Tarek William Saab nació bajo el sol abrasador de El Tigre, en el estado Anzoátegui ─del que fuera gobernador años después─, un 10 de septiembre de 1962. Hijo del poeta y periodista William Saab, creció entre versos y discursos, heredando una sensibilidad literaria que, con los años, se entrelazó con su fervor político. Su identidad ─tejida entre raíces libanesas, la tierra venezolana y el ideario revolucionario─ se convirtió en el sustrato de una obra intelectual que se mueve con destreza entre la denuncia social y la búsqueda de la belleza en lo cotidiano, entre el compromiso con la justicia y la tenaz lucha contra el olvido y la muerte.
Como Harry Haller, el personaje de Herman Hesse que protagoniza El lobo estepario, un millar de piezas aparentemente inconexas integran la poliédrica personalidad de Tarek William Saab. Y, no obstante, hay una palabra que es su signo vital: coherencia. En los dos libros que hoy presentamos ese signo trasluce y gravita sobre cada letra impresa, tanto en el conjunto de pequeños ensayos y reflexiones que conforman esa Hoguera de una adolescencia intemporal como en los Discursos al pie del hemiciclo.
Y es que el poeta nunca deja de ser poeta, ni cuando escribe de torturas o de burgueses, de guarimbas o de lucha contra privilegios espurios. Siguiendo la tradición de otros intelectuales revolucionarios ─como Guillén, Miguel Hernández, Roque Dalton…─, Tarek William Saab se expresa con lirismo y objetividad sobre el mundo que asume y pretende transformar, con la sana ambición de todo rebelde con causa. Jurista de formación, graduado en la Universidad Santa María de Caracas, participó en movimientos políticos de izquierda durante los años 80 y a la par iba escribiendo poemas, que se convertían en manifiestos paralelos pero que tendían a converger con su praxis política.
“Siguiendo la tradición de otros intelectuales revolucionarios (…) Tarek William Saab se expresa con lirismo y objetividad sobre el mundo que asume y pretende transformar, con la sana ambición de todo rebelde con causa”.
Sus versos desde entonces (y hasta siempre) están cargados de imágenes sobre la injusticia, la resistencia y la memoria de los pueblos. En “Al Fatah”, escribe: “Volveremos a ser amantes bajo el Sol de Acapulco/ o a la orilla/ de una barricada/ incendiada en la Franja de Gaza”.
No hay tensión entre el hombre que vive entre tribunales y literatura, en tanto su palabra escrita enlaza como puente su pensamiento y su acción. Como autor, ha explorado géneros que van desde la poesía hasta el ensayo. En Los ríos de la ira (1987), su ópera prima, despliega un lenguaje visceral donde confluyen el desarraigo y la rebeldía, casi anticipando su futuro rol en la política venezolana, en la senda luminosa de la Revolución bolivariana. Y cómo pasar por alto, años después, su libro Los niños del infortunio, publicado en Cuba en 2006 y fruto de un encuentro previo con Fidel… porque hay que ratificar aquí que Tarek William Saab es un hombre de Chávez y de Bolívar, pero también es un hombre de Fidel y de Martí. Es un compatriota de la Patria grande, de esa que se encuentra entre el Río Bravo y la Patagonia y que hoy se sigue enfrentando al gigante de las siete leguas, enardecido por la retórica trumpista.
El autor de Los niños del infortunio viajó al Pakistán devastado por el terremoto de octubre de 2005, en misión fidelista de amor por esos hombres, mujeres, niños y ancianos. Según su propia voz: “Los textos proyectaban ser testimoniales, escritos a través de una prosa literaria cargada de imágenes sensoriales, usando los recursos de la poesía para darle mayor fuerza a la escritura”. En nueve días se escribió el libro, en un arrebato de insomnio y pasión por los desposeídos. Cuando lo terminó, dijo: “La poesía, fiel a sus orígenes carbonarios, demuestra, una vez más, ser invencible”.
“Y es que el poeta nunca deja de ser poeta, ni cuando escribe de torturas o de burgueses, de guarimbas o de lucha contra privilegios espurios”.
Las metáforas del poeta Saab danzan entre la oscuridad y la luz, bosquejando un espacio de lucha y redención, un eco que resuena vibrante y delata con transparencia su visión sobre conflictos sociales y luchas populares. Todo eso sin renunciar a un lirismo íntimo: cada verso suyo es eslabón de un diálogo consigo mismo ante el sincero espejo de la historia.
