Las Meditaciones y silencios de un artista profundamente cubano

Estrella Díaz
18/12/2019

 

Este jueves 19 en la galería Collage Habana asistiremos a las Meditaciones y silencios que Choco nos propone: una exposición que no dejará indiferente a aquellas pupilas deseosas de intentar escudriñar en el mundo creativo de este artista que, con justeza, está considerado un maestro del grabado cubano.

Sin título, 2019, escultura en bronce, 120 x 90 x 90 cm. Fotos: Rodolfo Martínez/ Eddy Garaicoa
 

En momentos complejos, como los que vivimos hoy los cubanos, Eduardo Roca Salazar (Choco) sin dejar de remarcar la impronta que lo caracteriza, nos convoca a la introspección, al recogimiento, a mirarnos por dentro… quizás es la manera que ha encontrado para reafirmarse y —si falta hiciera— reafirmarnos que la cubanía está en todo cuanto toca. Y es que aunque Choco pretenda hacernos reflexionar desde la madurez de la que es poseedora su obra, cada exposición es como un descubrimiento porque es un creador raigal e intenso que todos los días parece renunciar a la zona de confort que, a fuerza de trabajo y tesón, tiene merecidamente ganada.

Ojo de pato, 2019, Escultura colagráfica, 115 x 53 x 20 cm.
 

Horas antes de inaugurarse la muestra esta reportera —amiga y admiradora de su quehacer— anduvo fisgoneando mientras que su equipo de trabajo encabezado por Gloria García e integrado por Marlen Tadeo, Rafael López y Jorge Muñoz ultimaba los detalles de la museografía, curaduría, montaje y diseño de luces. Tuve, entonces, la oportunidad de, con absoluta calma, detenerme ante varias de sus piezas.

Por ejemplo, Condición humana (óleo sobre lienzo, 84 x 68 cm, 2010) es una obra profundamente introspectiva, El beso (óleo sobre lienzo,76 x 88 cm, 2010) es como fundir dos almas a partir de una técnica de excelencia, mientras que las colagrafías ( 80 x 80 cm,2019) Guinguindo tienen incorporadas fragmentos de marquillas que le confieren una personalidad propia: es como si Choco reverenciara la historia de la gráfica cubana haciendo un guiño al mundo del tabaco que en la Isla comenzó, precisamente, junto con la litografía: es el grabado dentro del propio grabado.

 El pez, 2019, Escultura colagráfica, 120 x 45 x 20 cm.
 

Mención aparte merece una de las más recientes pasiones del Premio Nacional de Artes Plásticas 2017: la escultura. En Meditaciones y silencios se incluyen varias esculturas colagráficas que evidencian su necesidad creativa de saltar de la planimetría hacia la obra tridimensional, algo que desde siempre se percibe en un quehacer que, como pocos, ha logrado un mundo de texturas muy propio, muy de él. Hay una escultura (120 x 90 x 90 cm, 2019) sumamente interesante: son cuatro cabezas unidas por un mismo eje y en las ocho caras que posee aparecen adosados un sinfín de elementos que nos remiten al taco de grabado: otra vez Choco cortejando al grabado.

Juego de cabezas, 2016, colagrafía, 94 x 73 cm.
 

En Meditaciones y silencios hay muchas pistas y señales que Choco nos propone: queda entonces de nuestra parte tratar de entender algunas claves, pero recordando siempre lo que de Choco aseveró el doctor Eusebio Leal al presentar ―en enero de este año en el Museo Nacional de Bellas Artes― su libro catálogo: “Tú eres, el que eres y a nadie tu obra la pediste, ni reconozco yo en ella influencia de nadie que no sea lo que hay en tu poderosa imaginación. Yo sé con cuánto esfuerzo, con cuántas lágrimas, con cuánto cariño esa obra se ha forjado. Y, como te he conocido además, a veces, en la Plaza vieja, a veces en la de Armas, con ese dédalo de calle donde algún día más que nuestros cuerpos quedarán nuestros espíritus. Me alegra mucho querido hermano —como te llamo de corazón—  por haberte conocido: yo, una simulación de blanco, y tú, negro y los dos cubanos; ¡tan profundamente cubanos! que no hay quien me haga separarme nunca de esa idea”.

Condición humana, 2010, óleo sobre lienzo, 84 x 68 cm.