La 19 edición del Festival del Teatro Cubano se dedicó a exaltar la obra de dos titiriteros de vasta experiencia: René Fernández, dramaturgo inspirador y director de Teatro Papalote; y Maribel López, actriz que fue directora del Guiñol de Guantánamo, una de las fundadoras de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa.
Ambos han sido capaces de abrir senderos para el teatro en Matanzas y en Guantánamo, respectivamente, formaron teatristas, tendieron puentes con colegas de otras latitudes y fomentaron públicos de todas las edades para las artes. Es justo que el Festival reconozca sus huellas y agradezca sus magisterios.
Notas de una espectadora del Festival
El Estudio Teatral Macubá, bajo la dirección de Fátima Patterson, presentó De Moliére y otros demonios en la sala Tasende. El personaje Tartufo, prototipo del hipócrita, se sumerge en la cotidianidad de un barrio popular de Cuba, con el carnaval como espacio en el cual se rompen las barreras, donde todo es posible. Por ahí desfilan vendedores ambulantes pregonando sus mercancías en un contexto plagado de ilegalidades, se escuchan todas las variantes de la religiosidad, cuestionan el alto costo de la vida y se arrolla al compás de los tambores de la conga oriental. Con un hermoso y funcional diseño escénico de Nieves Laferté, Moliére es un pretexto para cuestionar la moldeable eticidad al uso, llamado de atención a la ciudadanía.
Teatro de Las Estaciones volvió a encantar al público. Dos actores muy jóvenes, Iris y Ale, formados en la Unidad Docente Carucha Camejo, de Matanzas, presentaron Flores de Carolina y Ajonjolí, tomado de un poemario de Dora Alonso, con diseños de Zenén Calero inspirados en la iconografía de ARES, dirigidos por Rubén Darío Salazar. La obra convoca a respetar a los abuelos, a nutrirse de su experiencia vital, a reconocerse en su herencia. La gama de colores, las sorpresas que surgen del baúl, la destreza en la animación titiritera, la gracia y la delicadeza de los diálogos provocó los aplausos de los niños y los padres que asistieron a la sede del Guiñol de Camagüey.
Hace ya 35 años se fundó el Estudio Teatral de Santa Clara, referente del trabajo en grupo, con sólido entrenamiento, capaz de gestionar el intercambio profesional con maestros como Eugenio Barba y Santiago García.
Como es habitual en su poética, su punto de partida es el mito, esta vez detienen la mirada en la leyenda tebana, al tiempo que incorporan a la fábula el terrible episodio de la reconcentración de Weyler, doloroso pasaje de la Historia de Cuba. La noche de Tebas, montaje de Joel Sáez, expone ante el espectador una mirada desgarradora al mundo en que vivimos, con imágenes que impactan, a veces tan crípticas que exigen concentración para desentrañarlas. Sorprende gratamente el hecho, palpable en escena, de que se han aglutinado muchos jóvenes actores para compartir esta historia.
Clowncierto, de Teatro Tuyo, estremeció la sensibilidad de quienes asistieron al Teatro Principal de Camagüey. La precisión de los gestos, el reconocimiento a la diversidad de los cuerpos, el empleo del humor para crear situaciones dramáticas, la música ejecutada en vivo por los actores, son algunos de los elementos escénicos a los que acuden para transmitir inquietudes éticas y estimular la sonrisa del espectador. Aplausos y lágrimas arrancaron los clowns en concierto por la vida y la esperanza.