Arrocha acompañará en presente. Arrocha es.

Sus diseños seguirán subiendo a escena. Generaciones seguirán disfrutando de su síntesis y de su imaginación, renovados, una y otra vez, por los nuevos cuerpos que ciñan los vestuarios, por los nuevos ámbitos que cree una escenografía, por la manera en que tiempos y épocas devuelven vivos y auténticos al teatro y a la danza.

“Arrocha acompañará en presente. Arrocha es”.

Eduardo Arrocha Fernández nos dejó hace poco, a los 90 años de una vida extraordinariamente aportadora, reconocida con sendos premios nacionales: el de Teatro 2007 y el de Danza 2022. En 2013 fue uno de los primeros profesionales de cualquier perfil en recibir el Premio Nacional de Diseño. Creo que el único esencialmente consagrado al diseño escénico. Tal fue su valía.

Décadas como miembro de fila de Danza Contemporánea de Cuba, fundada hace 65 años, bajo otro denominativo, por Ramiro Guerra. Vestuarios y luces llevan su impronta, parte de la definición de estilo de la monumental compañía cubana. Belleza, lirismo, densidad conceptual pero que, como cualidad sine qua non, tenía que facilitar el despliegue del bailarín para danzar.

Vestuarios y luces llevan su impronta, parte de la definición de estilo de la monumental compañía cubana DCC.

Trabajó con grandes figuras de nuestra escena, pero fue un gran artista él también. Aunque jamás lo parecía si confundimos esa estatura con poses de algún tipo. Bondad y humildad naturales, solícito y atento, fue aún más grande como persona.

Eso le facilitó ser un maestro fuera del marco académico, del mismo modo que él había sido discípulo de relevantes pintores de esta tierra. Enseñó por doquier, a pie de obra, al calor del taller con coreógrafos y bailarines, directores teatrales y actores, entre otras incursiones en el cine, o en diversas modalidades escénicas, sin dejar de nombrar sus grandes trabajos para la ópera, el ballet y la danza folclórica.

Antes de subir a las tablas, sus diseños fueron arte, hermosas piezas de pintor, singulares para cada personaje o abarcadores frescos para la visualidad integral del espectáculo que se proyectaba.

Recuerdo aquella revista Tablas de principios de los 2000 que lo tuvo entre sus figuras centrales y en la que juntamos sus bocetos, diseños y valoraciones. Él, inolvidable, con su esposa en la casa de Alamar, al lado de su amigo Jesús Ruiz, quien tanto contribuyó a justipreciar su valor, así como el del diseño escénico cubano en general por medio del grupo de diseño, la galería en el Bertolt Brecht y otras iniciativas. Esa pléyade de colegas reconoció a Eduardo Arrocha con todas sus letras: la marca Arrocha.v