Traducciones de una lectura textual

Indira Hernández Alonso
25/3/2020

Una estirpe de creadores multigenéricos congrega la muestra, expuesta por estos días en la capitalina Galería 23 y 12, cuando las manifestaciones plásticas tienden a fusionarse con la literatura, para generar la modificación de sus tradicionales contornos expresivos.

El arte y la literatura devienen disciplinas que con buen tino han sido cultivadas en páginas revestidas de lecturas artísticas. Por ello, la propuesta expositiva para marzo del Fondo de Bienes Culturales hace ostensible el correlato pintura-texto, en una exposición compuesta por más de 20 piezas entre pinturas, ilustraciones y fotografías que agrupan lo colectivo en una sola voz.

Muestra colectiva Lecturas. Foto: De la autora
 

Pedro de Oraá, Chinolope, Juan Moreira, Roberto Fabelo, José Toirac, Juan Carlos Alom, Yornel Martínez, Glenda León, Iván M. Perera y Miguel Alejandro Machado son los nombres de los artistas que se repasan en la muestra colectiva Lecturas.

Si algo es trabajado aquí es el sistema de asociaciones y niveles de identificación que puede tener el espectador, a partir de sus referencias culturales y las posibilidades ofrecidas por la pieza para ser manipulable, leída.

En la inmersión de formas por las tonalidades, y en su vocación estilística, Pedro de Oraá es reconocido por hacer una militancia estética fiel a los presupuestos de un abstraccionismo geométrico.

La depurada expresión de su técnica se observa en sus Ilustraciones para el poemario de Ernesto García Alfonso (2019). Hay obras en blancos, negros y grises; y otras en las que ha utilizado una gama de colores más amplia pues, según él, “el color tonifica y le quita un poco lo rígido del blanco y negro”.

Ernesto García Alfonso, en su poemario ganador del Pinos Nuevos 2013, define a manera de umbral que “la poesía es lo inalcanzable”; desde la primera línea en verso supone un cambio constante, fondos para abarcar lo efímero del suceso como átomos sin enlace. En su inmersión en el llamado Tratado del no, en un índice de 58 textos cortos, intensos e introspectivos, el escritor toma distancia de la realidad, pero entre las alturas del ánimo literario y el ánimo estético de la antipoesía. La poesía lleva mucho de abstracción. García Alfonso recomienda que el lector se disponga a “ver”, más que a “leer”.

En los collages sobre cartulina de Oraá la composición geométrica parece infinita en los regodeos líricos y en el sentido decorativo. Pero el trabajo del artista como ilustrador de libros—además de poeta, narrador y ensayista— contempla títulos tan significativos como Paradiso, de José Lezama Lima (Letras Cubanas, 2006). Pedro va a uno de los más singulares nombres de la aventura cultural cubana: Lezama, figura imponente dentro de la literatura, quien abrazó en su obra todo tipo de textos: novela, poesía, ensayo, reseñas, y la plástica llega a sus letras a través de las críticas.

La ilustración de portada para Paradiso, exhibida en la galería, se enlaza en la lógica del Lezama —discutible, barroco e incomprensible—, donde solo lo difícil es estimulante. Oraá reconstruye y destruye a Paradiso con cada rasgo que congrega la tinta sobre el papel, espejo del confuso modo de agrupar los signos enlazados que sugieren sus palabras.

Lillian Bertot lo advertía: “Lezama logra la deconstrucción de la imagen y la va tejiendo y destejiendo a través de las eras imaginarias y de los laberintos de la palabra”. La superposición de sus figuras y trazos, propios de la técnica de Oraá, se vuelven descomposición que busca su finalidad en el texto de Lima.

Los recursos plásticos de esta etapa en la pintura del autor abstraccionista incorporan trazos característicos de un diseño que complejizan la imaginaria representativa y recuerdan una especie de laberinto caligráfico.

El acercamiento analítico de Oraá a esta muestra fusiona una interpretación personalísima con la singular forma en que Lezama emplea los símbolos. Se desteje el signo lezamiano de Paradiso, una seña de homenaje plástico a un poeta. El problema es acercar, coincidir, confluir la poética del primero con la del segundo. Ambos, artistas en la poesía de sus textos.

Asimismo, uno de los artistas más reconocidos de la esfera contemporánea cubana, el Premio Nacional de Artes Plásticas 2004, Roberto Fabelo, exhibe otras lecturas: Para cien años de soledad, mixta sobre papel (1987).

Así, la obra cumbre del escritor colombiano Gabriel García Márquez lleva también la impronta del pintor. Las ilustraciones de Fabelo comparten el Macondo creado por el novelista latinoamericano, salido a la luz hace más 40 años en Argentina. Una suerte de sombras de personajes, parte de la crónica generacional de la familia Buendía, se asienta en la obra que destapó el boom de la literatura latinoamericana.

