Haciendo telenovelas en Cuba
19/11/2019
La telenovela es un género que no permite experimentos que la desvíen de sus estructuras dramáticas fundamentales, porque entonces dejaría de serlo. Sin embargo, es posible inyectarle variantes de creación sin abandonar los ingredientes propios que la enriquecen. En este sentido, la continua preparación y estudio de los realizadores cobra importancia teniendo en cuenta que en nuestros días la telenovela se abre a la introducción de otros géneros y esa mezcla complejiza su realización.
El proyecto de realización, a partir del guion ya confeccionado, puede estar por encima de los 14 o 16 meses de trabajo —a veces más—, lo que representa un tiempo prolongado que exige una dinámica muy ágil de producción con un extraordinario esfuerzo físico y mental de los realizadores.
Los profesionales que decidan abordar este género deben estar convencidos de que los tiempos son imposibles de aumentar y que las dificultades implícitas no deben ni pueden ser motivos para que la factura del producto final sea deficiente.
La crítica profesional, también llamada “especializada”, no ha sido efectiva con relación a la telenovela cubana. Por parte de muchos realizadores no existe confianza y credibilidad en los aspectos a los que casi siempre se refieren esas críticas, porque se detienen demasiado en envolturas formales y banales, no teniendo en cuenta casi nunca que se trata de un género de ficción, y dejan de ver, salvo en contadas ocasiones, cuestiones de contenido que sí merecerían algún señalamiento o comentario. Generalmente amplifican lo malo y silencian lo bueno.
La forma en que, salvo respetables excepciones, señalan lo que consideran negativo, lo hacen con una marcada intención de crear estados de opinión en el público que, en muchos casos, aplica lo que el Papa Francisco catalogó como la “cultura del insulto”.
Nuestra telenovela necesita una crítica profesional sin oportunismos, lógica, creíble, argumentada y sin un lenguaje rebuscado que generalmente confunde, utilizando retóricas forzadas, tratando de demostrar a toda costa conocimientos.
Aun y cuando muchas —no todas— de esas críticas abiertas, públicas e impunes no sean justas, la respuesta de los realizadores no puede ser la justificación, porque eso sería absurdo. La respuesta está en elevar más los niveles de nuestras telenovelas, sus formas y sus contenidos para satisfacer a los espectadores, de los cuales sí hay que atender sus observaciones y tener en cuenta sus críticas.
Hay que hacer un mayor énfasis en la selección de las historias; en la confección del guion; en la construcción de los diálogos; en un trabajo efectivo de la narrativa dramática; en la ejecución de un casting sin compromisos, donde sean los personajes quienes indiquen la acertada selección de la actriz o el actor que lo interprete. En Cuba tenemos la dicha de contar con excelentes actrices y actores, desde los más consagrados hasta los salidos de las últimas promociones de las escuelas, y eso da la posibilidad de seleccionar con rigor.
En la etapa de la pregrabación, aun cuando el tiempo sea corto, el equipo de dirección debe ser más proactivo, intensificando el trabajo con los actores, profundizando en los contenidos, siendo atinado en la caracterización de cada personaje, llevando a la creación a ocupar un lugar importante, indicar y discutir los puntos de vista y evitar las interpretaciones donde impere un improvisado “a mí me gustaría más así” que conlleve a posteriores errores insalvables.
Haciendo sentir una gran capacidad para escuchar todas las sugerencias y al mismo tiempo una visión muy clara de los propósitos buscados, el Director es quien debe tener la última palabra, de ahí su gran responsabilidad, por lo que debe recibir todo el apoyo profesional por parte de su equipo y también de sus superiores.
La dedicación y el aprovechamiento del tiempo disponible se traducirá en un salto cualitativo del resultado final, que obligará a que la crítica especializada también eleve su capacidad de análisis, siendo más lógica, objetiva, argumentada, respetuosa y profesional, para que de esa manera logre ser útil.
