MATANZAS Y CÁRDENAS

Aunque admito la hipótesis de que fue por La Habana donde se introdujo la práctica del beisbol con los implementos que trajeron los hermanos Guilló en 1864, en otras zonas del occidente de Cuba circulan versiones diferentes acerca de la entrada y posterior expansión del juego de pelota.

Matanzas es una de esas localidades donde el beisbol aparece en un contexto económico mediado por el comercio de azúcar con puertos norteños y un ámbito social de cierto desarrollo de las prácticas de ejercicios físicos, a partir de la creación en 1863 del Gimnasio Normal bajo la dirección del joven atleta Ramón de la Maza, cuyos miembros solían hacer demostraciones públicas de agilidad y fuerza.[1]

Algunas tradiciones orales afirman que fue en Matanzas, hacia 1865 o 1866, donde primero se jugó pelota entre dos equipos conformados por tripulantes de un barco estadounidense y trabajadores del puerto. No han quedado evidencias documentales de estos enfrentamientos, aunque diversas gacetillas en la prensa local, entre 1864 y 1866, apoyaron la prohibición de juegos con pelotas en las calles y plazas más importantes de la ciudad.

En nota aparecida en febrero de 1864 el periodista apuntó: “El juego de pelota en las calles y plazas sigue haciendo progresos, mal que le pese al transeúnte, por aquello de estar expuestos a recibir un tremendo pelotazo, como el que en cierta calle llevó en la cara un infeliz anciano, que arrojó por la nariz un chorro de la colorá (sic)”. Más adelante agregaba: “En Simpson, en La Cumbre, en La Jaiba y en Bellamar, hay terrenos bastantes donde tirar la pelota” y termina advirtiendo a la policía que debía tomar cartas en el asunto.[2]

“Es indudable que Matanzas tuvo un desarrollo beisbolero temprano a finales de la década de 1860 e inicios de 1870”.

La información sobre esta modalidad de pelota callejera en abril de 1865 refiere que: “En la tarde del lunes 17 se armó en la calle del Medio una sesión del juego de pelota, compuesta de cuatro o seis individuos, que hacían retroceder a los que tenían que pasar por allí, por temor a una avería en cualquiera de las partes de sus cuerpos, pues la pelota que jugaban era de tal volumen, que no parecía sino que había sido fundida por un cañón Armstrong”.[3]

Al año siguiente se insiste en la proscripción de “el juego de pelota, que varios dependientes de tiendas han establecido en una de las calles principales  de esta ciudad los domingos y demás días de fiesta, pues cualquiera comprenderá que dicha diversión acarrea romper los faroles del alumbrado público, impedir el tránsito, y exponer a que se reciba un pelotazo, lo cual no es muy agradable al pacífico transeúnte” y se añade el siguiente versito: “Búsquese pues, el remedio/ sin replicar una jota/ contra el juego de pelota/ de nuestra calle del Medio”.[4]

Como se deduce de dichas gacetillas se trató de recreos con pelotas callejeros, cuatro esquinas u otra modalidad primitiva, pero de ningún modo se describen juegos de beisbol organizados. Tampoco se trata de pelota vasca pues este era un deporte apreciado por los ibéricos y el citado diario era de un rancio españolismo, por lo que hubiera sido absurdo respaldar su prohibición. Además, la prensa solía diferenciar la tradicional “pelota vizcaína”, practicada en su mayoría por vascos, navarros y franceses desde finales del siglo XVIII, de la pelota llamada “americana”.

Es indudable que Matanzas tuvo un desarrollo beisbolero temprano a finales de la década de 1860 e inicios de 1870, como señalan el partido del 1 de septiembre de 1867; la solicitud presentada el 5 de mayo de 1873 por Enrique Meléndez Mouns a las autoridades civiles para que se permitiera celebrar un desafío entre equipos “legalmente constituidos” habaneros y locales[5]; y el  reto del 27 de diciembre de 1874 entre Habana y Matanzas.

La presencia estadounidense en la ciudad del Yumurí debió promover la afición al beisbol entre los jóvenes matanceros; y de igual modo influyó el hecho de que varios beisbolistas como Samuel Teurbe Tolón, Alfredo Hernández, Federico Delgado y los hermanos José Dolores, Manuel y Ricardo Amieva fueron educados en colegios de los Estados Unidos donde aprendieron el juego y pudieron trasmitirlo luego a sus coterráneos, tal y como había sucedido en La Habana.

“Algunas tradiciones orales afirman que fue en Matanzas, hacia 1865 o 1866, donde primero se jugó pelota entre dos equipos conformados por tripulantes de un barco estadounidense y trabajadores del puerto”. Imagen: Cortesía del autor

Matanzas fue uno de los clubes que concurrió al primer campeonato en diciembre de 1878 y continuó su desarrollo deportivo en los años siguientes, como se desprende de una gacetilla de 1880 que indica que la sociedad se ampliará a nuevas disciplinas deportivas: “…se establecerán prácticas atléticas, de remos, de patines, de equitación y esgrima, de tiro al blanco y a la paloma, de bolo y barra, cricket, football, croquet, etc. para que en su día den los aficionados funciones gimnásticas, de regata, carreras, combates y demás, que alternen con los de pelota”.[6]