Por otra parte, él, se ha expandido a la construcción de objetos para combatir las limitaciones físicas que tiene un lienzo. Las obras son una experimentación con corrientes y hemisferios opuestos que crean el arte cubano minimalista, halo espiritual heredado de la cultura oriental. Una escisión casi categórica hace Occidente entre escritura e imagen; algo que para las culturales orientales resulta diferente.

Por eso, a la Galería 23 y 12 Yornel Martínez traslada la poética visual del texto visto como un concepto desde la plástica, con su serie Ejercicios de traducción (2018).

Difícilmente podrá ser encasillado en un estilo o generación, porque su obra tiene la condición de divorciarse de cualquier designio para entregarse en todas sus posibilidades expresivas. Yornel articula una conexión en la esencia de la mayor parte de su obra, donde busca reducir distancias entre la realidad y el lenguaje, confrontar al lector con los límites del texto literario y cuestionar nuestra manera de leer una decodificación del texto —ya no en el espacio reducido del libro como objeto—, obliga a los receptores-lectores-espectadores a descifrar más allá, en la imagen de grafito sobre cartulina.

Les asoma a ellos Aullidos y otros poemas, de Allen Ginsberg, una serie de poemas desgarradores que purgan en los males que lo atenazan y nos atenazan a todos, así como obras tan conocidas como La Biblioteca de Babel, de Jorge Luis Borges, y La metamorfosis, de Franz Kafka.

Se exponen ilustraciones de portadas, en consonancia con la relación arte-literatura que evidencia la muestra. Foto: De la autora
 

Ilustra Poesía, de Estéphane Mallarmé, creador de un impresionismo literario que “pinta no la cosa, sino el efecto que produce”, por lo cual el verso no debía componerse de palabras, sino de intenciones; Plural esencial, del Fernando Pessoa de los temas subjetivos y la heteronimia extremadamente enigmática y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, que en una caja de fósforos encierra la novela distópica cuyo título hace referencia a la temperatura en la escala de Fahrenheit a la que el papel de los libros se inflama y arde.

Otros son Esperando a Godot, de Samuel Beckett, obra del teatro del absurdo donde el público nunca llega a saber quién es Godot, “Una temporada en el infierno”, de Rimbaud, traducción de Gabriel Celaya, obra pionera del simbolismo moderno y el oscuro poema “La Tierra Baldía”, de T. S Eliot, uno de los que más han influido en la literatura inglesa del siglo XX.

Yornel Martínez lo ha expresado: "Todo mi trabajo refleja una conversación con el Romanticismo y con lo conceptual. Creo también que el hilo que une todas mis obras es la relación con lo narrativo y con un componente literal. La utilización de los títulos que son suplementos que dialogan con la obra".

El lector-espectador tiene a su disposición una nueva percepción del libro como totalidad, más allá del objeto, que privilegia valor simbólico y textual del libro, ese objeto creado a partir del concepto de libro donde imagen y texto se conjugan.

Hay fotos que cuentan y evocan, asoman el rostro de sus contemporáneos, la cofradía en torno a la poesía y la mesa, la carne y el espíritu, las volutas del habano quemante como su propia respiración. En sus fotografías en blanco y negro, Fernando López Junque, Chinolpe, lo logra.

“Apúrate y siéntate aquí, de lo contrario no van a creerte cuando cuentes de esta tarde”. En la pared una imagen, todo un símbolo, que su cámara Rollex tomó de manera automática. Atrapados quedaron él, José Lezama Lima y Julio Cortázar, sentados en el restaurante El Patio, en La Habana Vieja. Corría el año 1963.

A Lezama, Chinolope le agradece ser su puente más sólido al mundo de la literatura. Calificado en ciertas ocasiones como “excelentísimo fotógrafo de escritores” —aunque su obra es mucho más variada— ha retratado a Tennessee Williams, Fidel Castro, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Ernesto Guevara, Víctor Manuel, Wifredo Lam, Sindo Garay, Carlos Fuentes, René Portocarrero, etc.

Chinolope: “excelentísimo fotógrafo de escritores”. Foto: De la autora
 

Virgilio Piñera y Lezama Lima quedan retratados además en su individualidad. Muy diferentes eran ambos: el segundo conocido como el poeta impenetrable, cultísimo y de vida sosegada; en cambio, Virgilio, el hombre delgado de mirada penetrante y gestos teatrales, fue crítico mordaz y polemista implacable. En vida, Piñera y Lezama tuvieron amistad y enemistades, grandes disgustos y apacibles reencuentros, como este, desde el lente.

A 23 y 12, el Premio Nacional de Artes Plásticas 2018, José Toirac, lleva “Debajo de una seta”, de la serie Divertimentos, con técnica mixta, en línea con la idea de diversión asociada a un sentido lúdico. Mientras, singularizada como conceptualista lírica, la obra de la artista Glenda León se expande.

