Trova y Poesía. Tertulia, da igual
1/3/2019
Un espacio para la descarga entre amigos en el salón Federico García Lorca, del Centro Cultural Dulce Maria Loynaz se propicia cada cuarto jueves del mes al filo de las cuatro de la tarde, teniendo como anfitriones al escritor Edel Morales y al trovador Charly Salgado. Este 28 de febrero las invitadas principales fueron la poeta Liliana Rodríguez, recientemente galardonada con el premio de CubaPoesía Eduardo Kovalivker 2018 con el libro In adsentia. Creadora versada además en el arte de la improvisación decimística, por la cual ha recibido los más importantes galardones de la lírica espineleana, que funge en estos momentos como vicepresidenta de la Asociación Hermanos Saiz, y, desde la Plata austral, la poeta argentina Claudia Baldoni, quien fuera participante en la más reciente Feria Internacional del Libro de La Habana y ya estaba a pocas horas de su regreso a la patria de Borges, Cortazar y Gelman. Acompañó el encuentro la obra plástica de Jorge Luis Martínez Camilleri, con su ecléctica visión de lo cubano entre el naif y el pop de su paleta.
Insistir en soñar es el asunto, por eso, tras los arpegios del son esquizofrénico de Charly, se abren las animadas complicidades que verso y música proponen; algo de larguísima tradición entre los bardos de la Isla donde papeles, tabletas, laptós o teléfonos junto a libros viejos o nuevos permiten a los asistentes degustar como un buen trago los poemas escritos al pulso de la realidad y la memoria de las cosas. Apunta Edel que el libro de Liliana recientemente premiado es una renovación desde el discurso clásico para bien de la cultura cubana, que en los últimos años ha experimentado cambios notables con la participación de autores que son parte de la vanguardia cultural, como Carlos Esquivel, Alexis Díaz Pimenta o Jorge Luis Serrano.
Claudia es una de las voces por las que los desaparecidos tienen de nuevo la palabra, una manera de llamar a las cosas que no se pueden tocar, que nos aferran a la duda de lo posible mientras la vida se vuelve una sumatoria de sucesos donde no se sabe si la muerte ya llegó y estamos entonces transitando por no se sabe cuál estado de la memoria, o la vida es un ejercicio para el cual nos han estado preparando por muchas décadas con una postmoderna propuesta nihilista revisitada cada tanto entre las líneas extrávicas de la cotidianidad, tras los nuevos derrumbes reales o inventados, cuando parece que solo importa sobrevivir en su burbuja de Parménides a milenios de distancia de las tierras helénicas.
La suerte de contar con los centenares de temas que la trova ha sembrado en el consciente nacional, como la mejor manera de representarnos; embajadora de la mayor dotación y prestigio que colecta la historia particular y gremial del habitante de esta Isla; nos hace aunar las gargantas ante los Veinte años de María Teresa Vera, por ejemplo, mientras recordamos otros textos de Sindo, Corona, Bienvenido Julián, Teofilito, Céspedes, Silvio, Polito, o Santiaguito con su Para Bárbara, como en un viaje interminable de idas y retornos entre los paisajes de la infancia y las próximas estaciones.
Uno debe entonces regalarse alguna de estas tardes en la casa de 19 y E, con el espíritu de Dulce María y Flor en diálogo y confrontación, que nos obligan a tomar partido mientras dura el encuentro que deshace el augusto ambiente de la sala que lleva el nombre del poeta granadino; donde se dan sorpresas como la de este jueves cuando la poeta austral devino cantora de tango cuasi profesional. Algo que revivió en los asistentes la memoria genética de una Habana que se supo tanguera durante muchas décadas y que ahora, en sus 500, escucha a Malena y Naranjo en flor. Después de haber vivido una feria, que como siempre moviliza más de un cuarto de millón de personas hacia las sedes de la Cabaña y El Vedado, organizar un encuentro así, sumando casi dos decenas de nuevos seguidores.