A ciento sesenta años de la introducción de los primeros implementos deportivos de beisbol en Cuba (1864-2024), nuestro deporte nacional sigue vivo y actuante en el imaginario y cotidiano de vida del cubano. Así se puso de manifiesto, una vez más, el pasado viernes 13 en la Biblioteca Nacional “José Martí”, sede del evento teórico relacionado con la citada efeméride, el cual tuvo como colofón la inauguración de una exposición de pinturas de Reynerio Tamayo.
En las palabras de apertura a la exposición, la cual tuve el honor de inaugurar, no pude evitar relacionar la figura de nuestro Héroe Nacional con la de Esteban Bellán, primer latinoamericano en jugar en una liga profesional estadounidense. Y es que Bellán como Martí, vivió la mayor parte de su existencia y desarrollo profesional en los Estados Unidos, distante de los dos amores que siempre compartió con su pasión por el beisbol: la familia y Cuba. No es casual, que la muy particular iconografía pictórica de afamados peloteros cubanos con la que inicia Tamayo la exposición que nos ocupa, sea, justamente, el retrato de Esteban Bellán. Al igual que otros retratos de la citada iconografía, el mismo marca el patrón de codificación visual a seguir, al enmarcar la imagen del primer pelotero de la historia de nuestro beisbol entre dos banderas cubanas, así como representarlo vestido con el uniforme del equipo Cuba.
“El béisbol, como todo deporte grande, es también un sentimiento”.
A manera de introducción a la exposición ─por demás, dominante en términos visuales─, se ubicó en el vestíbulo de entrada a la sala central de lectura el cuadro El cuarto bate, concebido por Tamayo en 2013. Esta obra de gran formato, representa toda la pasión capaz de generar entre la fanaticada el beisbol, cuando con un score adverso al equipo Cuba, tiene en su más poderoso bateador la oportunidad de dar un gran batazo y cambiar “la decoración del juego” a su favor. Para expresar tal situación en demasía tensa para el bateador, probablemente, en el conteo máximo de tres y dos, Tamayo recurre a una metáfora visual única por su cubanía y humor, al desbordar de fanáticos el bote de la Virgen de la Caridad del Cobre, que, a viva voz y a la par de ellos, clama por “el palo” que dé la victoria. Todo hace pensar que el batazo deseado se produjo, porque un año después, en su pintura sobre los ochocientos jonronesdel pelotero de la Liga Negra estadounidense Josh Gibson, ésta tiene como motivo central la Luna del icónico filme silente de los orígenes del cine, pero con una pelota de beisbol clavada en su ojo derecho. De ahí que a la hora de elegir la obra llamada a ilustrar la cubierta de mi libro Antología visual: el beisbol en la plástica y la gráfica cubanas (Arte Cubano Ediciones, La Habana, 2015), me decidiera por el antes comentado motivo lunar de Tamayo.
También en esta línea de su personal obra pictórica y gráfica, se inscribe el cartel que concibió para promocionar los 160 años de beisbol cubano, al asumir de nuevo la imagen de la Patrona de Cuba; pero, en esta ocasión, empuñando el mismo bate que empuña Esteban Bellán.
El resultado, por supuesto, no se puede cuantificar en carreras, pero sí en obras y ponencias relacionadas con la historia del beisbol cubano. Las entradas jugadas por la imagen visual en este singular encuentro, demuestran la importancia que para la gráfica y la plástica ha tenido siempre nuestra pelota. Asimismo, aspira a ser un estímulo para aquellos que practican el deporte de las bolas y los strikes, hasta hacerlo parte esencial de su existencia. Y, para quienes lo siguen y disfrutan —los más—, una manera de recordarles que el arte es también un deporte, tal y como el deporte es un arte, y que jugarlo implica para todo verdadero artista-deportista conjugar talento, pasión y sacrificio.
Ambos, arte y beisbol, han demostrado que tienen una historia que contar juntos. Y que esa historia está indisolublemente ligada a la historia mayor de nuestra identidad como nación. Pero, si aún a algún lector le cupiera cierta duda al respecto, le aconsejaría que asistiera a un partido entre dos buenos equipos de pelota —que al igual que entre los artistas, los hay excelentes, buenos y regulares—, y reconocerá, tal y como lo ha hecho Reynerio Tamayo en la comentada exposición, que el béisbol, como todo deporte grande, es también un sentimiento.