El Ballet Nacional de Cuba despidió el año 2024 y festejó el advenimiento del nuevo año 2025, aniversario 66 del Triunfo de la Revolución con tres estupendas representaciones del ballet Cascanueces, en la versión coreográfica de Alicia Alonso, estrenada en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba el 5 de noviembre de 1998.
En esa misma sala, nuestra principal agrupación danzaria, justamente declarada Patrimonio de la Cultura Nacional, dio pruebas, una vez más, de su excelencia artística, en ese clásico, universalmente aclamado desde su estreno en el Teatro Marinsky, de San Petersburgo, Rusia, el 18 de noviembre de 1892, con coreografía de Lev Ivanov, el más célebre alumno del marsellés Marius Petipa, padre del clasicismo balletístico.
Estas funciones, dedicadas al 120 aniversario del natalicio del gran escritor Alejo Carpentier (diciembre 28) y al 110 del maestro Fernando Alonso (día 29), permitieron apreciar una nueva hornada de bailarines, que unieron sus talentos a la destreza de figuras experimentadas, como los primeros bailarines Grettel Morejón, Dani Hernández, Ernesto Díaz y Yankiel Vázquez y el bailarín principal Anyelo Montero, para hacer brillar sus talentos en roles de alta exigencia técnica y estilísticas. Nombres como los de Gabriela Druyet, Nadila Estrada, Paloma Blanco, Carolina Estrada y Carolina Fonseca, José Ángel González y Alejandro Alderete, quienes dieron valía grande a roles de tanta exigencia como la Reina de las Nieves, el Hada Garapiñada, Clara, o el Rey de los Ratones.
De especial relevancia fue la presencia del primer bailarín cubano Patricio Revé, quien mostró su alta clase de “danseur noble” junto a Grettel Morejón, en el Gran Pas de Deux del segundo acto. Patricio, actual figura principal del Queensland Ballet, de Australia, ha refinado su desempeño escénico a niveles exquisitos, y en noble gesto, volvió a su Alma Mater, el Ballet Nacional de Cuba, para regalar su arte a la legión de compatriotas que mucho lo admiran. Hermoso fue comprobar no solamente su maestría artística, sino también su amor a las raíces que lo formaron.
Un público masivo y desbordante de amor por la danza, les tributó a experimentados y noveles intérpretes emotivas ovaciones. Muchas veces le escuché decir al maestro Fernando Alonso que la grandeza de la Escuela Cubana de Ballet no se la habían dado ni él, ni Alicia, ni Alberto Alonso, sino el pueblo cubano, que le ha transmitido siempre su inagotable talento. Estas funciones de Cascanueces son prueba evidente de esa sabia sentencia.