¿Cine nacional o cine conmemorativo?

Javier Gómez Sánchez
7/8/2018

Cuando encendí el televisor y vi que la Televisión Cubana estaba transmitiendo el filme cubano La emboscada, sin apartar la vista de la pantalla tomé el celular para enviar un SMS a su director. Conocí a Alejandro Gil cuando trabajé en su siguiente proyecto, Inocencia, un largometraje de ficción que relata el cruel y absurdo proceso que en 1871 terminó en el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina.


Foto: Película La emboscada

 

La emboscada es una película compleja, que hace un retrato íntimo sobre la participación cubana en la guerra de Angola. El equipo y su director se echaron sobre los hombros recoger en una dimensión humana lo que solo se había retratado antes en una dimensión épica. Se puede estar de acuerdo o no con alguna de las visiones con que la obra se acerca a la experiencia internacionalista, pero posiblemente pocos filmes ofrezcan tantos ángulos para la crítica y la controversia al abordar una zona de la memoria colectiva de más de una generación de cubanos, lo que le da una significación en el debate histórico y social más allá de lo cinematográfico.

Esa noche al encender el televisor, tuve ese sorpresivo placer que siento cada vez que ponen una película cubana. El volumen de material que el cine cubano ha generado durante décadas ofrecería fácilmente la posibilidad de poner producciones nacionales varias veces a la semana. La cantidad necesaria generó un debate en casa, por lo que junto a mi esposa tomé papel y lápiz para entretenernos haciendo una lista de películas cubanas. Logramos recordar 98 filmes producidos por el ICAIC, lo que permitiría poner al menos dos películas cada semana, aunque realmente son muchas más.

Al mismo tiempo me asaltó ese pensamiento que deben tener muchos televidentes al ver en la pantalla chica una película cubana: ¿Y qué se conmemora hoy?

Hablamos cada vez más de guerra cultural, pero pocas veces vemos acciones que nos indiquen que hacemos algo en dirección contraria. Si hiciéramos un conteo de la cantidad de películas norteamericanas que la televisión cubana emite cada año y las comparáramos con otras cinematografías, el saldo sería tremendamente desproporcionado. Las pocas ofertas de cine francés y musicales indios no logran la diversidad necesaria. Pero si hiciéramos la misma comparación con el cine nacional, lo minúsculo de la emisión de obras cubanas sería abrumador. Los cubanos tienen más acceso a su cine a través de copias por USB que por su transmisión en la propia televisión nacional.

Para un país que ha evolucionado de tener solo dos canales con unas pocas horas de emisión a contar con hasta nueve señales simultáneas, incluyendo dos canales HD, la excusa de poca capacidad de transmisión quedó en el pasado.

En la Cuba del 2018 es hora ya de superar las viejas situaciones que llevaron a que las puertas televisivas fueran estrechas para el cine cubano. Si revisitáramos a la luz de estos tiempos películas cubanas de los 90, que entonces fueron consideradas intransmisibles, hoy difícilmente encontraríamos razón para no ponerlas. Una población joven las recibiría desprejuiciada. Creo que más vale una película cubana que muchos videoclips que la propia Televisión no tiene prejuicio alguno en transmitir. También habría que preguntarse si encontraríamos algo más censurable en gran parte de los filmes cubanos, que lo que vemos semanalmente en una telenovela.

A través del tiempo no solo nos perdemos la posibilidad de brindarle al público cubano una buena parte del cine que el propio país produce, sino que se ha enquistado la costumbre de relegar el cine nacional a una función meramente conmemorativa. Si no es durante los días cercanos al 26 de Julio o 13 de Marzo, en que se ponen filmes sobre la lucha clandestina, conmemoraciones de las Guerras de Independencia, alguna ocasión para transmitir El Brigadista o recordar la acción internacionalista en Angola, los cubanos tenemos pocas, muy pocas, posibilidades de ver nuestro cine en la pequeña pantalla. Sin embargo, ponemos cine francés a lo largo del año y no solo cuando se conmemora la Toma de la Bastilla.

Las posibilidades que quedan para las películas cubanas cuyos temas no tienen una utilidad conmemorativa son demasiado escasas. Resulta además incomprensible que las presentaciones y análisis por parte de críticos y expertos en diversos temas se haga exclusivamente con películas extranjeras, cuando el cine cubano ofrecería un excelente marco de debate sobre la evolución de nuestra realidad.

En un escenario en que las insatisfacciones de los cineastas cubanos han sido uno de los blancos favoritos de intenciones de utilización política, disfrutar cada semana del buen cine que en este país se ha hecho, sería parte indudable de la mejor respuesta. Ese valor cultural se conmemora todos los días.