Para 1887 existían en la Gentil Yucayo los equipos Progreso, Matanzas y Cuba, la ciudad dispone de un moderno y confortable terreno deportivo y se publica un semanario, El Álbum, dirigido por el intelectual de origen dominicano Nicolás Heredia e ilustrado por Ricardo de la Torriente el cual proclama que: “los clubes de pelota tendrán en él un órgano imparcial y exento de preocupaciones y personalismos, tal como conviene al fecundo magisterio de la prensa”.[7]

Años más tarde el poeta Bonifacio Byrne, al frente del semanario El Bat representativo del club Progreso, recordó cómo se reproducían en la Atenas de Cuba las mismas pasiones entre los parciales de Matanzas (azul) y Progreso (rojo), que sus similares capitalinos Almendares y Habana:

En la farmacia del Dr. Domingo Lecuona reuníanse los partidarios y amigos del Club Matanzas, ocurriendo en dicho establecimiento escenas iguales o parecidas a las que tenían efecto en la botica del Sr. Diego Marchena, donde se daba cita el elemento rojo. La pasión por la novena azul llegaba allí a su grado máximo y veíase a hombres graves y sesudos perder la calma y los estribos, entablando polémicas sobre la importancia de un fly, la trascendencia de un rolling o la sublimidad de un hit.

En el forro de los sombreros llavabánse los colores de los clubs locales, y en las cajas de fósforos aparecían los retratos de los más populares jugadores. En el sexo femenino producían honda mella los batazos y éxitos de los mejores players, derivándose de ello más de una lectura de la famosa Epístola de San Pablo, oída devotamente al pie de los altares.[8]

Una ciudad aledaña a Matanzas, Cárdenas, presumía de tener un equipo de pelota antes que su vecina e incluso La Habana, pero lo cierto es que la constitución de un club beisbolero ocurrió en 1879, según el testimonio de Carlos Hellberg, autor de una Historia estadística de Cárdenas y presidente de dicho club:

Las ciudades de La Habana y Matanzas contaban con club de Base Ball, en donde tomaban parte entusiastas y distinguidos jóvenes de la sociedad en tan higiénico y entretenido juego de pelota. Cárdenas por su fama no debía quedar rezagada en la introducción de esta diversión, y al efecto en 8 de Noviembre de 1879 se formó mediante autorización superior el Cárdenas Base Ball Club bajo la directiva electa en el local bajo del teatro Concha, a donde concurrieron por invitación más de 350 jóvenes de la ciudad.[9]

A finales de 1881 el Cárdenas había establecido relaciones amistosas con las principales asociaciones deportivas habaneras, a las que envió su reglamento y manifestó la intención de “hacer una glorieta, donde puedan presenciar los partidos las bellas cardenenses”.[10] La importancia de Cárdenas como plaza pelotera queda evidenciada en el hecho de que los más fuertes equipos habaneros realizaban excursiones frecuentes para jugar en su terreno en la segunda mitad de la década de 1880.

“La presencia estadounidense en la ciudad del Yumurí debió promover la afición al beisbol entre los jóvenes matanceros”.

Para 1886 estaba constituida una liga regional en la que participaron los clubes Cárdenas, Esperanza, Vesubio e Intrépido, Invencible de Jovellanos y Mascotte de Perico. Existieron otros equipos llamados Estudiante y Dinamita, aunque la verdadera rivalidad era la que enfrentaba a los equipos Esperanza y Cárdenas. Conjuntos de menor jerarquía fueron el Varadero (nombre utilizado por los cardenenses para torneos de verano), Artesano, Boccacio y Fausto.

En la cercana Colón se constituyó en diciembre de 1887 el Unión BBC, entidad promovida por el Jockey Club de esa localidad y con él las principales villas matanceras quedaron integradas a la “fiebre de beisbol” que inundaba ya toda la Isla.  


Notas:

[1] Aurora del Yumurí, Matanzas, año 38, 29 de marzo de 1865, p. 2.

[2] Aurora del Yumurí, Matanzas, año 37, 24 de febrero de 1864, p. 3.

[3] Aurora del Yumurí, Matanzas, año 38, 19 de abril de 1865, p. 3.

[4] Aurora del Yumurí, Matanzas, año 39, 2 de enero de 1866, p. 3.

[5] “Comoquiera que estos clubs se hallan legalmente constituidos, y para efectuar su espectáculo paga a este gobierno la contribución estipulada en la tarifa patente celebrándolos con permiso de la autoridad, ocurre a Vd. con el fin de que se sirva impedir los días que este club tenga espectáculos se lleven a efecto otros de la misma índole en los solares cercanos (…) por ser perjudiciales a los intereses de este club”, Documento del Fondo Deportes del Archivo Histórico de Matanzas, citado por José M. Cuétara Vila, Matanzas. Notas históricas y el deporte de la pelota, Matanzas, Comisión Provincial de Activistas e Historia, 1973, p. 20.

[6] La Voz de Cuba, 15 de octubre de 1880, p. 3.

[7] El Álbum, Matanzas, año I, no. 1, 12 de junio de 1887, p. 6.

[8] Bonifacio Byrne, “El Base Ball en Matanzas”, en Ramón S. de Mendoza, José María Herrero y Manuel F. Calcines, El Base Ball en Cuba y América, op. cit., pp. 63 y 67.

[9] Carlos Hellberg, Historia estadística de Cárdenas. 1893, Cárdenas, Comité Pro-calles de Cárdenas, 1957, p. 131.

[10] Base Ball, año I, no. 8, 20 de noviembre de 1881, p. 2.