“¿Último?”. Pregunta el trigueño delgado que carga con una mochila que, intuyo, pesa casi lo mismo que él. Tiene unos 16 años y, seguramente, lleva en su espalda una veintena de libros. Quizás, más. Sostiene la mano de un niño; probablemente su hermano. Pregunta por el último en una fila que parece interminable delante del Pabellón Infantil y Juvenil.
Su rostro denota cansancio: más de tres horas entre tumultos, colas inmensas y el sol de febrero que siempre parece más fuerte en los días de feria. El pequeño, al contrario, espera impaciente por tener en sus manos el libro que marcó la niñez de su hermano, ejemplar que aún conserva a pesar de los años en la última gaveta del clóset, que a veces le presta con resistencia, pero cede, porque compartir siempre ha sido la premisa del conocimiento. Él quiere su ejemplar de Había una vez, el título de cuentos infantiles de Herminio Almendros. Saber que estaba a disposición del público en la Feria Internacional del Libro de La Habana fue una alegría inmensa.
“Y yo, que creo en los sueños, en que un mundo mejor es posible, en el poder del arte para transformar la vida…”
Escucho la conversación y le digo que justo al lado, en el Pabellón de Gente Nueva, está el libro buscado. Le doy las mieles. “Ve ahora que no hay mucha cola”. El muchacho me mira, le dice a la rubia que viene detrás que le cuide el puesto, que regresa, porque “no sé cuántas joyas me pueda encontrar”. Claro — le respondo— hay muchos clásicos de la literatura reeditados como parte de la Biblioteca del Pueblo. Le explico con premura porque “estar a la viva” es la clave para comprar el título que anhela, esa que ahora sabe que está a pocos pasos.
—“Muchacha, una última cosa. Estoy feliz. Si tantas personas esperan en la fila, es que todavía aman leer, es que todavía creen en el poder de la literatura como yo, como quiero que crea mi hermano. Tiene 9 y ya se ha leído muchísimos libros”. Y yo, que creo en los sueños, en que un mundo mejor es posible, en el poder del arte para transformar la vida, miro el tumulto con otros ojos. Muchas personas llevan en sus manos libros impresos, los hojean, los huelen. Me quedo con estas instantáneas: rostros y libros de la 33 FILH.