Ya en su octava edición, llegó a La Habana la Semana de Teatro Alemán que, para regocijo del ávido espectador cubano, reunió la experticia y cabal lectura de varias agrupaciones teatrales nacionales. Desde el año 2006, cuando este intercambio entre dramaturgos alemanes y cubanos tuvo su inicio —que ya sostiene más de una década—, el evento constituyó no solo un espacio de diálogo y conocimiento, sino también la oportunidad de presenciar en nuestra circunstancia la reescritura de textos dramáticos germanos. Bajo esta premisa, y teniendo en cuenta la urdimbre de vínculos escénicos y pensamiento cultural, llega Ludi Teatro, dirigido por Miguel Abreu, con su adaptación de La mujer de antes, basada en la obra de Roland Schimmelpfennig.


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Con un persistente deseo dialógico hacia universos dramáticos distintos, asido a su vez al significativo afán intertextual que en ocasiones caracteriza a nuestra dramaturgia, Abreu logró proyectar los conflictos hacia la realidad cubana, llena de peripecias cotidianas. Desencuentros, dolor, añoranzas, el internet y el constante choteo constituyen claves para entender que la propuesta de Ludi Teatro es múltiple, abarcadora.

Así, mediante la ruptura de los códigos tradicionales del teatro (el quebranto de la cuarta pared o la ausencia de las tres unidades aristotélicas) [1] La mujer de antes vuelve sobre temas trascendentes de nuestro contexto, al retomar la actual polémica del nuevo concepto constitucional de familia y su aceptación o no en la sociedad. Este hecho se engarza, a su vez, con el tema de la sexualidad, pues el conflicto tiene su desenlace a partir del descubrimiento que hace Claudia de la relación entre su esposo Frank, un profesional cubano que se encuentra en una misión internacionalista, y Romy, un homosexual travestido, hace 24 años atrás. La adaptación juega con dicho tópico en aras de la reflexión, al problematizar acerca de los límites de conceptos tales como la heterosexualidad y la homosexualidad.

La puesta de Ludi Teatro es, además, resultado de un gran proceso de trabajo, en tanto el diseño minimalista se integra con el desempeño de sus actores, completado de manera eficaz con el entorno a su alrededor. Se logra así la armonía en medio de una escena cambiante, reordenada constantemente en los saltos temporales que se desencadenan.

Responde a un teatro de vanguardia, en el cual la ampliación del espacio y el tiempo escénico mediante un montaje casi delirante, que recurre a otros elementos artísticos para su realización, se convierte en aspecto claro de su indagación teatral. Retrata a un ser humano plural, camaleónico pudiera decirse, que enarbola un discurso distinto con el propósito de quebrar paradigmas y razonamientos imperturbables. Y la risa, nuestra bendita risa, es el vehículo para llevar ese deseo a un espectador que reflexiona y es cómplice a la vez.

Nota
[1] Reglas diseñadas especialmente para el teatro, que exigen el caracter unitario de una obra artística, la cual debe poseer unidad de acción, de tiempo y de lugar.