Los “golpes” de Iroel no piden disculpas
Alguna vez le he agradecido públicamente a Iroel Sánchez que me hubiera llevado a trabajar en la Editora Abril en el 2000. Mucho más que me retara a sacar la revista Pionero, una gran experiencia para mí. Y, por supuesto, me devolvió al seno de un equipo al que continúo perteneciendo.
Allí conocí a un ingeniero voraz lector, culto, inteligente y con un solo discurso, no aburrido, sino que no cambiaba de su oficina a la reunión del núcleo, a un encuentro en el Palacio de las Convenciones, dicho con igual pasión para sus jefes que para sus subordinados, pura coherencia.
Un día le llevé mi libro Moro, el gran aguafiestas, veinticuatro horas después se lo había leído y, a las semanas, engrosaba los títulos de la Biblioteca Familiar, uno de los sueños de Fidel. Así es de decidido y defensor de las ideas.
Cuando Iroel pasó a presidir el Instituto Cubano del Libro, junto a Abel Prieto, entonces ministro de Cultura, y un grupo de periodistas (Nirma Acosta, Rosa Miriam Elizalde, Manuel Enrique Lagarde, Fidel Díaz Castro, Bladimir Zamora, entre otros profesionales), fundó La Jiribilla. Volví a topar con su forma de trabajar. No pocas veces coincidí con él en aquellas madrugadas de parto colectivo de La Jiri, en una reducida oficina del Palacio del Segundo Cabo. Iroel aparecía en los números complejos o para ver cómo le iba a su tropa.
Por ese actuar y su pensamiento marxista, martiano y, sobre todo, fidelista (síntesis de los predecesores), leo con respeto y busco los textos de Iroel, aunque no siempre comparta todas sus opiniones.
Esa es la razón por la que me las ingenié para tener el libro Cuba frente al buen vecino. Entre el contrato y la herejía, de la Editora Abril, que presenta una selección de textos publicados en el blog La Pupila Insomne (a veces reproducidos en otros sitios) desde el 2013 hasta el 2019.
Con una edición al cuidado de Carlos Ávila Villamar, Adriana Daniel Aneiros y Lili Chi, el volumen nos presenta textos que, en su mayoría, conservan total vigencia y tienen que ver con los complejos procesos del movimiento de las ideas en nuestro país.
Dividido en “Encrucijadas cubanas” (17 notas), “El buen vecino” (siete), “Entre el contrato y la herejía” (siete) y “Herejes” (ocho notas y cuatro entrevistas), el libro transita por artículos teóricos, anécdotas o sueltos que intentan desnudar lo hegemónico de un modo de vida que se nos vende como si fuera expresión de la sacrosanta democracia.
Si bien las fórmulas del gobierno de EE. UU. son puestas en el colimador, no faltan tampoco enjuiciamientos a acciones o actitudes que nos atañen como país.
Por ejemplo, el 20 de junio de 2014, en Un tesoro en el que nos va la vida, Iroel razona: “La presencia en algunas zonas céntricas de la capital y en otras del país de fenómenos que prácticamente desaparecieron del paisaje cubano con la Revolución, como la mendicidad y el ‘buceo’ en los depósitos de basura, no puede ser vista con indiferencia ciudadana e inercia institucional. Detrás de las condiciones para que ocurran, hay algún vacío en la articulación concreta de ese tejido social para cualquiera de esos cubanos y cubanas que primero que todo son hijos de la Revolución, aunque muchas veces sus familias les hayan dado la espalda. Con el mismo empeño que se salva la vida de cualquier hombre o mujer sin preguntar si tiene o no cuenta bancaria, hay que evitar el daño progresivo a la dignidad individual y colectiva que puede suponer que uno solo de los seres humanos que habita en esta Isla asegure su existencia desde una situación así”.
Mientras que el 15 de julio de 2014, en A mí no me gusta el fútbol pero…, argumentó: “Es también de aplaudir el modo en que el programa de TeleSUR aprovechó las posibilidades que brindan el correo electrónico y las redes sociales para enriquecer su propuesta, interactuar con los televidentes, e incorporar con inmediatez los contenidos generados por ellos. Utilizando ese tipo de comunicación, De Zurda incluyó saludos de líderes políticos como Fidel, Mujica, Cristina Fernández, Evo Morales, Lula da Silva y tuvo en su estudio a Rafael Correa, igualmente abordó el tema del terrorismo contra Cuba desde Estados Unidos o el papel de los médicos cubanos en Brasil, y nos enseñó que el desenfado es, no pocas veces, un mejor aliado que la solemnidad para la efectividad de un mensaje, por noble que este sea.