Saab, Defensor del Pueblo y luego Fiscal General, ha insistido en que su literatura es un territorio libre de dogmas. “Escribo para no perder la humanidad entre tanta batalla”, ha dicho alguna vez en entrevistas. Sus libros, alejados del panfleto, son ventanas abiertas a un imaginario donde conviven el amor por su Patria y la esperanza en un horizonte colectivo, identificado en el proyecto de socialismo del siglo XXI que sigue defendiendo la Venezuela de Nicolás Maduro, pese al bloqueo y las infinitas agresiones de nuestro enemigo común: el imperialismo estadounidense.
Como en el Harry Haller de Hesse, hay una falsa dualidad en Tarek William Saab: el jurista que cita a Neruda y el político que escribe sonetos a medianoche no constituyen un par antagónico sino una esencia compleja que cristaliza, de forma dialéctica, en un hombre que busca la justicia desde el Derecho y desde la poesía, trascendiendo las fronteras de su país natal y de la América Latina para insertarse en el debate global sobre nuestro destino como especie.
En Hoguera de una adolescencia intemporal, esa compleja esencia se proyecta hacia el otro, a manera de identificación. En la obra poética de Víctor Valera Mora hace notar que no hay extrañamiento con su vida y sentencia: “(…) en tiempos aciagos como el que padecemos, eso tiene un costo tremendo y definitivo”. De Gustavo Pereira elogia su verbo pero también su capacidad para distinguirse de “(…) falsarios, los en apariencia vestidos de blancura, y sin embargo: con sus actos: desnudos ante el pueblo por la mugre y el hedor…”
De Juan Liscano destaca su elegante poesía y el “legado imperecedero de sus investigaciones sobre el folklore nacional”, pero también “la huella de sus polémicas posiciones ideológicas y políticas, marcadas estas de una honda autenticidad y de un compromiso consigo mismo, fiel al combate, a la confrontación abierta de sus verdades y creencias”.

Polemiza con Esteban Buch y su acusación malsana de “apología de la guerra”, y emplaza a los que no asumen su postura política desde el presente sino que se refugian en la nostalgia o el mítico pasado. Y nos dice: “Molesta que existan hombres que actúen conforme piensan y estén dispuestos a correr los riesgos que ello implica, más si esas ideas son expresadas públicamente”.
Convencido de las “fuerzas creadoras del pueblo”, nos indica: “Inventamos o erramos”. Vibra en el poeta la creación heroica de Mariátegui, opuesta al calco; el espíritu martiano y bolivariano contra cualquier tipo de colonialismo. No extraña que cite a Simón Rodríguez cuando afirmó: “La América no debe imitar servilmente, sino ser original…”
Según el autor, a Eduardo Sifontes debe “la visión doble y luminosa de encarar la vida desde la perspectiva de poeta y militante revolucionario”; y a Javier Heraud y Roque Dalton, poetas mártires, debe buena parte de su inspiración lírica y política.
Tarek William Saab habla en este variopinto conjunto de ensayos y reflexiones sobre poesía y poetas de sus admirados colegas, y habla también de sí mismo, indirectamente. En sus palabras: “La poesía es un mecanismo de secretas resonancias que otorga al iniciado oportunidades únicas para reconocerse en no pocos hallazgos”. A Tarek, la poesía y sus poetas predilectos lo permiten hallarse en aquellos a los que rinde homenaje, en su cruzada contra la muerte y el olvido. Resuena su impronta en la inspiración evocada.
Cuenta también este título con dos entrevistas interesantísimas, a Juan Goytisolo y a Edward Al-Kharrat, donde la evocación se convierte en diálogo y se evidencia la sagacidad del autor. Envidia despierta, además, el anexo fotográfico con el que cuenta el libro. Mención especial, a mi egoísta juicio, para los retratos con Fidel y Chávez, seres de leyenda; y la foto con Benedetti, uno de mis poetas más admirados y que se puede leer y disfrutar en las páginas que firma Tarek William Saab.
