El desafío a la valentía de Nara Mansur
16/1/2020
El mundo de la literatura constituye un club selecto al cual no todos podemos ingresar. El talento, la osadía y el dominio del lenguaje son factores importantes, pero la clave para todo escritor que desee trascender a su tiempo se encuentra en el coraje. Pocas personas contienen la sensibilidad suficiente para comprender sus anhelos, vivencias y frustraciones y aportarles una carga lírica que favorezca la exposición del ser interior ante el resto del mundo.
Ya sea por egoísmo o por cobardía, la simple idea de que personas ajenas a ti puedan penetrar tus interioridades a través de la lectura, aterra. En ese momento surge el dilema ético que asalta al literato antes de llegar al punto sin retorno de publicar sus obras y que dejen de ser suyas para pasar a ser de quien se apropie de ellas. Superado el miedo inicial y con el paso de los años, el escritor se convierte en una especie de mediador espiritual, al cual no le importa desnudarse hasta las entrañas con tal de ser fiel a sí mismo y a su vocación. Ese es el caso de la poetisa, dramaturga y crítica teatral cubana Nara Mansur Cao.
La sala García Lorca del Centro Cultural Dulce María Loynaz acogió un taller crítico con el objetivo de desentrañar los valores artísticos de Nara Mansur, quien se encontraba presente en el lugar. El primer paso fue resaltar su prolífica carrera literaria iniciada en el año 2000 y que hasta la fecha la ha hecho merecedora de importantes reconocimientos, entre los que destacan el premio de poesía Nicolás Guillén y el premio de cuento Julio Cortázar.
Aunque actualmente radica en Argentina y se desempeña como profesora de la Universidad de Buenos Aires, eso no ha sido obstáculo para estar presente en varias ocasiones en nuestra isla, donde ha publicado gran parte de sus obras. La crítica especializada reconoce en ella una profunda voz lírica y dramática que engloba un amplio espectro creativo. Durante el taller se ratificó como una escritora implicada directamente en sus textos desde las subjetividades y símbolos de la palabra, empleados en busca de una identidad propia.
Su sello personal transita por la combinación de significados que dota a sus letras de confesiones íntimas. Compone sus libros como un artefacto de sí misma, y los análisis estilísticos encuentran una voz singular, reflexiva, desenfadada. Su obra se distingue por un barroco postmoderno que expresa las complejidades de la humanidad poética y a su vez atraviesa la retórica revolucionaria en un viaje que conduce desde las altas esferas de la política hasta las peculiaridades femeninas, la cotidianeidad y contradicciones internas de la autora.
La irreverencia impacta en el lenguaje, deconstruido y vuelto a armar en muchas ocasiones, sin dejar de lado los mejores valores de la cultura que atesora en sus escritos. Por otra parte, su dramaturgia no se queda atrás. En su teatralidad salen a flote las reivindicaciones de distintas realidades que representan un teatro conflictivo. Las puestas en escena cuentan con una gran capacidad de convencimiento, destinada a exhibir contrastes donde se conjuga no solo lo propio, sino el compromiso y otros aspectos de la lucha social e individual. Dentro de las estrategias teatrales, los elementos lúdicos y costumbristas tienen una fuerte presencia, desprejuiciada de utilizar frases hechas con la originalidad de un lenguaje prácticamente enciclopédico.
La pieza se vuelve entonces una exteriorización de escenas mentales exquisitas. Sus entregas de teatro se caracterizan por la sinceridad, alejadas de los estereotipos y escritas con los vicios de la vocación literaria. Encontramos piezas filosas, complejas y defectuosas; un lugar para aparecer, mostrar, comprender como una recreación de estar de espaldas a ella. El teatro expresa la devoción a la obra mal hecha, en la que caben todos los errores aparentes; reflejada en una veracidad que no aspira a ser redonda, cerrada, técnica o hermética, sino en la intención de vaciar en los guiones el universo interno de Nara.
En resumen, sus múltiples escritos develan un carácter hibrido, alejado de las fronteras autoimpuestas, que impiden encasillar en un solo género toda su impronta. Con libros absolutamente personales, apela a los juegos vanguardistas y a eviscerar y fraccionar el lenguaje. Mansur obliga al lector a aplicar todos los sentidos, al comunicar en sus libros la dramaturgia vital. La sintaxis de apariencias inconexas e incoherentes utiliza las jergas y la jerigonza en un desmenuzamiento de la palabra hasta su mínima expresión.
Después de recorrer la creación de Nara Mansur, queda un sabor a literatura de vanguardia y necesaria. No se trata de una escritora moralista que demuestra un camino trillado o cliché, sino de un ser humano que se utiliza a sí mismo como materia prima esencial a la hora de crear universos que, como no podía ser de otra forma, guardan muchas similitudes entre sí. Luego del descubrimiento casuístico, a mi entender, el principal desafío de las letras cubanas en la actualidad es el de producir figuras no solo interesadas en las estructuras encriptadas y en las imágenes impenetrables, sino en convertir la vida de un ciudadano de a pie en un motivo más de poesía. La nueva camada, si realmente desea innovar y parecerse un poco a la Cuba de estos tiempos, debe aspirar a la valentía que se trasluce en los versos y en las tablas de Nara Mansur.