Sin esconder su vocación política, De Zurda logró una alta audiencia entre los jóvenes cubanos. Lo he comprobado en mis hijos y sus amigos. Debieron haberse infartado quienes suelen decir que los jóvenes no quieren oír hablar de política, al verlos criticar una ¿entrevista? a Leo Messi en la televisión cubana, demasiado parecida a la que le haría la revista Hola, y luego contemplar al mismo Messi en De Zurda solidarizándose con las Abuelas de la Plaza de Mayo, o al equipo argentino pidiendo la devolución de las Islas Malvinas a su país, algo por lo que —según se informó— la Federación Internacional de Fútbol Asociación, (FIFA, por sus siglas en francés), ha abierto un proceso disciplinario. A propósito, me pregunto si los que dicen que estos futbolistas son iguales a los cubanos que juegan en las Grandes Ligas del beisbol estadounidense le pedirán a aquellos que exijan la devolución del territorio ilegalmente ocupado en Guantánamo, una causa que no nació con la Revolución de 1959 y que serviría para demostrar que en Estados Unidos se puede ser millonario y libre, o al menos patriota, en el tema cubano. (…) Cuando TeleSUR comenzó a transmitirse en vivo en Cuba, muchos vieron en ello una amenaza para la televisión cubana. De Zurda prueba que ha sido la salvación de nuestros televidentes, víctimas del contraproducente muro que, con demasiada frecuencia, divide innecesariamente lo político y lo lúdico en los medios nacionales, y que solo sirve para que la natural demanda de entretenimiento de nuestras audiencias sea llenada por lo peor de la industria cultural made in Miami o sus imitaciones nacionales. Si TeleSUR es más político, más antimperialista, más antineoliberal y más latinoamericanista que todo el resto de la televisión cubana junta y la gente lo prefiere, entonces el problema no es de contenido, sino de forma. Sería bueno saber cuántos cubanos estaban viendo “el paquete” en el horario de De Zurda”.
El “fenómeno” Chanel no lo dejó impávido: “Si el desfile de Chanel era parte de la Semana de la Cultura Francesa, ¿por qué no aprovechamos para exhibir nuestra cultura en su sentido más amplio y, previo a sus pasarelas, los modistos y modelos franceses no asistieron, como parte de su programa, a una fábrica de guayaberas cubanas, a nuestro Instituto Superior de Diseño y a la Feria Arte para Mamá, más allá del rol de escenografía pasiva que asumimos? Si aceptamos el desfile de Chanel como un acontecimiento cultural, ¿por qué entonces —en un país donde la cultura es derecho— integrantes de las organizaciones estudiantiles, obreras y gremiales en instituciones afines a esa actividad, y las de vecinos de los consejos populares cercanos al espacio donde se realizó, no recibieron invitaciones para sus miembros de fila que legitimaran ante los visitantes y el mundo nuestra sociedad, en las antípodas del glamour para las minorías? ( Más allá de Chanel y Fast and Furious, 8 de mayo de 2016).
O se mete en debates actuales (La desigualdad en la que creo, 3 de julio de 2016): “No se obliga al que recibe una licencia de construcción a presentar un contrato para evacuar los escombros, y tampoco existe una entidad a la que se le pueda solicitar. Quien establece un negocio no necesita una licencia ambiental, sino que recarga los ya insuficientes servicios de recogida de desechos sólidos domésticos sin pagar un centavo.
“Así, el Estado, como hace también con los servicios de agua y gas manufacturado, se convierte en generador involuntario de subsidios para actividades que persiguen el lucro. Al equiparar los servicios básicos que se subsidian para la población con el uso de estos con fines lucrativos no se logra otra cosa que incrementar la desigualdad que se pretende disminuir con los impuestos. El trato igualitario a actores sociales desiguales no hace más que multiplicar la desigualdad y deteriorar el servicio para todos.
“Los que vean algún extremismo en el párrafo anterior deberían recordar a Jean Jacques Rousseau, que afirmó: ‘Entre el fuerte y el débil, la libertad oprime y la ley libera’. La economía no estatal tiene mucho que aportar en Cuba, pero desde temprano las reglas y su aplicación deben estar en función de que sumen efectivamente al bienestar colectivo y al sentido solidario de la sociedad en la que se inserta”.