En Discursos al pie del hemiciclo (Parte II-2014/2021), Tarek es más político, más orador, más estadista, pero no deja de ser poeta e intelectual, ni por un segundo. Así lo ratifica el prólogo escrito por Raúl Cazal: “Las circunstancias hacen y muestran de qué material están hechos los hombres y las mujeres. El 11 y 12 de abril de 2002, la derecha fascista se enfrentó a la dignidad de un pueblo, que no claudica a sus ideales, y allí estaba Tarek William Saab, firme como sus palabras escritas hecha poesía. Es por ello que Chávez no titubeó en llamarlo El poeta de la Revolución. Sus discursos políticos forman parte de su corpus literario, que al igual que su poesía no es cuestión de palabras, sino de un compromiso con la vida forjado con sueños y anhelos para construir un mundo con dignidad”.
“…porque hay que ratificar aquí que Tarek William Saab es un hombre de Chávez y de Bolívar, pero también es un hombre de Fidel y de Martí”.
El libro es un compendio no solo de los discursos del autor sino también de las transcripciones de varias sesiones parlamentarias (ordinarias y extraordinarias) en las que intervienen otras personas, a veces apoyando y a veces en enconado debate.
Siendo Defensor del Pueblo y luego Fiscal General de la República, brilló como polemista y sus discursos ilustran su perspicacia política. Como Fiscal vale destacar que sus discursos dan fe de épocas de recrudecimiento de las agresiones contra Venezuela por parte de Estados Unidos y sus lacayos europeos. Recordando a Martí, Tarek William Saab es “implacable y fiero, como todos los hombres tiernos que aman la justicia”. Y así vemos su verbo lírico puesto en guardia contra los criminales de las guarimbas, contra las expresiones marginales de una “sociedad capitalista enferma que se niega a desaparecer”, en palabras del prologuista Cazal, actual viceministro de Fomento para la Economía Cultural de la República Bolivariana de Venezuela.
Y también vemos esa coherencia de la que hablábamos al principio, esa búsqueda incesante de justicia sin remilgos ni doble estándar. Lo dice en un discurso, cuando acusan a los chavistas de encubrir violaciones de derechos humanos: “Agente del Estado que mancille su uniforme y le viole los derechos humanos a gente del pueblo no quedará jamás en la impunidad. Habrá justicia”.
“Sus libros, alejados del panfleto, son ventanas abiertas a un imaginario donde conviven el amor por su Patria y la esperanza en un horizonte colectivo…”
También denuncia con rigor flagelos autoinmunes, como el de la corrupción: “¿Qué hubiese ocurrido si en medio de todo esto que el pueblo ha enfrentado con dignidad y hay una conciencia nacional, más allá de la ideología y las diferencias políticas de enfrentar eso de manera soberana, si le agregamos este cáncer de la corrupción, haciendo metástasis de forma maligna en todo el cuerpo social venezolano? Pudiera concluir que hemos actuado en equipo todos, quirúrgicamente, para cortar de raíz ese flagelo que no debe volver nunca más a la historia republicana de Venezuela”.
Como dice William Alfaro: “Es importante que los pueblos conozcan a sus poetas, porque ellos trabajan con la sensibilidad y son observadores y redactores de su tiempo. La poesía debe ser testimonio de esa época, de ese tiempo”. Sin dudas, hay que conocer a Tarek William Saab, porque es un observador y redactor de su tiempo, un testimoniante, pero no se ha limitado a ello: es un protagonista del proceso de cambio de ese tiempo que le ha tocado, un hombre que ha hecho de la poesía no solo instrumento para capturar instantes sino para conquistar mentes y corazones; para el “animismo de lo inerte”, como diría Lezama.
La lectura de estos dos libros y de la obra intelectual de Tarek William Saab en sentido general, nos confirma que, sin lugar a dudas, Platón se equivocó con los poetas. No solo pueden ser dignos de confianza, sino que pueden participar en la creación de la verdad, en la guía revolucionaria de los pueblos. Platón no quiso a los poetas en su República, pero nosotros sí que necesitamos a poetas militantes, a políticos intelectuales, como Tarek William Saab, para salvar a nuestras “dolorosas repúblicas americanas”.
*Palabras pronunciadas en la presentación de los títulos Hoguera de una adolescencia intemporal y Discursos al pie del hemiciclo (segunda parte). Feria Internacional del Libro de La Habana, Fortaleza San Carlos de La Cabaña, sábado 22 de febrero de 2025.