Así era Padroncito…
26/3/2020
Sí, hace mucho dolor acá, Hernando, por el fallecimiento de Padroncito. Justo el día en que el Icaic cumplía sesenta y un años, y en medio del desafío que representa para todos nosotros la guerra contra el coronavirus.
En una gran encuesta entre críticos de cine iberoamericanos, la película Vampiros en La Habana (I) de Juan Padrón fue seleccionada el único filme de animación entre los cien más importantes largometrajes de esta zona lingüística.
Elpidio Valdés —su personaje más célebre— adquirió connotación de símbolo cultural nacional. Es el más importante entre todos los creados por el audiovisual cubano, el único que ha alcanzado una dimensión realmente icónica entre todas las generaciones que componían la sociedad cubana hasta hace poco más de una década y, todavía, aunque en menor medida.
Juan fue, además, una persona extraordinaria, divertidísima, capaz de mantenernos alegres —por lo general riendo— una noche entera. Ante sus ocurrencias, los humoristas más renombrados de Cuba se quitaban el sombrero y hacían silencio. Y como bien dices, Hernando, era un gran artista revolucionario. Fidel estableció una peculiar relación con él y otros realizadores cubanos de cine de animación durante las postrimerías del pasado siglo y los comienzos de este que ahora discurre. Solía charlar con ellos en las madrugadas para pedirles colaboración en la Batalla de ideas y apoyo a las luchas del pueblo venezolano.
Juan era tan cubano, ocurrente y original en su manera de ser y hacer que, en su —quizás— último corto de animación —dedicado a la Crisis de Octubre o de los Misiles, como también se le conoce—, se dio a la tarea de investigar —hasta que lo comprobó— cómo en aquellos trece días la tasa de fecundación alcanzó el mayor índice histórico en Cuba. Nueve meses después, según se afirma en el corto, nacerían miles de niños. Fuera o no estrictamente cierto, el dato ilustra el espíritu optimista con que los cubanos de entonces —yo tenía apenas doce años— asumimos el peligro nuclear.
Su gracia al enfocar nuestras luchas independentistas contra España daría para muchas horas de conversación y fundamentaría, aún más, nuestra inocultable admiración por él y su obra.
Así era Padroncito. Por eso me niego a creer que ahora esté muerto.