En cualquier parte del mundo las Bienales se convierten en una sucesión de inauguraciones de exposiciones personales y colectivas, fiestas y mucho trasiego de comunicación entre artistas, directivos, curadores, coleccionistas, públicos y otros personajes de la urdimbre artística. En este ambiente, el mercado de arte es un invitado permanente, incluso no necesita siquiera ser invitado para formar parte de esta gran celebración.

Usualmente rezagados, en términos de promoción y comunicación quiero decir, cuando de hablar de la Bienal se trata, los Estudios Abiertos de los creadores o los Open Studio, como se conocen en inglés, son espacios donde se mueve, dinámicamente, uno de los núcleos esenciales de la vida de estos eventos que, en el caso de la nuestra ya cumple cuatro décadas de existencia.

En los días iniciales de esta 15 Bienal de La Habana he visitado algunos de estos espacios, y he podido constatar el cuidado y esmero de los artistas en la preparación de las muestras de arte. Allí se desarrollan tertulias informales donde se tratan temas diversos relacionados con el evento y el arte cubano en general. El ambiente que se respira en los Estudios es saludable, a pesar de que las difíciles condiciones de la vida cotidiana en la ciudad y el país dominan las preocupaciones (en particular los apagones que reducen la existencia a pura respiración). En este clima de confraternidad en el que se reencuentran viejos amigos, es imposible soslayar tales asuntos.

Los Estudios Abiertos de los creadores o los Open Studio, son espacios donde se mueve, dinámicamente, uno de los núcleos esenciales de la vida de las Bienales.

Así sucedió en la casa-estudio de ese grande de nuestro arte que es Moisés Finalé, quien reunió un buen grupo de artistas, representantes diplomáticos, marchants y público en general. Finalé cubrió prácticamente las paredes y pasillos de su hogar con sus obras y algunos cuadros mayores encabezaron el despliegue. Toda su obra es una fecunda deglución del arte universal. Pocos creadores han logrado cocinar tantas raíces, vertientes y culturas visuales como él. Es lo que Yolanda Wood denominó como “iconografía de interpenetraciones”, es decir, una obra que recupera otredades geográficas y artísticas para el presente; o lo que, de manera diferente a la vez que coincidente, Rufo Caballero calificó como “una tenaz reverencia para con la cultura occidental”, vista esta como el espacio de asimilación activa de tradiciones culturales del resto del mundo artístico. Porque eso ha sido y es Occidente, la cultura de lo intercultural.

Pero la clave de ese cosmopolitismo en la obra de Finalé está en su propia concepción del arte como permanente vibración y aventura de los signos, en su enorme vocación de hibridación simbólica con el propósito posmoderno de aportar siempre nuevas significaciones. En eso le va la vida. Y así, con el transcurrir del tiempo, ha gestado un imaginario inconfundible de seres enmascarados, ninfas sensuales, mujeres-centauros, diablos o diablillos, un bestiario que parece brotado de las inmediaciones del Nilo, peces-pájaros, panteras lunares, guerreros antiguos, cemíes arauacos, en fin, una extraña y fascinante caravana secular tan añeja como la de la sangre.

También estos ambientes propician el surgimiento de iniciativas; de ahí la idea de organizar una próxima exposición en el año 2025, junto a otro maestro, Rafael Zarza. Espero que este proyecto se pueda llevar a cabo satisfactoriamente, con la participación siempre entusiasta de Yamilé Tabío.

Pocos creadores han logrado cocinar tantas raíces, vertientes y culturas visuales como Moisés Finalé. Foto: Estudio de Moisés Finalé / Cortesía del artista

Otra visita alentadora fue la que hice al hogar-estudio del espirituano Yasiel Elizagaray, joven pintor recién radicado en la capital, quien hizo un notable esfuerzo por tener a punto su Open, pues se trataba no solo de acondicionar el inmueble para mostrar sus obras y recibir a los invitados, sino de tenerlo listo para el confort de su familia, o lo que es lo mismo, para vivirlo. Lo logró y allí acudieron decenas de visitantes que pudieron admirar los cuadros impactantes de su arte de lo horrendo, al mismo tiempo que admirar sus primeros dibujos en esa línea estética.