Nuestras telenovelas en determinadas etapas aplicaron en su manera de narrar corrientes estéticas que pudieron ser o no importantes o interesantes, ese no es el centro de este análisis, lo que sí resulta conveniente es tener clara la utilización de criterios y estilos artísticos acordes con nuestros tiempos, que resulten mucho más eficaces en establecer la comunicación con los espectadores, porque la autonomía del arte hace que este no sea una copia de la realidad, sino su recreación, y precisamente utilizando esta recreación podemos tratar, dentro del género, las historias con elegancia, sin chapucerías ni vulgaridades, alejándonos de la caricatura y el mal gusto, haciéndolas atractivas, sensibles y perceptibles.
Hacer cada día mejor la telenovela cubana, la nuestra, que equivale a defenderla, sin compararla con las foráneas, narrando historias que contribuyan a esparcir lecciones que eduquen, donde los personajes no provoquen lástima o ira en el espectador, sino reflexión. Elevando los valores humanos; los sentimientos de amistad; las responsabilidades familiares; la igualdad social en todas sus manifestaciones; abogando por la decencia; por la buena educación, sin dejar a un lado el imaginario popular y el criollismo; identificándose con nuestros principios; apostando por el mejoramiento humano; narrando historias que, sin consignas, dejen moralejas efectivas sobre todo en los más jóvenes.
Muchos críticos de las telenovelas, profesionales o no, reiteradamente señalan que en las nuestras se exacerba el machismo, la violencia, la corrupción, la doble moral, la mentira, la depredación de la familia, etc. y que esto se contraviene con nuestra sociedad.
Ninguno de esos comportamientos sociales señalados son simples figuras abstractas en el momento de escenificarlos, no se trata de literatura, sino de un audiovisual y es imposible condenar el machismo si no se muestra en carne y hueso, al igual que la violencia, la corrupción, la doble moral, la mentira, la depredación de la familia, el ambiente y la sociedad, además del individualismo, el egoísmo, la fragmentación de la sociedad y hasta lo antipatriótico; por lo que el cambio que pueda sufrir un personaje o una situación tiene que transitar por un período de tiempo en la historia, para que la transición o el castigo sean apreciables y dejen una enseñanza, una lección y consejos efectivos. La telenovela se presenta en capítulos, por lo que no se puede evaluar parcialmente. Si se desconoce el destino que corren cada uno de los personajes durante su trayectoria, es imposible opinar sin saberlo.
Para hablar de Caperucita es necesario hablar del Lobo y verlo actuar, para de esa manera lograr que los valores del Leñador o Cazador brillen y se destaquen. Existen muchos prejuicios, suspicacias y resquemores con este género y, sin embargo, puede ser tanto o más efectivo que cualquier campaña de divulgación social.
Los profesionales que las producen tienen muy clara la responsabilidad de hacer que nuestras telenovelas no sigan esquemas manidos, que no sean ni edulcoradas ni color rosa y que no se conviertan en espectáculos de lentejuelas (con respeto por estas) ni en exhibiciones faranduleras.
Quienes por lo general integran los equipos de realización de nuestras telenovelas también son cubanos que aspiran, luchan y ayudan a construir un país mejor, que sufren cuando el resultado de sus trabajos no complace a los espectadores, y aprecian muchísimo los fondos económicos que el Estado cubano pone en sus manos. Precisamente por eso está, dentro de los propósitos que defienden, la crítica a todo lo que internamente atente contra nuestros valores.
Es un espacio televisivo que se transmite fundamentalmente, salvo alguna excepción, en los horarios denominados estelares, y no está diseñado para espectadores menores de edad. Esa es una condición ineludible en la cual la responsabilidad de evitarlo y tenerlo en cuenta corresponde a las familias.
Sería interesante, importante y útil, la interpretación y apoyo de quienes tienen, a cualquier nivel e instancia, responsabilidades directas o indirectas, permanentes o temporales, con estas producciones.
Haciéndolo con inteligencia, dedicación, profesionalidad y voluntad, tocando sin romper, dentro de nuestras ideas y principios, con las mejores buenas intenciones y sin aumentar los presupuestos económicos habituales, se puede ayudar también en el propósito de elevar la cultura de nuestro pueblo. Cuba lo necesita.