A finales de la década del sesenta Juan Padrón dibujaba la historieta de samuráis Kashibashi. Había un personaje secundario que en 1970 alcanzó su independencia, Elpidio Valdés. Este mambicito valiente, humorista, jodedor como todo buen cubano, devino con el tiempo mito en el cómic insular.
Su creador se convirtió en un acucioso investigador de las guerras de independencia de Cuba. Para dibujar cada uniforme, arma o escena tuvo que invertir horas en archivos para que su personaje se ubicara realmente en el tiempo y en el espacio.
Pero ese no fue el inicio de Padrón en el oficio de dibujar la vida en cuadritos. La génesis se remonta a su infancia: “Me crié en un central azucarero en el valle de Guamacaro, Matanzas; así que tuve la suerte de andar cerrero por el campo y rodeado por locomotoras, carretas tiradas por bueyes, cañaverales y disfrutando de todo el lío ese de vivir en un lugar donde se fabrica azúcar. Una niñez muy bonita. Mi hermano Ernesto (autor de Yeyín, y otros personajes) y yo competíamos a ver quién dibujaba mejor y copiábamos o inventábamos historietas. También filmábamos películas de acción y trucos con maquetas, en 8 mm”, ha contado en alguna oportunidad.En 1963 conoció a Silvio Rodríguez (el músico) en El hueco. Ambos colaboraban con la revista Mella y se alternaban en dibujar para la página semanal El hueco. Entonces Silvio aprendía a tocar guitarra. Luego coincidieron en el ejército y el primer corto de animación que hizo Juan tuvo la música de Silvio.
Paralelamente a Elpidio, Padrón trabaja otros personajes: los Vampiros, los Verdugos, los Piojos y Cachibache.
Reconoce la influencia en sus inicios de los muñequitos españoles y especialmente de “un excelente animador y dibujante catalán que vivía en La Habana, que me tomó de discípulo, Juan José López, actualmente autor de Superlópez. También me influyó Ketcham, el de Daniel el Travieso. Pero yo adoraba las viñetas españolas y repasando mis primeros trabajos, se ve claramente que hasta imitaba los globos”.
Elpidio fue haciéndose grande, no en el sentido que le dan los argentinos de viejo, sino grande como cómic, y en 1974 nace su primer animado, con casi siete minutos Una aventura de Elpidio Valdés. A ese le siguieron varios cortos hasta 1979, en el que hace el largometraje Elpidio Valdés, con 70 minutos. En 1983 se proyecta otro largo Elpidio Valdés contra dólar y cañón y dos años después Vampiros en La Habana.
Es este último filme el que más reconocimiento internacional ha tenido. Se considera un filme de culto. Sobre esta película Padrón ha dicho: “Nunca me imaginé que fuera tan exitosa. Cuando la terminé y la vieron los ‘expertos’ dijeron que no era lo que esperaban de mí, que era muy vernácula, confusa y ruidosa; no se hizo rueda de prensa para anunciarla, ni estreno. En una revista salió una crítica que trataba muy mal a la película… Estuve unos días muy deprimido, hasta que rompió el récord de taquilla (de aquella época) en una semana y la gente me la comentaba entusiasmada. Luego, con los años, me sorprendió que fuera una especie de película de culto en España y América Latina. Me he sentido como Spielberg cuando en Valparaíso me recibieron cientos de estudiantes amantes de la película, o en Puerto Rico, donde se la sabían de memoria, en fin… Es algo muy agradable y estimulante”.
La segunda parte: Más vampiros en La Habana fue estrenada en el pasado Festival de Cine de La Habana.
En 1985, en la capital cubana, conoció a Joaquin Lavado, Quino, el reconocido historietista argentino. Fue el principio de una colaboración que dura años. En 1986 apareció el primer Quinescopio y le siguieron otros 51, animados con dibujos de Quino. Mafalda, también en movimiento, vio la luz en 1993.
A mediados de los años noventa entrevisté a Padrón. No olvido que la charla tuvo como entorno uno de los apagones que eran pan diario en La Habana. Entonces este autor me dijo: “En cualquier lugar a mí me ofrecen una bola de pesos para que me quede, pero ¿dónde voy a encontrar miles de niños que han hecho suyo a Elpidio?” En esa oportunidad se quejaba con razón de que a su personaje lo utilizaban para cualquier acción publicitaria, sacándolo de su contexto e idiosincrasia.
Para esta sección, al preguntarle sobre premios o condecoraciones que ha recibido me dijo: “la orden Félix Varela de primer grado, Medallas Alejo Carpentier y Por la Cultura Nacional, Premio El Diablo Cojuelo, ocho Premios Coral, etc”. El etcétera es tan largo como su obra lo merece.
“Nananina” fue su respuesta cuando inquirí sobre exposiciones personales o colectivas, y debe tener un montón.
¿Qué estás haciendo actualmente?
Escribiendo guiones de largometraje. Sobre Elpidio Valdés y un proyecto llamado Las tres islas.
¿Qué es para ti:
a) una caricatura.
Una escena de situación, ambiente, diálogo, caracterización, actuación, encuadre… sintetizada en un solo dibujo
b ) y una historieta?
Una historia contada seleccionando para los encuadres los momentos y diálogos más importantes.
Ahora te pido que con dibujos respondas lo que significa para ti:
a) la paz, b) el amor, c) la amistad, d) tu patria
“Estos dibujos te los debo por el momento, Saludos, jp”.
Y como decidí publicar a Padrón ahora me debe a mí y a ti, lector, esos dibujos. Incluyo otros, los primeros, para ver la raíz del árbol que hoy conocemos.
* Que sirva de homenaje a Juan Padrón esta reseña publicada en nuestra revista en 2006.