Yasiel es un expresionista en toda la regla, él ha estudiado el expresionismo europeo, sobre todo el alemán, lo que se evidencia en sus cuadros. Muchos artistas importantes de la historia del arte han sido sobresalientes por este tipo de pintura misteriosa y oscura (Chaim Soutine, Francisco de Goya, Francis Bacon, José Luis Cuevas, Jean Dubuffet y Antonia Eiriz, entre otros). De igual manera, en la obra de este espirituano lo monstruoso se da como derivación de la angustia y la soledad de sus modelos, personajes atribulados y pesarosos que no ocultan sus penas. En sus obras se afronta lo no bello y la anti-forma. La noción de misterio, además, es sinónimo del carácter humano, de nuestra insondable naturaleza. Se trata de pintar lo que es imposible de reflejar en una superficie, aunque sea válida la tentativa de hacerlo. La clave está en que la operatoria tiene que estar gobernada por una poética muy caracterizada.

Además de los óleos, allí se mostraron por vez primera los dibujos sobre cartulina en los que está trabajando el artista actualmente, una promisoria variante de su pintura. El hogar-estudio de Yasiel Elizagaray se reveló espléndido para su inauguración y así ha seguido en los días siguientes.

“Yasiel es un expresionista en toda la regla”. Foto: Estudio de Yasiel Elizagaray / Cortesía del artista

Írsula-Studio, situado en la barriada de El Vedado, fue otro de los estudios abiertos que visité durante las primeras jornadas de la Bienal. Esta vez, lo hice posterior a la velada inaugural por lo que Arián Írsula, líder del Estudio, y Abran Bravo, el curador de la muestra, me explicaron con lujo de detalles las piezas y el funcionamiento habitual del inmueble. Recién inaugurado, este espacio acoge una exposición de dieciséis artistas jóvenes, con poéticas bien diferentes.

El mejor de los mundos posibles, así se nombra esta muestra colectiva que incluye obras situadas en la variante posmoderna y con facturas muy profesionales. En todos estos creadores prima lo conceptual del arte, pero sin caminar por esos senderos trillados de las tomaduras de pelo y los gatos pasados por liebre. Es arte conceptual, a veces abstracto, repleto de ideas y conceptos; es arte contemporáneo atendible, valioso. El hecho de que se trate de poéticas distintas acentúa la idea de lo que se pretende trasmitir como exposición colectiva.

Los artistas son Adrián Socorro, Alejandro Jurado, Andrey Quintana, Damián Brito, Erin Parish, Joniel León, Juan Rivero, Katia Leyva, Kelvin López, Lázaro Carballo, Mario Ehrsam, Pablo Bordón, René Rodríguez, Ricardo Castro, Víctor Maden y Arián Írsula. Algunos de ellos tienen en la programación de la Bienal sus propias muestras personales. Y es que este tipo de evento se presenta como la oportunidad que un artista visual no debe perderse bajo ningún concepto. Exhibir sus obras puede tener derivaciones muy sorprendentes y gratas para los creadores.

El mejor de los mundos posibles, muestra colectiva que incluye obras situadas en la variante posmoderna y con facturas muy profesionales. Foto: Estudio de Arian Írsula / Foto: Cortesía del artista

Mi participación en la organización de dos de las ediciones de la Bienal de La Habana en el primer lustro de este siglo y el interés personal en estas citas, favorecen mi conocimiento sobre tales encuentros. Son cuerpos vertiginosos en su marcha y desarrollo, que pueden hasta ser caóticos, pero, en cualquier caso, se convierten en fiestas del arte. Las muestras de los Estudios Abiertos, que seguirán produciéndose en los próximos días, debieran merecer mayor atención por la divulgación que genera la propia Bienal; es una deuda a saldar con los creadores.

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