Es la segunda vez que me enfrento a este libro de Jesús Lara Sotelo, un poeta y artista de mucha valía. Confieso que su título me llamó la atención desde el primer momento y me puso a meditar. Un “Himalaya interior” era, es, un desafío para la interpretación, además, la frase, expresada desde poemas e imágenes, planteaba un reto mayor todavía. Presenté el libro hace unos meses en la Casa de la Poesía y me quedé con muchas cosas por decir, digo aún más, con muchas cosas por cavilar sobre su contenido. Quizá la respuesta estaba en leer y mirar, mirar y leer, ver cómo ambas expresiones de significado, la letra y el signo, me abrían un sendero hacia el interior del artista. Desde luego, conversar con Lara ayudó al esclarecimiento debido.

“Es la segunda vez que me enfrento a este libro de Jesús Lara Sotelo, un poeta y artista de mucha valía”.

Es obvio que el libro se nos presenta como un soliloquio a través del arte escritural y del visual, una forma de conversación muy íntima en la que la idea de la primera persona del singular se abrió a muchas posibilidades. Es una confesión propia, sin dudas, pero en la que la antigua concepción del monólogo quedó superada por un diálogo a varias voces, las múltiples y diferentes voces que habitan en creadores como Jesús Lara. Es decir, el libro es la expresión de un diálogo muy especial, el que se establece entre los distintos yoes del creador. Está claro que la riqueza del mundo interior de Lara es la que desató el curso de dicha conversación. Estoy seguro de que en algunos momentos algunas de esas voces le resultaron extrañas a Lara, de tonos distantes o ajenos, pero, al final, reconocibles como provenientes de sí mismo. Estoy seguro también que la voz racional quedó en desventaja por momentos o se hizo irreconocible. Lara debió escuchar a todas esas voces, todos esos tonos, algunos serenos, otros exaltados, pero no se trataba de un fenómeno de misticismo ni de animismo, era su personalidad adentrándose en sí misma, buscando hondura y claridad.

“Lara ha revelado alguna vez que habitó por un tiempo un agujero negro y que le costó mucho salir de sus turbulencias, lo que nos indica que es un sobreviviente y el libro una bitácora de esa batalla”.

Esa suerte de vigilia permanente sobre las relaciones de su yo con el mundo es lo que nos muestra el libro. No es siquiera el clásico movimiento de fuga hacia adelante, es, más bien, la pugna tenaz del pensador cohabitando con sus demonios, con su talento grave y exultante, con sus falencias y recodos. De esa pelea surgieron imágenes y versos. Esto es lo que hace valioso al libro. Al apreciar sus páginas se detecta ese drama latente del hombre enfrentado a sí mismo, lo que no deja de ser, entre otras cosas, un combate contra la soledad.

“Ya sea el erotismo, lo sexual, la nostalgia más pura y dura, el descontento, la amargura o la agonía de vivir, aparecen aquí en combinación con la admiración de lo bello”.

Lara ha revelado alguna vez que habitó por un tiempo un agujero negro y que le costó mucho salir de sus turbulencias, lo que nos indica que es un sobreviviente y el libro una bitácora de esa batalla. Reflejar tal proceso ha sido una de las causas del presente volumen. Todo el que ha sufrido eventos similares sabe de las cicatrices indelebles que dejan. El libro nos resulta, por tanto, el momento en el que el nadador, a punto de ahogarse, brota e irrumpe en la superficie. Todo esto se encuentra en ese Himalaya interior del que sabemos que se puede ascender o descender, según sean las circunstancias; tal es el enigma de la vida para muchos.

Ya sea el erotismo, lo sexual, la nostalgia más pura y dura, el descontento, la amargura o la agonía de vivir, aparecen aquí en combinación con la admiración de lo bello, porque la belleza puede ser también dramática; todo esto es lo que nos muestra la feroz lucidez de Lara. Ser un río subterráneo que puja por brotar, revuelto e imperfecto. La avidez de Jesús Lara Sotelo es la del que conoce el fuego de la consumación, la llama devoradora de seres, una avidez que se transmuta en imágenes y palabras, práctica ancestral del hombre desde que hace milenios pintaba las paredes de las cavernas y las piedras para dejar su huella.

Jesús Lara Sotelo: “Ascensión al Himalaya interior habla de esos procesos enigmáticos del ser humano, de sus grandes complejidades (…)”.

Creo sinceramente que ese proceso condujo a este libro singular. Ascensión al Himalaya interior habla de esos procesos enigmáticos del ser humano, de sus grandes complejidades, esas que desbordan el tan socorrido ego para caminar hacia profundidades ignotas. Y Lara parece decirnos que sin ese caminar hacia el interior de la naturaleza propia es imposible ser artista.

Él ha expresado: “Mi obra es la salvación de mí mismo, para no desistir, para no quebrar mi fe en los hombres. No sé si todavía el arte podrá salvar lo que como humanidad hemos perdido, quisiera pensar que sí, espanta pensar. Es tremendamente duro admitir la impotencia del arte frente al horror y al exterminio”. Ojo, salvarse de sí mismo, es toda una declaración de principios. No perder la fe en los hombres, es una tarea ética y moral.

“Lara Sotelo forma parte de ese reducido grupo de poetas-artistas visuales integrado, entre otros, por Samuel Feijóo, Pedro de Oraá, Fayad Jamís, José Pérez Olivares, Rolando Estévez y Pedro Juan Gutiérrez”.

Lara Sotelo es un hombre dominado por las imágenes y a la vez dominador de ellas. Su accionar en las artes visuales es muy versátil, pues ha trabajado la pintura, el dibujo, la fotografía, la escultura, la cerámica, las instalaciones, el video-arte y el diseño gráfico, de manera que posee una cosmovisión propia e integral de la perspectiva visual, de todas las diferentes maneras de producir arte. Al parecer, ningún soporte le basta para manifestar sus deseos de crear formas y símbolos.

“Lara Sotelo es un hombre dominado por las imágenes y a la vez dominador de ellas”.

Añadamos que su poesía escrita, que ya se explaya en una decena de poemarios, tiene zonas de complementación con su producción simbólica, se articulan armónicamente, lo que le otorga un nivel de conceptualización diferente y más profundo al mero hecho de gestar imágenes. Su obra visual posee una fortuna crítica que en las artes visuales ha inspirado textos de Francisco López Sacha, Rufo Caballero, David Mateo, Toni Piñera y quien esto escribe, entre otros, y en las letras a Antón Arrufat, César López, Jesús David Curbelo, Omar Pérez, Marilyn Bobes, y Zuleika Romay. Son muchas las voces de intelectuales reconocidos coincidiendo en la ponderación satisfactoria de una obra que, realmente, debiera tener una presencia mayor en los medios culturales. El libro también celebra los 35 años de vida artística de Lara.

Lara Sotelo forma parte de ese reducido grupo de poetas-artistas visuales integrado, entre otros, por Samuel Feijóo, Pedro de Oraá, Fayad Jamís, José Pérez Olivares, Rolando Estévez y Pedro Juan Gutiérrez, todos con trabajos estimables en sus producciones de símbolos y signos, además de ser excelentes bardos.

Es un acierto indiscutible del Sello Artecubano la publicación del libro, los lectores podrán disfrutar de una existencia creadora, de un vértigo existencial productor de signos.

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