, cuando quizás él está acostumbrado a liberarse más de la partitura. El resultado es este álbum con el que estoy muy contenta, disponible en todas las plataformas digitales.

Grabado en los estudios Steingraeber e Hijos, en enero de 2020, el proceso posterior fue atípico, debido a la propagación de la Covid-19.

Trabajamos con el sonidista desde la distancia, corregíamos los audios, y así intercambiábamos las ideas. A la par, teniendo en cuenta que las presentaciones quedaron suspendidas, nos dedicamos a filmar videos en casa, mientras cuidábamos a nuestro hijo de tres años. ¡Toda una proeza! Además, escribí mucha música, incluso para un grupo de teatro en español que radica en Múnich, y que me recordó mis colaboraciones con Teatro de la Luna en Cuba. Quiero seguir en ese camino. Tengo horarios fijos para eso, para ganar en organización, como cuando estudiaba piano. También ahora continúo estudiando. Lo importante es que la inspiración me sorprenda trabajando.

La virtuosa pianista cubana junto al percusionista Christos Asonitis.
 

A continuación, un fragmento de las notas hechas al disco.

Adoptar el repertorio cubano, originalmente escrito para piano, y enriquecerlo con Latin Jazz con la incorporación de instrumentos de percusión fue la idea de este álbum.  Las habilidades pianísticas clásicas de Yamilé se yuxtaponen magistralmente con el cajón, pandeiro y batería de Christos, creando un resultado innovador y cautivador. Para lograrlo ambos tuvieron que mirar más allá de sus propias convenciones. Esta experimentación presentó algunos desafíos. Para el pianista clásico fueron los diversos géneros y el estilo de ejecución improvisada de la música popular cubana. Para el percusionista fue respetar el estilo original de elementos fijos escritos en partituras. Sin embargo, a pesar de provenir de diferentes ángulos, la pareja se encuentra en el medio, creando un puente único entre ambos reinos creativos.

En conjunto, Rapsodia Cubana combina múltiples referencias que trazan asociaciones entre pasado y presente, tradición y contemporaneidad, universos clásicos y mundos de la música popular. Todo ello define la visión artística que crean Yamilé Cruz Montero y Christos Asonitis. (Sarah Wanstall)