Exhibe esta vez “Entre el aire y los sueños” (El cielo del mundo) (2003) —impresión Lambda sobre papel montado en Dibomd—, obra inspirada en “El aire y los sueños. Un ensayo sobre la imaginación del movimiento”, de Gastón Bachelar.

Las obras de Glenda León manifiestan una mirada sensible ante lo cotidiano y la fusión de elementos artificiales y naturales. Foto: Cortesía de la autora
 

Glenda León ha englobado al dibujo, al videoarte, la instalación, la escultura y fotografía; invita al espectador a acerarse al objeto desde una perspectiva poética, utiliza objetos corrientes y materiales en bruto que transforma de manera que revelan su poder metafórico. De esta manera, las obras manifiestan una mirada sensible ante lo cotidiano y la fusión de elementos artificiales y naturales.

Bachelar deviene un autor inclasificable, filósofo cuya obra trasluce la imaginación poética de universos recurrentes en la psicología de los elementos; esa ensoñación de cielo azul y nubes la mapea la artista con su gran capacidad de asociación.

Del dibujo a la fotografía, al objeto, al sonido, al videoarte, obras que son evocación permanente de la condición del ser humano, sus anhelos y sus temores, sus excesos y sus vacíos, sus indeterminaciones, su trascendencia. De ello bebe también el destacado fotógrafo y realizador de cine experimental cubano Juan Carlos Alom. Con el video Diario muestra a sus observadores la cultura cubana, sus mitos, sus normas sociales y sus valores sobre los cuales se basan sus imágenes poéticas.

Por su parte, parece la obra de Iván Perera responder a un orden lógico: encontrar objetos preexistentes con cierta carga simbólica y transmutarlos hacia otro estado intelectual o físico. Desmenuzar libros, llevando sus páginas a los hilos que las condensan, conduciéndolos a una expresión visual que los despoja de su volumen y su forma, en un don perdurable del conocimiento.

Es un tejedor que deconstruye para después construir su pieza; toma hilos de 77 Biblias para realizar el pañuelo y replantearse toda esta tradición religiosa, a través del canal de su interpretación como individuo social. En latín, texto y tejido se expresan mediante el mismo término, una materia que comprime en sí demasiados contenidos.

Su búsqueda entonces parece ser un desmontaje de las formas que nos remite a lo profundo, lo íntimo de un proceso, forma de abordar la obra a partir de una estructura de pensamiento muy procesual. Transforma el libro en una metáfora visual que conecta la esencia de lo que él fue, a otras formas que le permiten evocar otros objetos.

En su lucidez conceptual explicita nuevos valores añadidos, teje una red de contenidos científicos y de valor cultural, conduciéndolos a una expresión visual que los despoja de su volumen y su forma para convertirlos en un ser nuevo: un pañuelo.

El pintor Juan Moreira es el primer cubano que ha ilustrado el Don Quijote, y exhibe Don Quijote de la Mancha (1973), tinta sobre cartulina. De aquel entonces a la fecha, varias han sido las generaciones que asociamos al héroe caballeresco con esos dibujos lineales finamente trazados, insertados en una naturaleza exuberante y tropical, tal cual los creó la interpretación del artista.

Don Quijote de la Mancha, ilustración de Juan Moreira. Foto: Cortesía de la autora
 

Las ilustraciones realizadas para la segunda edición cubana del libro de Miguel de Cervantes responden a su etapa del realismo mágico, su versión del Quijote está tropicalizada en la sensibilidad de la expresión de su línea.

Él piensa que la pintura es primero dibujo y después color. Ahora experimenta el color y el diseño de la etapa erótica y continúa desarrollando las raíces africanistas.

Además, hay un gesto pictórico del artista Miguel Alejandro Machado que promulga el peculiar sentido de lo bello, de una entre melodiosa y perturbadora fuerza con falta de nitidez, de desenfoque de esta realidad.

A sus óleos sobre lienzo Julián del Casal y Rogelio Orizondo (2018) los dota de un valor sensorial con cierta abstracción a nivel visual, con una carga de subjetividad, de algo turbio, oblicuo, absurdo, seductor, perverso sublimador de lo enigmático. Busca, y encuentra, al Casal soñador, siempre pobre, provocativo y con un destino eminentemente trágico, una de las voces imprescindibles de la poesía cubana.

Universos literarios y plásticos son encerrados en páginas de una galería, que versa sobre los atisbos visuales de una mirada artística que sirve de pre-texto, cuya lectura es apresada en el entramado de un texto más abarcador: la obra plástica.

Las piezas se completan cuando tiene al espectador delante en el trabajo simbólico en su necesidad de decodificar el mensaje que emite el arte. Habría que ver las asociaciones de cada quien, las lecturas inmediatas o morosas de su traducción.

Allí, la previsión conjetura hecha en la lectura textual. Se trata de un concepto curatorial que reúne impulsos y continuidades formales; y sugiere aquí y allá unidades de sentidos, obras que se concatenan o interactúan con el conjunto, a partir del hecho artístico sobre el texto.