La acera infinita
Es tanto el rato que lleva esperando a que el barrendero diga la contraseña, que usted ya no es esa mujer elegante a la que persiguen, sino el barrendero mismo. Y ahí está, arrastrando el bote de basura sobre ruedas que pesa más que un tanque de guerra, por ocultar a la santa que arrojó medio cigarro al suelo para que usted lo recogiera. Se recuerda de ella y dice: La acera es siempre infinita.