En el artículo Gracias por provocar, del 19 de mayo, publicaba un texto acerca de los símbolos: “Teniendo el privilegio de una rica cultura e historia y una industria audiovisual que logró, décadas atrás, construir imágenes icónicas, incluyendo las dirigidas a la niñez, la presencia de nuestra identidad en la visualidad cotidiana es extremadamente pobre. Más cuando esta no se limita a los símbolos nacionales, y tiene que ver con la disponibilidad y asequibilidad de productos que en determinada época lograron proyectos como Telarte, poniendo en la calle elementos portadores de cubanía con elevado nivel estético. En ese sentido, la viabilidad económica de casos exitosos, como el de las sombrillas ilustradas con obras del Museo Nacional de Bellas Artes, comercializadas por Artex con un amplio diapasón estético, merece estudio: es el único producto industrial portador de cubanía que ha logrado ser hegemónico entre nosotros.
“Creo que es en la memorable serie de Rudy Mora, Doble juego, donde hay un momento en el que la maestra invita a sus alumnos a ver el Ballet Nacional en el Gran Teatro de La Habana. Todos llegan con sus mejores galas, pues nunca han acudido a semejante lugar, y van reuniéndose en las afueras del coliseo, hasta que llega el último —un adolescente que suele tener un comportamiento muy negativo, abusador e insensible— y vemos cómo todos se miran entre el asombro y la burla, hasta que la cámara nos muestra por qué: el recién llegado viste de pies a cabeza con la bandera estadounidense. De entonces a hoy no he vuelto a ver en el audiovisual cubano un tratamiento semejante por intencionado e inteligente. El audiovisual cubano ha sido más sistemático, en cambio, al asociar la guayabera —prenda nacional cubana— a la corrupción y el dogmatismo”.
La visita de Obama no podía quedar excluida: “Varias veces, sin embargo, acudió al storytelling, que el escritor Christian Salmon define como la ‘máquina de fabricar historias y formatear las mentes’, para —desde relatos personales tratados con intencionalidad política— presentar la Revolución Cubana como algo del pasado. Así nos contó verdades incontrastables, que su padre arribó a EE. UU. en 1959 y que él nació el mismo año de la invasión de la CIA derrotada en Playa Girón, para encubrir que hechos como el secuestro del niño Elián González y la injusta prisión de los cinco antiterroristas cubanos corresponden al siglo XXI y fueron vividos por las más jóvenes generaciones de esta Isla.
“(…) Algunos pares opuestos fueron insistentemente utilizados durante el discurso (jóvenes-historia, estado-individuo, gobierno-pueblo, pasado-futuro), en una estrategia divisiva dirigida al interior de la sociedad cubana en la que el storytelling retornó apoyado en ‘emprendedores’ emigrados exitosos, cuyo ejemplo nuestro invitado cree debemos y podemos seguir a partir del ‘cambio’ que él ya no nos impone, sino que nos sugiere la experiencia de nuestros propios compatriotas que han aprovechado las ‘oportunidades’ que el capitalismo estadounidense ofrece y desde lo que le contaron algunos de los que se dirigieron a él cuando, un día antes, asumió el rol de Papá Noel en una cervecera de La Habana. Por cierto, la palabra ‘cambio’ estuvo catorce veces en el discurso”. En ¿Obama en el Gran Teatro o el gran teatro de Obama en La Habana? (23 de marzo de 2016).
Esos son algunos ejemplos de los textos publicados, además, el conjunto no pudo tener mejor epílogo que Al Estado socialista le conviene una sociedad civil activa, entrevista concedida por Iroel a la Revista Temas, en un diálogo intenso con Fernando Luis Rojas y Carolina García Salas, con polémica incluida, que transita por todos los asuntos tratados en el libro.
Hombre sometido en no pocas ocasiones a una lluvia de alusiones, incluidas ofensas, de quienes no le perdonan su verticalidad revolucionaria, Iroel utiliza un lapidario exergo de Raúl Roa: “No me disculpo ni me arrepiento hoy de ninguno de esos golpes: los di a conciencia y a conciencia los reitero”.
Gracias por el artículo, la sigo a usted en sus redacciones y a Iroel, me encanta verlo en La Pupila Asombrada.Saludos.